Parque Marino en Juan Fernández: critican reducción de la superficie y apuntan a presiones del sector privado
El antropólogo y experto del Laboratorio de Investigaciones Insulares UAHC celebra la declaración que instala a Chile como un referente mundial en materia de conservación oceánica, pero lamenta que la promesa realizada por el gobierno se cumpla en una menor extensión a la original.
Tal como ya lo había anticipado el gobierno, el Consejo de Ministros aprobó el pasado lunes la creación de dos nuevos parques marinos en el archipiélago Juan Fernández y en Cabo de Hornos. La medida, que abarca en total una superficie cercana a los 400.000 m2, tiene como objetivo proteger estos ecosistemas únicos en el planeta y equilibrar la actividad pesquera con la conservación científica y patrimonial.
Exigencia de los isleños desde hace más de 5 años y un deseo expreso de la Presidenta Michelle Bachelet, la medida impide toda actividad productiva y comercial dentro de la reserva y amplía la actual zona protegida para uso exclusivo de los pescadores artesanales del archipiélago. Esto supone la prohibición de la pesca industrial en la zona, la circulación de naves dedicadas al aleteo de tiburones, pesca del pez espada, la minería y otras acciones nocivas para el ecosistema marino.
El antropólogo y docente del Laboratorio de Investigaciones Insulares (ISLab) de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Guillermo Brinck, se muestra entusiasmado con el anuncio en términos de la negociación llevada adelante por los propios isleños. Sin embargo, identifica un revés respecto a la postura que el gobierno manifestó en instancias internacionales de investigación y protección oceánica.
“Sin duda es una buena noticia, sin embargo, creo que también es un retroceso si consideramos lo que el canciller Heraldo Muñoz venía anunciando desde hace tiempo en cuanto a la extensión del parque marino. Es cierto que uno preferiría que fuese una superficie mayor y no que, como sucedió, terminara siendo menos. No queda más que pensar en las presiones que probablemente hubo desde el sector privado para generar este cambio”, señala.
El académico, que se ha especializado en torno a los problemas del territorio en contextos insulares, destaca que en el archipiélago la pesca artesanal convive de manera estable con el ecosistema a través de una pesquería artesanal de Sudamérica certificada internacionalmente por el Marine Stewardship Council. Así, se pasa del status de Área Marina Protegida de Usos Múltiples a la de parque marino.
Las dimensiones que el Consejo aprobó para la protección del entorno en Juan Fernández constituye un parque Marino de 262 mil km2, más un Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos de 24 mil km2. Brinck se refiere al trabajo diplomático de Heraldo Muñoz quien aseguró en recientes conferencias internacionales como “The Ocean Conference” de Nueva York y “Our Ocean” de Malta, la protección de una extensión de 485.000 km2, que circundaría los territorios del Archipiélago de Juan Fernández y las Islas Desventuradas.
“Existen criterios técnicos, estudios oceanográficos y biológicos que establecen un área ya delimitada para proteger y el valor que ésta tiene. Juan Fernández es considerada un hotspot en términos de diversidad ya que es considerada una zona con la mayor cantidad de especies endémicas del planeta. Esta área para protección, si bien es una iniciativa de los propios isleños, fue respaldada y propuesta formalmente por la National Geographic y la Fundación Oceana”.
Con todo, el antropólogo autor de “Vivir en una reserva mundial de la biósfera” asegura que la noticia posiciona a Chile entre los países pioneros en protección del mar y sienta un extraordinario precedente para la defensa de especies que están al borde del agotamiento por la pesca industrial y que cuentan ahora con grandes extensiones para reproducirse.
En el caso del Parque Marino Austral, la sola prohibición de explotación dentro de esa zona, permitirá la recuperación de especies al borde del agotamiento, algo que beneficiará a toda la zona proveyéndola de una mayor biomasa. Por esto, incluso podría considerarse “un buen negocio” para artesanales e industriales, sostiene Brinck. En el caso de Juan Fernández, donde se pesca langosta, cangrejo dorado, vidriola, mero, entre otras especies endémicas, a lo anterior se le suma el carácter sustentable de la pesquería artesanal. “Es una buena noticia también desde el punto de vista en que se deja de ver la protección de especies como un lujo versus las necesidades económicas como una dicotomía discutible”, explica.
Al respecto, el docente de la UAHC agrega que cuando se trata de legislar desde el continente suelen relativizarse las urgencias de la población que habita en los territorios insulares y la fragilidad de su ecosistema. “Es una buena oportunidad de mostrar cuánto le importa este tema a los isleños. La vida en una isla encuentra muy rápidamente sus límites demográficos y ecológicos. En poco tiempo terminas enfrentándote a los principales problemas de la ecología del planeta de manera evidente y eso, a diferencia de quienes habitan en el continente, te hace tener una mayor conciencia sobre estos conflictos”, explica.
En ese sentido, reitera que en muy poco tiempo los habitantes del archipiélago Juan Fernández han asistido a la extinción de especies animales y vegetales, eventos que les han inculcado una forma propia de pesca de subsistencia, como actividad económica y como compromiso con el medio ambiente.