Cómo la pandemia de coronavirus abrió la posibilidad de poner fin al uniforme escolar
Una iniciativa legislativa busca que la compra de la vestimenta para ir al colegio no sea obligatoria, algo que la ley permite, pero que aún está en un vacío.
La pandemia del coronavirus generó un verdadero terremoto para el sistema educativo a nivel nacional y mundial, poniendo en jaque la forma en la que se desarrollan las clases e incluso la obligatoriedad del uniforme escolar, el que en el caso de Chile lleva cerca de cinco décadas de vigencia.
La crisis económica y la incertidumbre ante el retorno de las clases presenciales hizo que surgieran voces que pidieran que esta vestimenta no sea obligatoria.
El diputado Marcelo Díaz (Unir) afirmó que es necesario no hacer exigible la compra de camisas, poleras, jumpers y pantalones, apuntando a “que cada familia decida si va a querer el uniforme o si su hijo va a asistir con ropa normal”.
“Es una medida que evitaría gastos extraordinarios como lo suelen tener la mayoría de las familias con hijos en edad escolar durante el mes de marzo de cada año, y también va a aliviar en algo el patrimonio y el presupuesto familiar que se ha visto tan afectado con esta pandemia”, señaló el congresista.
Más allá de esta idea, el fin del uniforme escolar es un tema que se está debatiendo desde hace años. La ley de inclusión, vigente desde 2015, plantea que un establecimiento no puede excluir a alumnos según su vestimenta, pero también estableció que el recinto sí puede imponer su obligatoriedad según las definiciones de su reglamento interno.
Al igual que con la educación a distancia, el COVID-19 podría significar un paso adelante en este debate, en el que los alumnos deberían tener el protagonismo.
La evolución del uniforme escolar
Patricia Guerrero, psicóloga y académica de la Facultad de Educación de la Pontifica Universidad Católica, es una de las especialistas que ha investigado el rol del uniforme en el sistema educativo chileno, recogiendo los testimonios de los estudiantes, quienes han planteado la relación que mantienen con la vestimenta obligatoria.
“El tema del uniforme escolar nace desde una lógica de la escuela republicana que todos seamos iguales. Después, en los años noventa aparecen las escuelas particulares subvencionadas y surgen signos de distinción asociada a la globalización y a las escuelas norteamericanas y europeas privadas. Por eso aparecen los uniformes con colores propios según el colegio, las faldas a cuadrillé y las poleras”, expresó la especialista a EL DÍNAMO.
La visión de los alumnos sobre el atuendo diario para ir a la escuela también ha cambiado, considerando las nuevas visiones y necesidades de los niños, niñas y jóvenes.
“Lo que más dicen los alumnos es que se saquen las faldas obligatorias para las niñas, porque las propias alumnas dicen que es afecta en su movilidad. Los varones también tiene problemas con el uso de pantalones en meses de octubre en adelante porque el calor se adelanta. Es decir, los uniformes no se están haciendo cargo ni de las demandas de género ni de la situación de cambio climático”, afirmó.
Guerrero afirmó que en algunos colegios que reabrieron sus puertas en pandemia se definió tras un acuerdo con toda la comunidad escolar que el uniforme no fuera obligatorio, lo que tuvo buenos resultados.
La oportunidad del cambio
La crisis del COVID-19 y la incertidumbre sobre el retorno a las clases presenciales podría dar una oportunidad para avanzar en un debate en el que la legislación está un poco más avanzado de lo que se cree.
“Hay un vacío legal, porque si bien el estudiante tiene un manual de convivencia que seguir, por derecho no puede ser discriminado ni se le puede quitar su derecho a la educación”, precisó la investigadora.
Guerrero subrayó que el diálogo entre los distintos actores del mundo educativo tiene que definir las distintas necesidades, considerando que algunas familias reciben la vestimenta de parte del Estado y les significa un apoyo al no tener capacidad de deuda para comprar ropa “de calle”.
“Hay proyectos educativos con una mixtura social, donde se pueden generar debates por situaciones de incomodidad. Pero los niños están muy dispuestos a discutir las cosas y tienen una visión clara sobre el tema”, agregó.
La integración de las opiniones de los estudiantes sería fundamental en la discusión. “Los alumnos quisieran ir al colegios con artefactos de distinción, ellos quieren llevar su identidad al colegio. Y eso va de la mano a esta nueva escuela, que no es la escuela republicana, sino que es participativa“, expresó la psicóloga.
“El jeans day (día en el que los alumnos pueden ir sin uniforme) es el día que los niños exponen su identidad, y es el minuto en el que se ponen a prueba los prejuicios. Ellos tienen la impresión que si esto ocurriera todos los días no tendrían esa sensación. Ellos creen que si uno empieza a ir todos los días hay menos presión”, afirmó.
El retorno a clases post pandemia también podrá a prueba la misión de “igualdad social” que se le asignó al uniforme escolar en el siglo XX, la que según la académica es lejana a la realidad.
“Los signos de distinción en la escuela son múltiples, hay una fantasía de que en la escuela no existen esas diferencias a través del uniforme y no es así, no es posible homogeneizar. Con uniforme y todo hay niños que llevan un tipo de colación, que no comen, o que no pueden dormir bien por el entorno donde viven. Las comunidades escolares deben tomar todos esos elementos a la hora de tomar sus decisiones y considerar la opinión de los estudiantes”, concluyó.