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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Valparaíso, ¿ahora sí?

Es alarmante que al mismo tiempo que se bloquea el acceso al borde costero, que no hay indicios de una recuperación de zonas como el Almendral, aparece una buena idea pero descontextualizada e incapaz de articular mejoras para la calidad de vida de los porteños.

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Antonio Lipthay es Arquitecto UC, Magister en Diseño Urbano de London School of Economics (LSE) y socio fundador de Mobil Arquitectos. Planificador urbano y especialista en diseño de alta complejidad. Convencido de que una ciudad bien pensada puede romper con la desigualdad. En twitter @antoniolipthay.

De las causas del incendio poco y nada quedó en la memoria. Pero sobre las conclusiones posteriores al gran desastre hay acuerdo y claridad. Y de estas, la más clara -y grave- de todas es que la mayoría de las viviendas destruidas eran de materialidad liviana, precarias e ilegalmente emplazadas en quebradas.

La autoridad local nunca asumió su responsabilidad y complicidad en las consecuencias de este “terremoto de fuego”. Se dijo con todas sus letras que los mas pobres no eligen donde vivir y deben conformarse con habitar sectores cuyos servicios básicos y equipamiento son mínimos o definitivamente inexistentes. Y que la carencia de una autoridad fuerte en lo político y en lo técnico -también a nivel central- mantiene cruelmente el estado de informalidad en que estas familias se encuentran. Y en este sector no existió planificación de ninguna especie.

Y hoy se han vuelto a habitar en zonas de riesgo latente. La vulnerabilidad no se autogenera, no es espontanea, sino que se alimenta con esa falta de planificación y recursos, pero principalmente, por falta de convicción.

Se nombró un delegado presidencial y se asignó un presupuesto cercano a los 500 millones de dólares para recuperar e impulsar la ciudad. Y a poco menos de un año del enorme incendio tenemos anuncios importantes sobre reconstrucción y planes de renovación urbana para la ciudad: Habrá inversión pública para construir nuevas áreas verdes, que no solo serán espacios públicos sino que también una forma de ir paulatinamente reduciendo riesgos en zonas complejas. También existirá inversión en infraestructura hidráulica y en mejoras a la vialidad. Concretamente, el anuncio hace énfasis en 300 hectáreas de áreas verdes para siete quebradas y un parque metropolitano comparable en tamaño al Central Park de Nueva York (340 hectáreas), aunque con obvias y enormes diferencias.

Lo preocupante es que el anuncio no deja claro el detalle de esta inversión, que llega a los 31 mil millones. ¿Es el monto total para crear las 300 hectáreas más otras obras? Un anuncio así genera grandes expectativas, pero parece eludir el problema de fondo, que tiene que ver con la mirada integral de la ciudad. Así como Central Park es un ejemplo de desarrollo de una ciudad en torno a un espacio público, 300 hectáreas de nuevas áreas verdes en Valparaíso podrían cambiar radicalmente a la ciudad puerto. Por lo mismo, es legítimo preguntar si existe visión de futuro, cómo se concibe y cuál es el principio que guía estos proyectos. Tenerlo claro y hacerlo bien puede transformar el concepto de “gasto” en “inversión”.

La otra preocupación tiene que ver con el municipio. Es obvio que el de Valparaíso está profundamente desfinanciado. ¿Entonces cómo serán mantenidas estas nuevas áreas verdes? ¿Las va a mantener el Estado bajo la figura de parque metropolitano?

Como no hay anuncios más detallados, es fácil interpretar suspicazmente y suponer un alto grado de improvisación que termine en un gasto por sobre una inversión. Si no se trata de un plan integral con objetivos a escala regional y cuyos recursos a la larga no son suficientes, será difícil revertir décadas de deterioro. ¿No es ese un objetivo claro?

El peligro es que se genere discontinuidad en la ciudad, entre los espacios e inmuebles que mantiene el municipio y aquellos que serán mantenidos desde el gobierno central. Esto parece ir en la dirección opuesta al discurso de descentralización y no calza con la idea de construir una cultura de regeneración urbana sobre la base de proyectos emblemáticos.

Es alarmante que al mismo tiempo que se bloquea el acceso al borde costero, que no hay indicios de una recuperación de zonas como el Almendral, aparece una buena idea pero descontextualizada e incapaz de articular mejoras para la calidad de vida de los porteños.  

Es de esperar que exista una base sólida y que se esté construyendo una cartera de proyectos que impriman energía y optimismo a la ciudad. Es el momento de hacer público el total del trabajo encomendado al delegado presidencial.

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