El Estado en la cocina
La salud pública abarca mucho más que las campañas contra el virus hanta, las vacunaciones o la fiscalización de fondas para las fiestas patrias.
La salud pública abarca mucho más que las campañas contra el virus hanta, las vacunaciones o la fiscalización de fondas para las fiestas patrias.
La salud púbilica abarca todos los ámbitos que se relacionan con la salud de la población, incluyendo aquéllas que no están directamente relacionadas con ‘enfermedades’.
Ejemplos de ello son la prevención de accidentes automovilísticos – gran causa de mortalidad en personas jóvenes – o la disponibilidad de plazas y ciclovías para hacer ejercicio. A muchos les incomoda que el Estado, principal responsable de la salud pública, se meta en asuntos que tocan la libertad de las personas -es cosa de ver el debate eterno por la ley del tabaco en Chile- pero una de los ámbitos en que se ha metido poco es en el de la nutrición.
¿Impuestos a las bebidas azucaradas? ¿Limitación a la venta de comidas chatarra? A muchos les da urticaria el sólo hecho de pensar en esas posibilidades. Y muchos dudan de la eficacia de dichas intervenciones. Afortunadamente tenemos cada vez más datos apoyando medidas de este tipo.
Recientemente, en un artículo publicado en el Journal of the American Medical Association, se reportó que desde el año 2000 al año 2009, y en paralelo a políticas que limitaron seriamente su uso, bajaron los niveles sanguíneos de acidos grasos trans (los malos, los asociados a riesgo de infarto) en la sangre de adultos en EEUU. Si bien el estudio no midió el riesgo de infarto -para eso se necesita un estudio más largo- los resultados son prometedores. Gastamos…