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2 de Julio de 2014

Kristine McDivitt: "Es impresionante cómo la gente se educó con el rechazo de HidroAysén"

La esposa del multimillonario ecologista Douglas Tompkins habló con El Dínamo sobre su visión de la rechazada megacentral eléctrica y de Parque Patagonia, su más ambicioso proyecto que abrirá las puertas en noviembre.

Por Daniel Martí­nez G.
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“Disculpa, disculpa, disculpa”, dice Kristine McDivitt Tompkins al ingresar a toda velocidad al hall central del hotel (ecológico, por cierto) en que se hospeda en plena Providencia. Llega 15 minutos atrasada a la entrevista pactada, lo que en su cultura -explica- es un exceso. “Estaba al teléfono con Estados Unidos”, remata en un español anglozajonizado.

“Kris” -hoy de 63 años- ha cultivado un perfil silencioso durante las últimas dos décadas, desde su arribo al país junto a su esposo: el multimillonario ecologista Douglas Tompkins. Pocas veces concede entrevistas y cuando lo hace es para referirse a sus proyectos ambientales, algo que por estos días la mantiene particularmente ocupada. Cuando se le pregunta de política prefiere evitarlo y no duda en su respuesta: “Eso ‘Doug’ puede explicarlo mejor que yo”.

Su propósito final -y el tema que la hace hablar con ganas y más energía– es la preservación del medio ambiente, objetivo por el que un día cerró la puerta de su casa en California, Estados Unidos, dejó la gestión de la empresa Patagonia Inc. -que fundó cuando tenía solo 22 años- y tomó un avión que la llevó a Puerto Montt.

Kristine no solo interpreta a la esposa de Tompkins. Ella tiene su propio ambicioso proyecto: Parque Patagonia, un predio de 79 mil hectáreas en el Valle Chacabuco, en Cochrane, donde invirtió 14 millones de dólares de su patrimonio. De ello habla con holgura, mientras se saca los zapatos que lleva puestos y se acomoda en posición de indio sobre el sillón que escogió para esta conversación. Es una mujer enérgica, pero habla bajo y lento, buscando cada palabra para no cometer errores en un idioma que no le es propio.

-Hoy en el parque viven 64 personas, entre administradores y el equipo de operaciones. Es mucha gente involucrada que mantiene el lugar y prepara los últimos detalles. ¡Queremos verlo lleno de chilenos este verano!

La gran inauguración será el 15 de noviembre. Solo falta la construcción del museo y el centro de informaciones, dice Kristine Tompkins. Desde un comienzo para el desarrollo de este proyecto -y así evitar gastos-, utilizaron un modelo de trabajo muy popular en Estados Unidos y desconocido hasta 2006 en nuestro país: un programa de voluntariado para parte de la construcción.

-Había que derribar 250 kilómetros de cercos. Yo estaba en contra de esta idea de voluntariado. que fue sugerida por un socio, pero funcionó y es increíble. Al principio intentamos que llegaran chilenos, pero la idea del voluntariado no existe acá como en otros países. Ahora el 70% de los voluntarios son chilenos. ¡Ellos están creando su propio parque!

-¿Cuál es el aporte que el parque hace a Cochrane?

-Muchos de los empleados vienen de ahí, así como el abastecimiento. Ayudamos en la red de guías, porque mucha gente quiere desarrollar ese negocio en el parque. También había un conflicto grande con los pumas y el ganado, así que creamos un programa de perros de gran tamaño que protegieran el ganado de las estancias, en conjunto con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).

-¿Han recibido muchas críticas por parte de la comunidad?

-Sí, pero creo que siempre las hay en temas de conservación, acá y en cualquier parte del mundo. Son dos críticas principales. La primera, es que compramos una de las estancias más grandes de la zona y terminamos la producción de ganado. Siempre contesto que nosotros cambiamos la producción y que ahora se va a crear mucho más actividad económica como parque nacional que lo que era como estancia. Antes se perdió mucha plata por años, por eso quisieron vender. Si era tan rentable, ¿por qué iban a vender? La otra crítica es que nos decían que hicimos una “fábrica de pumas”. Pero uno no puede matar pumas por ley. Hay formas de manejar eso y tenemos que aprender a vivir con predadores, por ejemplo, con perros ovejeros.

-Hubo un incendió hace poco ahí, ¿cuánto fue afectado?

