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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Las personas detrás de los números

Con los resultados de éstas pruebas se generan todo tipo de rankings o listas de posiciones de los establecimientos educativos, y muchos juzgan a las escuelas y su quehacer en base a este raso y bruto valor.

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Victoria Valdebenito es Socióloga. Profesora Escuela Psicología Universidad Adolfo Ibáñez

Las pruebas estandarizadas, de las cuales SIMCE es un ejemplo, han ganado terreno y aceptación alrededor del mundo en las últimas décadas, siendo consideradas como indicadores “objetivos” del nivel de aprendizaje de una persona. Se llaman estandarizadas puesto que las respuestas a las preguntas han sido previamente definidas como correctas o incorrectas, las cuales se codifican con un valor numérico para así usar la estadística como técnica de análisis. La semana pasada el Ministerio de Educación dio a conocer los resultados de SIMCE, que fue rendido el año 2018 por niños de cuarto básico y de segundo año de enseñanza media en Chile.

Con los resultados de éstas pruebas se generan todo tipo de rankings o listas de posiciones de los establecimientos educativos, y muchos juzgan a las escuelas y su quehacer en base a este raso y bruto valor. Al considerar de esa manera los resultados, lo que se hace es una lectura de éstos sin considerar los contextos, y sin preguntarnos quienes son esas personas que obtuvieron esos resultados, cuál es su situación socioeconómica, cuales son las características de las zonas, localidades, ciudades, regiones donde viven. En ese sentido, los resultados SIMCE no dan cuenta de los problemas asociados al fenómeno de la centralización en Chile.

En esta ocasión la Ministra de Educación Marcela Cubillos señaló que “los estudiantes que se esfuerzan, que van a clases y tienen altas expectativas muestran mejores resultados en sus aprendizajes”. Sin embargo, las estadísticas esconden a las personas. Los resultados no dan cuenta de las realidades regionales de cada estudiante, el tipo de expectativas de padres y profesores sobre ellos, cuantos libros hay en sus hogares, cual es el nivel educativo de sus padres, todos estos elementos que la investigación ha señalado como determinantes en los resultados académicos.

Decretar si un establecimiento ofrece o no educación de calidad, en base al resultado de una prueba estandarizada es limitante y simplista. Que los establecimientos educativos destinen gran parte de su tiempo para preparar una prueba de este tipo (lo cual es realidad en muchos casos) nos habla de esas mismas restricciones. ¿Qué es la educación? y ¿para qué estamos educando a las personas en Chile? Son preguntas que necesitan respuestas serías y responsables con carácter de urgencia, antes de leer más resultados SIMCE y seguir aplicándolo. Medir a todos con la misma vara, sin considerar desigualdades, habla de la falta de un proyecto país y un proyecto educativo coherente, que incluya a la equidad en las definiciones de calidad, lo cual se hace difícil en el marco de las políticas educativas neoliberales que orquestan a nuestro sistema.

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