Director de La Furia del Libro por alumnos que se niegan a leer a Lemebel: “Es una señal de alerta tremenda”
A juicio de Galo Ghigliotto, la lectura en establecimientos educacionales debe ser guiada. Afirma que se debe volver a los clásicos y dejar de ser complacientes con los estudiantes.
En cuatro días, 182 editoriales independientes se reunieron en el GAM en lo que se trató de la 12° versión de La Furia del Libro. El evento literario nació como una queja al complejo proceso de distribución de los libros de las editoriales independientes y al 19% de impuesto que se aplica a los libros, siendo el segundo más alto de todo el mundo. Pero a lo largo de los años se ha consolidado como un espacio propio del mundo independiente, donde se pueden encontrar libros de nicho, otros donde se prioriza el diseño y otros que juegan con la materialidad.
Galo Ghigliotto, director de La Furia y editor de Editorial Cuneta, analiza la fractura que divide al gremio editorial, así como también la polémica que se creó por los estudiantes del Liceo San Francisco de Independencia que se negaron a leer textos de Pedro Lemebel por la orientación sexual del fallecido escritor.
A su juicio, hay que volver a las lecturas formativas de los clásicos y dejar de ser tan complacientes con los jóvenes. “No hay que darles a los chicos solamente libros que les van a gustar porque si es por eso vamos a terminar mostrándoles las películas que se adaptan de los libros o vamos a mostrarle cómics. El intelecto se alimenta con la lectura”, dice en entrevista con El Dínamo.
-La Furia surgió como un espacio que rechazaba el IVA del 19% en los libros. ¿Qué otras banderas han tomado este último tiempo?
-El nombre de furia se nos presentó como broma en una conversación entre amigos, sobre esa dificultad que teníamos las editoriales independientes de meter nuestros libros en las librerías. A nosotros nos daba rabia que el sistema fuera así. Luego lo unimos con el tema con el libro en Chile, que es el segundo impuesto más alto del mundo. Como bandera de lucha nos identificamos mucho con las personas que están del lado de la confrontación, de la oposición permanente, y siempre tratamos de ofrecer espacios para esas voces que tratan de silenciar. Hay mucha literatura queer, el feminismo tiene un espacio importante en la edición independiente.
-¿Eso desde siempre, no porque ahora sea políticamente correcto?
-No, desde siempre. De hecho, una editorial independiente emblemática en ese sentido es Cuarto Propio, que el nombre lo saca de Virginia Woolf, de la necesidad de tener un espacio propio para crear y también apoyando la publicación de muchas autoras. Históricamente, LOM ha publicado sobre temas de género y ahora hay muchas otras editoriales que han surgido en el último tiempo que también lo están haciendo. El tema mapuche también, las editoriales independientes siempre han dado espacio a la poesía mapuche, que la poesía en sí es un género muy difícil de vender. Hay editoriales grandes que sólo publican a poetas consagrados, como Nicanor Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral. Más que nada ha sido el espacio para los que no han tenido voz o no han tenido lugar de difusión masivo, o para autores jóvenes también. De a poco hemos ido ganando un terreno importante.
-Si se rebajara el impuesto, ¿se leería más en Chile?
-La verdad es que no sé si la gente leería más sin impuesto. Lo importante de eliminar el IVA es el gesto, es empezar a salir de la dictadura porque Chile en muchos aspectos lo está y el impuesto fue grabado en 1976. Es una herencia que tenemos de la dictadura. El aporte que hace el impuesto al libro al PIB debe ser mínimo, irrisorio. Entonces si es insignificante, yo no entiendo el motivo de mantenerlo. De algún modo eso obviamente va a beneficiar a los lectores.
-Filsa no tuvo ni buena prensa ni buena asistencia este año. ¿Está fisurada la escena editorial chilena?
-Ha estado fisurada este año. De hecho, creo que se notó mucho en todas las cartas que circularon como cuchillo que volaban en la prensa. Y bueno, el hecho que la Corporación del Libro haya decidido salirse de Filsa y crear su propio evento en una fecha paralela da cuenta de un conflicto. Hay personas que han hecho ferias alternativas. En México, por ejemplo, está la feria de Guadalajara y otra en paralelo. Yo creo que en México hay un mercado y producción que da para eso, pero en Chile no. Lo ideal es que vuelva la paz a los gremios, que se entienda que esta retroalimentación existe y que se piense en el lector, que es lo más importante. Todos estamos trabajando para eso y a veces se nos olvida.
-Pasa mucho que las editoriales independientes publican a autores nuevos, y que si les va bien luego son captados por las editoriales grandes. ¿Es frustrante o se entiende como un paso natural?