-(Kristine cierra los ojos y se lleva las manos al pecho) Sí… fueron cerca de tres mil hectáreas. Aún no es recuperado porque es invierno y está todo cubierto por nieve, entonces veremos qué pasa en primavera. Fue muy terrible. Una de las teorías de por qué empezó es que hay una “animita” y alguien prendió una vela y… bueno…

-Los criticaron por no haber dejado entrar a un equipo de brigadistas para apagar el incendio…

-Sí. (Ríe) Una persona quiso hacer algo pero el fuego ya estaba propagado. Este problema nació de mala comunicación, cuestión de tiempos. Aprendí mucho de esto porque cuando hay un incendio, todo es urgente, todo debe hacerse rápido.

-¿De dónde sale el financiamiento para la compra de todos estos terrenos y su funcionamiento posterior?

-En el caso de Parque Patagonia, yo no tenía tanta plata en la Fundación (Conservación Patagónica). Primero, gasté todo lo mío vendiendo todas mis acciones de la empresa Patagonia Inc. en Estados Unidos el año 2000. Después salí a recaudar fondos para complementar eso. De lo que vendí, guardé para mí misma, para vivir los años que quedan, y el resto a la fundación.

La batalla con HidroAysén

Para este miércoles está planificada una cena organizada por la Fundación Pumalín para ambientalistas y activistas del Consejo de Defensa de la Patagonia para “celebrar” el fallo que le puso fin a HidroAysén. El encuentro incluye a Robert Kennedy Jr y al equipo de la estadounidense Natural Resource Defense Council (NRDC). Pero sus principales anfitriones son los Tompkins.

“Fue una laaaaarga batalla”, dice Kristine al tiempo que se acomoda nuevamente en el sillón, esta vez con los pies en el suelo, aunque aún descalzos. Tanto ella como su esposo, Douglas, participaron activamente en la campaña de Patagonia Sin Represas que terminó por sepultar el megaproyecto.

-Es extraordinario que la ciudadanía haya hablado, dijo lo que pensaba del proyecto y que el Gobierno los escuchó. Es algo bastante lindo. Yo espero que el Gobierno cree una política energética para el país, con una mirada de conservación de energía. Es el momento para hacerlo.

-¿Dónde estaba usted al momento de fallo?

-Estaba en la cafetería de Patagonia Inc., en California. Llamaba por teléfono cada media hora preguntando qué estaba pasando. Los chicos de la empresa se volvieron locos cuando se enteraron de la buena noticia. Esto salió en BBC, CNN, Al Jazeera, en todas partes. No sabía la magnitud del debate que era esto. No sé cómo no me fijé antes, pero los días siguientes era impactante la decisión a nivel mundial.

-Fue una decisión que se demoro años. ¿Cree que falló la institucionalidad chilena?

-Yo no conozco cómo funciona el gobierno para opinar de eso, pero puedo decir que en Estados Unidos las decisiones grandes y emblemáticas para el país, como este caso, son un asunto de timing. A veces hay tantas cosas que pueden influir una decisión tan caliente, porque esto es mucho más que las represas y torres de alta tensión…

-Hay una decisión política de por medio…

-Hay tanta cosa. Nunca voy a olvidar en 2011 cuando la gente salió por todas las avenidas a protestar contra HidroAysén…

-¿La decisión tuvo que ver que la gente se pronunciara?

-¡Síiii! La ciudadanía habló y el Gobierno escuchó. Esa es una parte por lo menos.

-El actual ministro de Energía, Máximo Pacheco, dijo que la discusión energética se había “hidroaysenizado”. ¿Lo ve así también?

-Puede ser. También al revés: el tema de HidroAysén puso el tema energético como central en el país. Ahora qué va a pasar lo dejo en manos de gente como Sara Larraín, que están metidos en esto. Pero puedo decir que es impresionante cómo tanta gente quedó educada en el tema medioambiental después del rechazo a Hidroaysén. Las ONG chilenas hicieron un gran trabajo en términos de educar a la ciudadanía.

“Aprendimos con HidroAysén”

-¿Hubo un antes y un después de HidroAysén?

-Yo no sé si soy la persona indicada para decir eso. Mi instinto es sí, que cambió. Los proyectos en el futuro van a tener mucho más impacto en términos de la sociabilización. No soy política, pero pienso que ahora es mucho más relevante dado por este debate.

-¿Hay más proyectos de este tipo que le preocupen?

