El CAE y la contradicción del Frente Amplio
"No puede ser que se crea que los mayores desembolsos financieros deben ir a 'pagar deudas' –bancarias o simbólicas- en vez de invertir en futuro para quienes aún no viven en carne propia las falencias de un sistema educativo".
Alex Olivares es Ex presidente de Ciudadanos. Estudiante de políticas públicas en Oxford University.
En época de campaña es común escuchar a los candidatos hacer ofertones para convocar a la ciudadanía. En estas fechas, los medios se colman de ofertas de bonos, gratuidad, becas y perdonazos financieros. Esa es la forma en que algunos interpelan a sus electores y comprometen su apoyo a ciertas causas.
Por eso no extraña que, entre sus múltiples ofertas programáticas, Beatriz Sánchez se comprometiera a condonar la deuda del Crédito con Garantía Estatal, mejor conocido como Crédito con Aval del Estado (CAE)
El problema de esta propuesta no tiene que ver, solamente, con su oportunismo, financiamiento o populismo, sino más bien con su inconsistencia programática. Y es que Sánchez podría definirse como la candidata que busca representar a aquellos que han sido históricamente desplazados, los “muchos” que no acceden a la repartición de oportunidades y beneficios que este sistema otorga a unos “pocos” –parafraseando su programa de gobierno-.
Esta vistosa idea –presupuestaria y discursivamente- implica gastar más de 6 mil millones de dólares (en otras palabras, las líneas 3, 6 y 7 del Metro) en perdonar la deuda universitaria que muchos cargan por el CAE. Esto, asumiendo que se abordarán un sinnúmero de otros desafíos en materia educacional, de pensiones, salud, etc.
El problema es que en los primeros niveles de enseñanza no se pretende gastar ni la mitad de esos fondos. Es más, los gastos más importantes en materia educacional –para el Frente Amplio- son el aumento de sueldo para profesores y el pago de sus deudas laborales y previsionales.
Nadie puede negar que existe la necesidad de mejorar las condiciones laborales de quienes juegan un rol central en la formación de nuestros niños, pero no puede ser que se crea que los mayores desembolsos financieros deben ir a “pagar deudas” –bancarias o simbólicas- en vez de invertir en futuro para quienes aún no viven en carne propia las falencias de un sistema educativo donde, por ejemplo, solo uno de cada cinco menores tiene acceso a educación de primera infancia – etapa crucial para mejorar las oportunidades de “muchos”-.
Esto es problemático, porque es en esta etapa donde “muchos” comienzan a vivir las desigualdades que terminan transformando la idea de seguir estudios superiores en un sueño imposible.
La inconsistencia de Sánchez radica en prometer que se hará cargo de todas las injusticias o problemas que Chile padece, pero priorizando aquellas que aminoran un daño ya infringido –el CAE-, en vez de mejorar las oportunidades futuras de quienes aún no ingresan al sistema. Porque no son los deudores del CAE los primeros en la fila de las injusticias de nuestro sistema educacional.
El programa de “muchos” dice todo lo que un elector mayor de 18 años quiere escuchar. Quizá porque priorizar no es tan atractivo ni políticamente útil. Al final, quienes hoy no cuentan con educación de primera infancia están lejos de poder votar.
Pero si realmente queremos mejorar las condiciones de aquellos que son hoy los más desfavorecidos por este sistema educacional, la prioridad en Educación debiera ser permitirles a los miles de niños que no ingresan al sistema, acceder a una educación de calidad que los habilite a adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para romper con las desigualdades del sistema que hoy solo garantiza a unos pocos el derecho a soñar con ir a la universidad.