Simce será clave para medir el impacto del eterno cierre de escuelas en Chile
Expertos analizaron el impacto de los casi dos años sin clases presenciales luego que el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, reconociera que la suspensión prolongada fue una “equivocación”.
Los dichos del ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, admitiendo la “equivocación” del país por mantener las escuelas cerradas por un tiempo prolongado debido a la pandemia de COVID-19, abrieron en debate y establecieron proyecciones sobre las consecuencias que tendrá la suspensión eterna de las actividades presenciales.
Los recientes episodios de violencia registrados en las escuelas llevaron a que las autoridades reflexionaran sobre el impacto de la falta de socialización de los niños y adolescentes tras casi dos años de encierro forzado.
“Yo creo que efectivamente nos equivocamos. La falta de socialización de dos años fue muy grave, afectó. Por eso nosotros apostamos por la presencialidad, el presidente (Boric) lo ha dicho: las escuelas son las primeras en abrir y las últimas en cerrar”, expresó.
En total, y según las cifras de la Unesco, Chile acumuló 71 semanas con sus actividades suspendidas. La posición de nuestro país va en línea con gran parte de Latinoamérica, ya que México llegó a las 71 semanas, Brasil a las 78, Argentina a las 79 y Bolivia a las 81. El país mejor posicionado de la región es Uruguay, en donde el cierre se extendió por 40 semanas.
Los datos del continente se distancian de países desarrollados como Canadá (51 semanas), Alemania (38), Dinamarca (34), Nueva Zelanda (24) y Francia (12).
Los impactos a todo nivel
Susana Claro, profesora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica (UC), analizó el impacto de la pérdida de clases presenciales a través del Monitoreo Nacional del Sistema Educacional en Pandemia, trabajo investigativo realizado en conjunto con el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile y el Ministerio de Educación (Mineduc).
En conversación con EL DÍNAMO, afirmó que aún se necesitan más datos para saber cuál será el impacto de la pérdida de clases en término de años, aunque mencionó los ejemplos de otros países que por diversas circunstancias sufrieron la paralización del proceso educativo normal.
“Por ejemplo, en Argentina el cierre de colegios causado por paros de profesores tuvo efectos que se encontraron incluso 30 años después: quienes tuvieron sus colegios cerrados tenían mayor desempleo y menores ingresos que sus pares comparables. En los datos que se están recogiendo ahora en otros países vemos retrocesos de 10 años en lectura, en Brasil”, mencionó.
Claro enumeró algunas de las consecuencias de la interrupción prolongada de la presencialidad, la que abarca temas más allá del propio aprendizaje. Entre ellos se encuentra la obesidad y desnutrición, el aumento de la violencia intrafamiliar, incremento de los abusos sexuales y el embarazo adolescente, disminución de la salud mental, falta de desarrollo de habilidades socioemocionales para la convivencia, gestión de bienestar individual, etc.
“Todo esto hace que además de cualquier disminución o retroceso en el desarrollo cognitivo sea aún más difícil de enfrentar o retomar, porque las condiciones actuales son más desafiantes que como estaban en 2019”, señaló.
La clave de la prueba Simce
La prueba del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (Simce), que lleva dos años suspendida, será clave como instrumento para las autoridades y los investigadores que buscarán evaluar el impacto de las 71 semanas sin clases presenciales.
Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar, explicó a EL DÍNAMO que “la mejor herramienta para medir con precisión el impacto de la pandemia en los aprendizajes, de forma válida y confiable es el Simce”.
“Al aplicarse a todas las escuelas, todas contarán con datos, y dada las características de la prueba, permitirá compararnos con la situación previa a la pandemia. La aplicación del Simce es el paso clave para recuperar lo perdido por el cierre de escuelas durante la pandemia”, añadió.
Susana Claro coincidió con este punto, precisando que al no tener los datos de esta prueba o una estimación de recuperación de habilidades basales “sólo tenemos hipótesis basadas en estudios de otros países”.
“Es muy importante un Simce que levante datos confiables y comparables con pre pandemia. Otras cosas importantes son más desafiantes de medir y contrastar con pre pandemia son la salud mental y el bienestar. Hay habilidades desarrollo personal y social que también se miden con el Simce”, complementó.
Con todo, la académica afirmó que Monitoreo Nacional del Sistema Educacional en Pandemia se han logrado algunas conclusiones, como las importantes diferencias socioeconómicas en la cantidad de horas semanales que cada estudiante tuvo acceso a la educación presencial.
“Esto nos hace predecir que las brechas que genera un cierre de escuelas normalmente sea aún mayor. Esas diferencias las estamos intentando estimar ahora”, manifestó.