-Siempre hay cosas que ver y escuchar. No específicamente. En todas partes hay proyectos que pueden ser dañinos, pero pocos salen a las luz como éste. El río Baker y Pascua salieron a la luz porque miles y miles y miles y miles de chilenos salieron a la calle por años y años y años y años en eso. Ustedes son parte de eso.

-Hoy se rechazó HidroAysén, pero en el gobierno anterior de Michelle Bachelet se aprobaron muchas otras centrales eléctricas. ¿Cómo recibe esas señales?

-No sé. Yo no soy muy metida en eso. Lo puede contestar Doug o Sara Larraín. Cada día todos aprendemos y entendemos temas mucho mejor que no entendíamos hace 5 años. No tengo un juicio de Bachelet hace 5 años, pero sí sé que aprendimos. Tenemos que desarrollar políticas más acorde a los tiempos.

-¿La Presidenta aprendió en este tiempo fuera del gobierno?

-Era imposible para cualquier Presidente dejar los sentimientos de los chilenos de lado. Eran demasiado fuertes…

-¿Sentía mayor sintonía con el gobierno de Sebastián Piñera?

-Nosotros no hemos conocido a la Presidenta Bachelet. Sí conocíamos a Piñera antes de su administración. Tuvimos la posibilidad de concretar un parque nacional junto con él en enero de este año, en Tierra del Fuego. Tenemos más parques que nos gustaría donar con el tiempo. Pero nos sentimos muy bien con la administración actual.

-¿Qué le parece la visión medioambiental de la actual administración?

No estoy segura. Hay mucha gente en la administración que está preocupada por el medioambiente y eso es importante…

Donando sus parques

Cuando llegaron a Chile, los Tompkins fueron mirados con recelo en sus intenciones de comprar tierras para luego donarlas. Nadie les creía. El mismo Gobierno de entonces no le permitió adquirir más propiedades cuestionando los objetivos de la familia ecologista.

El tiempo dio la razón, dice Kristine, quien sube nuevamente los pies al sillón. Se mueve más, cada ciertos minutos se reacomoda. Hablar nuevamente de su Parque Patagonia la hace abrir los ojos y responder con más potencia y decisión.

-¿Qué tipo de energía va a ocupar ese parque?

-Este parque ocupará mini hidro, generadores; habrá un moderno equipo solar muy eficiente. Eventualmente también pretendemos sumar energía eólica.

-¿Así debiera ser la política nacional energética?

-¡Dónde se pueda! Sería fantástico, aunque no soy ingeniera para decirlo…

-Este parque pretende ser donado al Estado. ¿En qué momento puede ser?

-Un poco más adelante, pero depende del Gobierno que quiera recibirlo. No es solo nuestra decisión… ellos tienen que quererlo.

-¿Por qué deciden donar los parques?

-Nuestros terrenos son grandes. Sabemos lo bueno que es para la ciudadanía en términos espirituales, del orgullo para un país tener una red de parques nacionales. Nosotros creemos en eso. Económicamente, los parques nacionales tienen su propio márketing y actividad a las regiones. Pero más que eso, creemos que las cosas que tenemos hay que devolverlas al país.

-Durante la década de los noventas ustedes decían que no les creían que compraban grandes extensiones de tierras para luego donarlas…

-¡Por supuesto! ¡Quién va a creer eso! Hace casi 25 años… nadie venía acá a comprar mucha tierra y decir que donaríamos al Estado cuando termináramos. ¿Quién va a creer eso?

-¿Cree que ahora sí cambió la visión?

-Ya hemos donado tres parques nacionales. Es imposible decir que no, porque ya empezamos a concretarlo. Es difícil creer que nadie puede hacerlo. Bueno, nosotros sí.

-¿Le importa que quede en la historia que los Tompkins donaron los parques?

-Yo doné en 2003 la estancia Monte León, en Argentina. Ese es el primer parque costero de la nación. Uno va allá y uno no escucha que fue donado por Kristine Tompkins. No es un factor. La gente va y no les importa de dónde vino…

-¿Qué siente cuando va a esos lugares?

-En diciembre pasé por ese lugar. No había ido en ocho años. Puedo decir que vi mucha gente caminando, recorriendo y nunca dije nada, pero me sentí taaan bien. Wow, hicimos esto y ahí está para siempre. No me importa si mi nombre está ahí o no. Yo entiendo qué pasó y eso me da una felicidad inmensa.

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