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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Un Ministerio de Ciencia y Tecnología para todos y todas

Este nuevo ministerio debería tener una relación muy estrecha con la cartera de Educación, para guiar a nuestros niños y niñas a través del mundo de la preguntas y de la curiosidad científica.

Por Maisa Rojas
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Maisa Rojas es Maisa Rojas es Directora del Núcleo Científico Milenio de Paleoclima, Investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y Profesora Asociada en el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Especialista en variabilidad del clima, experta en modelación del clima y activa participante en la comunidad internacional en modelación de paleoclima. Es una de la autoras chilenas del IPCC.

Probablemente, todos los científicos y científicas del país celebraron el anuncio de la  Presidenta de la República sobre la propuesta de crear de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, medida que da respuesta al anhelo histórico de una institucionalidad propia para la ciencia nacional.

Pero así como los científicos estamos contentos, el país en su conjunto también tiene motivos para celebrar.

Parece lógico que con la reforma educacional, la ciencia -el eslabón más alto en la creación de conocimiento- también resulte fortalecida. Por lo tanto, este nuevo ministerio debería tener una relación muy estrecha con la cartera de Educación, para guiar a nuestros niños y niñas a través del mundo de la preguntas y de la curiosidad científica.

En efecto, países como Japón incluyen la ciencia, la educación y la cultura dentro de un único ministerio, abordando la investigación y el arte como expresiones de creación integrales. Quizás, podría haberse optado por una institucionalidad de ese tipo, si consideramos que la ciencia es una actividad esencialmente creativa y fundamental para caminar hacia un desarrollo más justo y sustentable.

La construcción de un buque para investigación científica (otro de los anuncios de la presidenta Bachelet) abre nuevas perspectivas sobre el conocimiento de los océanos, y del océano austral en particular, y cuyos vaivenes afectan diversos ámbitos de la sociedad nacional, desde la economía hasta el turismo, y en cuyas aguas ocurren un sin número de procesos fundamentales para nuestro sistema tierra. Y al igual que como ocurre con la astronomía, Chile tiene ventajas comparativas extraordinarias para realizar investigación de clase mundial en las Ciencias de la Tierra en general, incluyendo oceanografía, glaciares, volcanes, energías renovables, entre otros.

Todo lo anterior evidencia el impacto que tiene la actividad científica para un país y sus ciudadanos, que es mucho más amplio de lo que parece. Son estas interconexiones las que deben recordar a los científicos y científicas el rol social de su labor, lo que también esperamos se potencie con el futuro Ministerio de Ciencia y Tecnología.

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