Masculinidades y “Volver al Futuro”
Ciertamente, el ejercicio de tomar una película tan clásica y darle una lectura desde la dimensión de género y masculinidades tiene por intensión relevar aspectos de la cultura pop que esconden elementos para entendernos, los hombres, que no siempre están en espacios sociales destinado a elementos más densos (política, filosofía, epistemología, religión etc) sino está en nuestra vida cotidiana. El espacio del ocio, donde vemos películas entre otras cosas, tenemos estas narrativas que nos entretiene pero también nos instruye como ser “hombre”.
Esta película es un clásico del cine “80tero” pero creo que debería también ser considerado como un ejemplo, en un segundo plano, de la construcción de la/s masculinidad/es. Ciertamente podemos hablar de masculinidades en relación a muchas películas, como Trainspotting, “Life of Brian”, “Naranja mecánica” y tantas otras, pero esta película ejemplifica un elemento central en la conformación de la masculinidad. Bien puede hacerse múltiples lecturas que la película constituye en un oráculo, la idea universos paralelos, sobre las moralejas y manipulación de la historia, pero es un punto central de todas las secuelas de la película la noción de masculinidad en términos de cómo se construye en oposición: “No ser gallina”. A George McFly (personaje principal) en reiteradas ocasiones se le interpela (desde la masculinidad hegemónica expresada en el personaje de Biff Tannen) a dejar de ser “nerd” u otra categoría inferior a lo hegemónico. Vuelve al futuro para rehacer la historia de sometimiento y maltrato, por parte del malo.
Ciertamente, el ejercicio de tomar una película tan clásica y darle una lectura desde la dimensión de género y masculinidades tiene por intensión relevar aspectos de la cultura pop que esconden elementos para entendernos, los hombres, que no siempre están en espacios sociales destinado a elementos más densos (política, filosofía, epistemología, religión etc) sino está en nuestra vida cotidiana. El espacio del ocio, donde vemos películas entre otras cosas, tenemos estas narrativas que nos entretiene pero también nos instruye como ser “hombre”.
El problema es que la identidad (en singular), masculina en particular, es una identidad pensada y actuada desde el contraste y oposición a “algo” femenino. No hay un momento de pensar la identidad fuera del binario, oposición y dual: héroe y antihéroe. Y eso encierra las posibilidades de pensarse como sujeto de género situado. Afortunadamente esto no ha cerrado, en la práctica y emergencia de masculinidades en plural en la conciencia colectiva pero sí ha influido la validación social sigue operando desde la hegemonía de esa masculinidad (en singular) sin visibilizar, y menos validar, una gama de formas de ser varón que no sea sino ese modelo tóxico. Por ejemplo, la tarea de cuidar – que es distinto a proteger – a Otrxs.
Una de las tareas importante, sabemos, es resignificar pero usualmente lo hacemos en relación al pasado pero no el futuro. Si bien sabemos que efectivamente no podemos viajar al futuro, entonces hagamos el ejercicio de resignificar hoy, ficcionando con el futuro traído a nuestros días. ¿Qué hombre quiero ser para mis cercanxs mañana? Esa sería la pregunta. Ahora, esto exige una auto-examinación no solamente individual sino colectiva porque si bien las consecuencias de un modelo identitario tóxico está en lo individual, la solución está en lo colectivo
Volamos a un futuro en donde la diferencia no es excusa ni se traduce en desigualdad social, económica, política, simbólica etc. Pecamos de idealistas, si cierto, pero tomamos un paso en la dirección correcta.