"Ángel de mi guarda, dulce compañía", por Andrea Silva
Hacer dormir a mi hijo me recuerda a cuando participaba del vía crucis en Algarrobo, lleno de estaciones. Primero hay que darle una tina (hirviendo para que baje las revoluciones). Segundo, poner una música tipo "Enya para infantes". Tercero, darle su masaje de relajación con aceite de caléndula. Cuarto, meterlo en la cuna, con todo el forcejeo que eso implica.
Hacer dormir a mi hijo me recuerda a cuando participaba del vía crucis en Algarrobo, lleno de estaciones. Primero hay que darle una tina (hirviendo para que baje las revoluciones). Segundo, poner una música tipo “Enya para infantes”. Tercero, darle su masaje de relajación con aceite de caléndula. Cuarto, meterlo en la cuna, con todo el forcejeo que eso implica.
Es en esa estación cuando comienza su deambular, tipo león enjaulado que sólo cesa una vez que yo me meto a la cuna con él (es de madera resistente). Ya juntos, en posición muy enroscada, viene la estación “cuento contado por mí”, porque si quisiera leer alguno tendría que prender la luz y si hay luz no hay posibilidad de que concilie el sueño.
Hoy no me siento creativa, no soy capaz de inventarle una historia del tipo “había una vez una ranita que quería ir a la luna…”. Hoy ha sido un día raro, mejor voy a contarle la historia del Angel de la Guarda.
– ¿Qué es un ángel ? Me interrumpe.
– Un ser con cara de niño y alitas.
– ¿Vuela?
– Sí.
Treinta segundos de silencio. ¡Se va a dormir! Me ilusiono y muevo con cuidado mi pierna derecha totalmente agarrotada.
– ¿Para qué sirve? Interrumpe mis pensamientos positivos.
– Es un guardián.
Da un brinco en la cuna que lo deja aferrado a los barrotes.
– ¿Así como Zeus? (su perro)
– Como Zeus… pero no ladra, es más liviano, más lindo, menos hediondo, sin baba, no deja pelos en la alfombra, no come pellet con olor a pescado, no necesita que lo lleven al parque….
– Porque se va volando, dice sabiondo y entusiasmado.
– Sí.
– ¿Y dónde está ahora?
– Aquí.
Se queda alucinado mirando la habitación.
– Siempre está contigo para cuidarte de todos los peligros, para guiarte cuando estás confundido o simplemente para hacerte compañía.
Me siento una madre-profeta y solemnemente tomo su manito y digo: “Angel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…”. Pedrito lo recibe como si fuera un mantra sagrado, sigue inmóvil y en silencio. ¡Se quedó dormido! Celebro moviendo mi cuerpo que ya tiene hormiguitas por baja circulación y hago una maniobra estilo Nadia Comaneci para salir de la cuna. Camino en puntillas hacia la puerta, giro la manilla delicadamente, comienzo a abrirla, estoy a 3 segundos de alcanzar la libertad…
– Mamá
– ¿Qué hijo?
Mi voz suena a la de Nadia Comaneci apunto de caerse del taburete.
– Mejor dile que se vaya.
Sobre la autora: Andrea Silva es chilena, bilingüe, casada, con hijos, profesional sin pega estable, con ahorros, un poco católica, sobrepasada, sobreexigida, adicta a la sicóloga y al dulce. Con mañanas horrendas, pero con tardes lindas.