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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Partir por el principio: una gran reforma que comience con la educación en primera infancia

"Queremos Centros de Aprendizaje Familiar, desplegados en todas las comunas de Chile. Al año 2030, proponemos que esta red abarque mil centros, cuya matrícula superará los 74 mil cupos, beneficiando a miles de personas".

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Danilo Olivares Vera es Cientista Político de la Universidad Alberto Hurtado. Realizó su tesis en Políticas educativas preescolares, trabajó en programas de reconstrucción y catastro calle. Miembro de la Agrupación Nacional de Boy Scouts de Chile.

Del total de niños y niñas en edad de 0 a 3 años el 70% no asiste a la educación parvularia. ¿Razones? La falta de cupos en el sistema público, problemas económicos o la preferencia de cuidado en sus hogares. Esto quizá no sería un problema, pero según Unicef, 1 de cada 4 niños y niñas chilenos no recibe los estímulos necesarios para potenciar su desarrollo cognitivo. Si bien la educación parvularia no es obligatoria —y tampoco pretendemos que lo sea— debemos impulsar el desarrollo de la niñez en garantías de derecho.

Esta semana, Educación 2020 lanzó su “Plan Nacional”: 30 prioridades educativas para cambiar Chile al año 2030. Los valores tras este documento son: flexibilización, autonomía, confianza e innovación para todo el sistema educativo. Y como el orden de los factores SÍ altera el producto, nuestra prioridad número uno será mejorar la calidad y cobertura de la educación parvularia.

Para este nivel educativo, una de nuestras propuestas más novedosas es crear una red de Centros de Aprendizaje Familiar (CAF). Se trata de establecimientos en los que las familias son parte de los cuidados y atención. Su objetivo será potenciar las habilidades de niños y niñas, así como el trabajo de los adultos responsables, incorporándoles en los procesos educativos y entregándoles herramientas para el aprendizaje y cuidado. Estos centros no son meras guarderías, son espacios de desarrollo activo.

El potencial de estos centros es que son una alternativa de alto impacto a bajo costo. Por ejemplo, al eliminar la segregación inversa de la educación pública en este nivel educativo. Hoy, los jardines y salas cuna financiadas por el Estado atienden sólo al 60% más pobre. Esto impide que niños y niñas de otros niveles socioeconómicos se encuentren en este espacio de socialización. La idea es que los CAF abran sus puertas a todas las familias, lo que fortalecerá la inclusión desde la primera infancia.

Otro beneficio de los CAF es que su modelo permite a niños y niñas vivir procesos educativos junto a sus familias acomodándose a las necesidades de los apoderados y no al revés. Considerando las extensas jornadas laborales que vivimos en Chile, estos centros flexibilizan su atención. Por ejemplo, si las familias necesitan el servicio sólo un par de horas a la semana o no todos los días.

Si aumentamos la cobertura con mejor calidad en el actual formato de jardines y salas cunas a estándares internacionales, necesitaremos más de 18 educadores y 23 mil técnicos. Los CAF nos permiten reducir dicha necesidad al incorporar a las familias de manera efectiva en el desarrollo de los aprendizajes. Si un jardín infantil actual tiene 8 profesionales un Centro sólo necesitará dos.

Queremos Centros de Aprendizaje Familiar, desplegados en todas las comunas de Chile. Al año 2030, proponemos que esta red abarque mil centros, cuya matrícula superará los 74 mil cupos, beneficiando a miles de personas. Pero lo más importante: serán espacios abiertos, con educación a través de la innovación y el juego, que potenciarán el encuentro entre familias distintas, lo que en un país tan segregado como Chile, sólo impulsará la igualdad de oportunidades y la justicia social.

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