Douglas Tompkins y el capricho medioambientalista
"Siendo uno de los grandes beneficiados por este modelo de desarrollo que hoy dice criticar, Tompkins vino al sur del mundo a tratar de expiar sus pecados por medio de esa naturaleza estéril".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Douglas Tompkins nuevamente ha aparecido en los medios dando sus impresiones con respecto a diversos temas relacionados con el medioambiente, y particularmente manifestando su satisfacción frente al rechazo del Comité de Ministros al controversial proyecto Hidroaysen.
Y es que al parecer Tompkins, con el pasar de los años, se ha transformado en una autoridad en el tema debido a la compra de terrenos en el sur y su trabajo para que vuelvan a una especie de virginidad pura y libre de cualquier contaminación: es el gran conservador del paisaje, de la estética y de una belleza que muchas veces impide el desarrollo de la humanidad.
Luego de una vida empresarial dedicada al comercio más mundano y capitalista, siendo uno de los grandes beneficiados por este modelo de desarrollo que hoy dice criticar, Tompkins vino al sur del mundo a tratar de expiar sus pecados por medio de esa naturaleza estéril que, como un cuadro en su oficina, debe conservarse inamovible, según sus deseos
Lo que Tompkins no toma en cuenta- como todo multimillonario con mucha voluntad descontrolada por sobre proyectos claros- es la importancia de una humanidad que se pierde y se ve subyugada a la inmensa aspiración de eternidad que ciertos grandes magnates tienen. Es una manera sutil de manejar los destinos de un país y de su población, según sus ganas de tener una posteridad llena de aplausos, y una estatua que logre hacer olvidar sus más materialistas comienzos en la generación y acumulación de dinero sin escrúpulo alguno.
Esto no quiere decir que el cierre de Hidroaysen sea un error, al contrario, es un acierto en un país en donde recién ahora viene el Estado a tratar de definir grandes lineamientos en materia energética, luego de años dejándole la tarea al mercado y al aprovechamiento de grandes grupos económicos. Sobre todo cuando quienes están detrás de este proyecto no se adaptan a ciertas condiciones básicas para realizarlo, y no respetan marcos legales para llevarlo a cabo.
Por esto mismo es bueno dejar en claro que no podemos cerrarnos a algunas energías y proyectos si es que están bien realizados y regulados por el Estado, por el solo amor propio de empresarios ecologistas que vienen a este gran centro confesional que parece ser Chile para sus errores pasados. Ya que eso es dejar en último lugar el bienestar de una raza tan compleja como la humana en su totalidad, para así complacer solamente a algunos, quienes tienen más dinero y más capacidades de cumplir con lo que se proponen.
El extremismo medioambientalista de Douglas Tompkins es un capricho que este modelo de desarrollo que él dice a querer dejar de lado, le ha garantizado para poder realizar por sobre las necesidades de una población que muchas veces necesita de un aparato estatal que pueda hacer posible la generación de energías. Es decir: este “filántropo” no es más que la reafirmación de este modelo imperante, ya que es la evidencia de una manera de generar riquezas desiguales que ha reinado en el mundo por años, y que lleva a ejercer un poder incontrarrestable.
Lo triste es que una cierta izquierda que perdió la batalla de las ideas hace años y aún no se da cuenta, lo ve como un referente de algo, de una nueva forma de ver la colectividad cuando lo cierto es que todo lo que hay detrás del Parque Pumalín y de la inversión de territorios es la cúspide de un individualismo se ha ido exacerbando día a día, hasta perderlo de vista y confundirlo con bondad o incluso cristianismo.
Este capricho medioambiental de Tompkins está cerrando y obstruyendo un desarrollo que llegue a los más lejanos lugares de la población. Porque junto con lindos paisajes, nuestro país necesita energía y hospitales para quienes, a diferencia de don Douglas, no pueden acceder a ellos de manera fácil. Por lo mismo, las fuentes de generación de energía deben rechazarse siempre desde el marco de la legalidad, y una vez estudiados a cabalidad, al igual que se hizo con el proyecto señalado, y no fundamentarse sobre la base de ciertos afanes de supremacía moral de quienes buscan perdonar sus excesos pasados.