Peligro cotidiano en la vía
La cruda realidad es que en Santiago y en Chile, a los ciclistas y a los peatones no se les respeta. Cada vez se vulneran más los espacios. El peatón y el ciclista son los enemigos -injustamente- de los automovilistas, lo que pone en riesgo la vida de quienes quieren hacer deporte al transportarse mediante legítimos medios para moverse por la ciudad.
Nicolás Ward es Periodista. Asesor de prensa y diplomado en redes sociales y marketing digital. Twitter: @nicolaswarde
Ante la realidad del crecimiento del parque automotor en Chile, es necesario hacer algunas reflexiones en un contexto donde cada vez se hace más evidente que el peligro al manejar va en aumento y en donde ya no sólo basta con adoptar una actitud defensiva al conducir.
Partamos por lo más básico: hoy el sistema “3×1”, me parece que no cumple con la función para la cual fue creada. Esto se explica porque en algún punto de las principales rutas del país, donde se converge nuevamente hacia los dos sentidos, nos encontramos con un “cuello de botella” que obstaculiza el tránsito expedito. Si eso es lo que se busca con esta medida (que de igual forma aplaudo), la labor no está cumplida. No bastan las simples declaraciones de intenciones en materia de tránsito. Se necesita un pensamiento estratégico para, justamente, eliminar las demoras y atochamientos en los distintos puntos carreteros del país.
Es cierto que Chile goza de rutas de primer nivel. Incluso se las menciona como un ejemplo ante la eventualidad de realizar, en un futuro lejano, un campeonato mundial de fútbol dado que el transporte ante eventos de tal magnitud, es un elemento clave para el traslado armonioso de los turistas que arriban a los países para este tipo de eventos deportivos.
Pero como esta aseveración representa un hecho hipotético, conviene aterrizar la realidad de las carreteras en Chile y Santiago a hechos cotidianos, ingratos y que están ocurriendo a toda hora del día. Tomaremos como ejemplo la Ruta 5 Norte, la 5 Sur, la Ruta 78 y caminos locales que van a otras localidades de la costa central de Chile.
En menos de un mes, he sido testigo en tres oportunidades de irresponsabilidades de conductores que a la hora de retornar a la capital, ya sea desde la playa o el campo, no encuentran nada mejor que utilizar la berma para adelantar y “ganar tiempo”. Con ese acto, no sólo se está pasando por encima de la Ley de Tránsito, sino que también, en un acto irracional, se pasa a llevar a cientos de personas que en un determinado momento, pueden necesitar detenerse ante una emergencia. Esas mismas personas, que no son capaces de adecuarse a un hecho cotidiano como la lentitud en el tránsito, al volver a la ruta normal, también arriesgan a los otros conductores.
Pero la irresponsabilidad en la vía, no sólo la viven los propios automovilistas, camioneros y motociclistas. Los malos ratos también son para ciclistas y peatones. Hoy es posible ver en cada esquina de Santiago, que los personas que intentaban cruzar la calle, incluso llevando a sus pequeños hijos, deben sortear con cierto peligro el paso a otra vereda. Los automovilistas no respetan las luces rojas del semáforo y tampoco el paso peatonal con luz verde.
La cruda realidad es que en Santiago y en Chile, a los ciclistas y a los peatones no se les respeta. Cada vez se vulneran más los espacios. El peatón y el ciclista son los enemigos -injustamente- de los automovilistas, lo que pone en riesgo la vida de quienes quieren hacer deporte al transportarse mediante legítimos medios para moverse por la ciudad.
¿Un denominador común de todo lo planteado a la hora de asignar responsabilidades? El automovilista. Con prepotencia y apuro injustificado, en la mayoría de las ocasiones pone en riesgo la vida de cientos de personas. No pretendo ser un activista pro deporte con esta columna, ya que a veces también soy conductor. Incluso, probablemente también he caído en conductas reprochables, pero si los propios automovilistas no saben convivir, vale la pena plantear argumentos que defienden el uso de otros métodos de transporte.
Por ahora y dado que la agresividad y el peligro en la vía está lejos de erradicarse, se me ocurre la realización de campañas para promover el “uso compartido” de los espacios, tanto en carreteras, calles, avenidas y ciclovías. Si esta convivencia se llegase a alcanzar, poco importará el nivel insostenible del crecimiento de los automóviles que transitan por el país. Pues, habrá triunfado la institucionalidad del respeto por el otro. Vaya que hace falta.