-Depende del caso. Hay algunos editores que se frustran cuando han hecho todo un trabajo de descubrir un autor y crearlo y que luego se va con contrato firmado con otra editorial, en muchos casos sin ni siquiera tener un libro escrito. Hay otros que se lo toman con más orgullo, en el sentido de decir ‘yo descubrí a este autor y ahora le está yendo bien’. Es muy diversa la forma de tomárselo. Se da mucho que las editoriales independientes hacen un scouting para las trasnacionales, sin quererlo. Uno no puede forzar a su autor a quedarse cuando hay otras que le están ofreciendo más dinero u otro atractivo en cuanto a su difusión. Por otra parte, también ocurre al revés: autores que han sido publicado en transnacionales deciden empezar a publicar en independientes. Nosotros en Cuneta hemos publicado a Alejandra Costamagna, que empezó en LOM y ahora está en Anagrama. Somos un sistema que se retroalimenta de diferentes formas. Por supuesto yo soy un lector de libros de editoriales transnacionales como también de independientes. O sea, yo soy un lector de libros.
-Ante la proliferación de editorales y microeditoriales independientes, ¿cuál es la postura respecto al mercado de la industria literaria?
-A Chile la palabra industria le queda grande. El tema del libro ha sido completamente abandonado, y por lo mismo está muy poco regulado. Pero lo positivo es que el hecho de que exista un mercado tan precario: las ventas son pocas y el tiraje también. La producción es amplia en cuanto a bibliodiversidad pero en cantidad es poca. Así y todo aparecen más y más editoriales y se publican más y más libros. Lo bueno que tiene todo esto, es que al final el mercado es tan insignificante para nosotros como proyecto que eso hace que se puedan hacer libros que en otros países no se publicarían.
-Ustedes ahora convocaron a 180 editoriales y pusieron el acento en los 30 años del plebiscito. ¿Qué se buscaba destacar?
-Quisimos hacer un juego. El año pasado dijimos ‘Ya no basta con leer’, para tomar conciencia de lo difícil que estamos enfrentando como país, en un mundo donde las derechas y fascismos están a la orden del día y donde el Gobierno no tiene problema en decir que la migración no es un derecho humano. Este año se cumplieron 30 años del triunfo del no, fue un momento que pocas veces en Chile se ha logrado hacer un cambio tan significativo a través de la conciencia colectiva. Al mismo tiempo está la desazón de estar inseguros de si esa alegría que se prometía llegó. Por eso jugamos con un poco (con el eslogan) diciendo que La furia ya viene y ahora La furia llegó. Yo no sé si la alegría llegó definitivamente, pero la furia llegó. La furia está aquí.
-En un liceo de Independencia los alumnos se negaron a leer textos de Lemebel. ¿Cuál es tu apreciación?
-Me dieron ganas de escribir algo sobre el tema porque la verdad es que me parece horrible. Que alguien se niegue a leer un texto porque le parezca asqueroso, o lo que sea, me parece muy triste. Como país eso es una alarma, es una señal de alerta tremenda. No puede ser que personas jóvenes, personas que están descubriendo el mundo, que tienen que conocer las diferentes facetas que tiene la vida se nieguen a encontrar una por un prejuicio. Porque finalmente ellos no emitieron el juicio después de leer el libro, lo hicieron antes. Eso habla muy mal de la sociedad que estamos teniendo ahora. Me parece aún peor que ocurra en estos días, donde existe la libertad de expresión y estamos hablando temas de género, inclusión y luchando contra la homofobia aparezca esto de parte de los jóvenes.
-¿Es lícito que los estudiantes decidan qué quieren leer?
-Yo creo que no. O sea, mi punto de vista, y aquí entramos en una discusión que es más profunda porque tiene que ver con la forma de mirar el fomento lector. Hay personas que dicen que el fomento lector es que los alumnos lean cualquier cosa. Mi opinión es que nosotros debemos guiar esas lecturas, debemos ofrecer lecturas que sean enriquecedoras, porque hoy pasa que los jóvenes están leyendo un tipo de literatura juvenil que es desechable, plástica. En mi época recuerdo haber leído Kafka, Dostoievski, Hesse, autores que te dejan enseñanzas de por vida. Y ahora solo leen libros que están hechos para vender.
-¿Tipo Germán Garmendia?
-No, escritores, pero de dudosa calidad. Estos alumnos se están perdiendo la oportunidad de leer a Lemebel, uno de los mejores escritores que ha tenido Chile. No podemos permitir eso, no se puede permitir. Ellos puedes criticar, hacer pedazos un libro si quieren, pero tienen que leerlo.
-Y en términos de lecturas sugeridas a escolares, ¿qué qué hace falta que lean los jóvenes?
-Hay que volver a las novelas de formación que nos hablan del mundo, del pasado, de épocas que no conocemos. Hay que salirse un poco de la fantasía, de la ciencia ficción. Cuando estamos formando lectores no hay que ser tan complacientes, no hay que darles a los chicos solamente libros que les van a gustar porque si es por eso vamos a terminar mostrándoles las películas que se adaptan de los libros o vamos a mostrarle cómics. El intelecto se alimenta con la lectura, y así como se hace educación física en los colegios, se tiene que hacer la educación física del intelecto. Entonces, hay que dar a leer libros que sean exigentes y que luego los estudiantes puedan hacer sus comentarios, pero habiendo leído, no negándose a leer.