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Actualizado el 15 de Marzo de 2018

El trauma de Colo Colo

A pesar de que existe la creencia que la altura no afecta a los clubes, plantear un partido en la capital boliviana es un verdadero trauma.

Por Luis Marambio Torres
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“A los equipos chilenos no les cuesta jugar en La Paz”

La frase se repite de manera tan liviana cómo la pelota que vuela incontrolable por la cancha del estadio Hernando Siles. Los jugadores de Colo Colo la ven pasar, impotentes. No sirvió de mucho, piensan, haber entrenado con pelotas de voleibol y otras de fútbol con menos presión. Acá vuelan. Literalmente vuelan. Julio Barroso lo sufre y se sorprende cuando el balón ya está en su mano y cobran penal.

Es un trauma. Un verdadero trauma de altura. Aunque sigan diciendo que a “a los equipos chilenos no les cuesta jugar en La Paz”, el equipo más ganador en la historia del fútbol chileno nunca consiguió un triunfo por la Copa Libertadores en canchas ubicadas a más de 2.200 metros sobre el nivel del mar. Nunca. Ni en Calama, ni en Quito. No pudieron en Ciudad de México ni en Bogotá, donde Wilson Morelos les pasó por arriba el 2016 por Independiente de Santa Fe. Menos en La Paz.

De hecho Colo Colo nunca ganó en Bolivia por torneos internacionales. Perdió con Oriente Petrolero en Santa Cruz de la Sierra, con Bolívar en el Hernando Siles (2004) y con Universitario en Sucre. Con Real Potosí rescató un empate pero todos los jugadores salieron ahogados de una cancha ubicada a 3.900! metros de altitud.

Aún así parece un axioma que a los equipos chilenos no les cuesta jugar en la altura.

A pesar del lugar común y de la frase repetida, Pablo Guede sabía del trauma. Por eso intensificó las visitas a las cámaras de hipoxia (esas que simulan trabajos con deuda de oxígeno). Por eso el argentino inició en febrero una rutina en el Monumental: después de cada partido en Macul, cenaban de inmediato en un comedor contiguo a los camarines del estadio. Todo para acelerar la recuperación y adaptarse mucho mejor a este desafío en Bolivia.

“A los equipos chilenos no les cuesta jugar en La Paz”, repiten una y otra vez los especialistas pero cuando Juan Carlos Arce transforma en gol el penal cometido por Barroso, parece una deja vú maldito del partido por la Roja en las Clasificatorias. Fue el mismo jugador el que anotó desde los 12 pasos y condenó, en gran medida,  a la selección  a ver la Copa del Mundo desde lejos.

Colo Colo no podía perder porque su trauma es muy fuerte. Aunque Freud menosprecie los traumas, el de Colo Colo es muy duro. Lleva más de una década sin pasar la fase de grupos en la Libertadores. Por eso una derrota en La Paz los acercaba a un nuevo fracaso y a la casi segura eliminación anticipada.

Octavio Rivero corrió todo el partido, pero corrió en el contexto paceño. Esto es: correr dosificando de vez en cuando. Correr sin exigirse el corazón al máximo para evitar su explosión. Eso sienten arriba, cuentan los jugadores. Y el dolor de cabeza por el escaso oxígeno también juega. Quizás por eso el desahogo en La Paz (parece un oxímoron). Por eso el festejo tras el gol del empate.

Un punto de oro para mitigar un poco el trauma de la altura y de las eliminaciones consecutivas.

Si para los periodistas es un suplicio despachar desde fuera del estadio Hernando Siles con el nauseabundo olor a fritanga de los Pollos Copacabana, para los futbolistas es peor. Moverse en la altura no es un chiste. Menos ganar. De hecho de los últimos 23 partidos a nivel subcontinental de los clubes nacional, sólo hubo 3 triunfos.

El plantel de Colo Colo volvió con una mueca de sonrisa a Santiago.  No les importa lo que digan. Ellos saben lo que es jugar en esas condiciones y superar todos los traumas. Aunque sigan diciendo que “a los equipos chilenos no les …”.

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