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15 de Diciembre de 2010

5 formas de matar la sed en la parrilla

Síntoma de madurez (más bien de vejez) es darnos cuenta cómo nuestros asados evolucionan con el tiempo. Los inicios fueron con una clásica parrillada de vidrio universitaria, en la que carne faltaba y cervezas y vino sobraban (tuve el honor de conocer el “guatero espacial”, vino envuelto en una seudo cantimplora de metal). De asado había poco: con suerte unas escuálidas longanizas y algunas hamburguesas compartidas. Resumen, poco me acuerdo de lo comido y un completo fue el mejor final encontrado.

Por Redacción
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Síntoma de madurez (más bien de vejez) es darnos cuenta cómo nuestros asados evolucionan con el tiempo. Los inicios fueron con una clásica parrillada de vidrio universitaria, en la que carne faltaba y cervezas y vino sobraban (tuve el honor de conocer el “guatero espacial”, vino envuelto en una seudo cantimplora de metal). De asado había poco: con suerte unas escuálidas longanizas y algunas hamburguesas compartidas. Resumen, poco me acuerdo de lo comido y un completo fue el mejor final encontrado.

 

Con el tiempo aumentó la calidad de las carnes y disminuyó la ingesta de líquidos. Aparecen los hijos y los asados cada vez parecen más un concurso de ensaladas de colores, que un patache de valientes. Los achaques de la mediana edad tienen a algunos preocupados del porcentaje de grasas de las carnes y de las calorías de una bebida.

 

Amigos se quejan del acido úrico (yo mismo) y traidores se dejan atraer por la lechuga. Pecadores transforman un asado en un plato de pollo con ensaladas: hemos entregado nuestras últimas banderas de juventud. La esperanza la tengo con gestos de dos amigos: ella, pelolais, indignada me insultó por osar picar carne y verduras en un plato. Su sentencia fue:“eso es de niñitas, los asados se comen al pie de la parrilla”.

 

El otro hizo una promesa conmigo: “los asados se prenden almuerzo y se apagan en la madrugada”. En eso llevamos meses. Siguiendo sus consejos, he tomado una decisión: recuperar la tradición de la parrillada de vidrio. Sin renunciar a los placeres de la buena carne (con mis asados de tira y tapabarriga). Sin la ansiedad de la adolescencia, con el rock que da la madurez. Me he dedicado a descubrir qué líquidos son mejores compañeros para la parrilla. Algunos de ellos los quiero compartir:

1) Cervezas: de todos tipos. Desde que alguien me dijo que además engordaban poco, más las quiero. Recomiendo tres que me han derrotado este año: Cerveza Capital Indian Pale Ale, Estrella Damm InEdit, Kustmann Gran Torobayo. Todas con cuerpo y cargaditas al lúpulo, un lujo.

 

2) Tom Collins: sí, recupere la vieja tradición del Tom Collins que tomaba mi abuelo. Es lejos lo mejor para la sed y te limpia hasta el último pedazo de la garganta. Prepararlos es sencillito y pasa como agua. Es lo único que me deja listo para empezar con tragos más fuertes. Receta: gin, jugo de limón, soda y azúcar. Todo más o menos en proporciones iguales…y listo.

 

3) Piña Colada: confieso que es lo menos barrillero que hay, pero de puro rock no vive el hombre. Es como postre y bueno para las pololas y para aquellos que le tengan miedo a algo más fuertón. Preparación: una piña, ron blanco, tarro de crema de coco y hielo. Otra vez todo lo pongo en proporciones similares a la juguera y listo.

 

4) El IVS: Es el último éxito en mi casa – invención de asado-y refresca lo suficiente como  para tomarse varios. El problema es el después. Ponga una porción de vodka, otra de ginger ale y otra de limón, hielo y rállele jengibre encima. Dan ganas de llorar.

 

5) El vanilla sky, que es un robo a mis amigos de El Ciudadano, pero hit casero: vodka, vainilla, un poco de champaña, tónica, albahaca y hielo. No vale la pena relatarlo, es superior a todo, el verano y el asado son sus mosqueteros.

De vinos no voy a hablar, hay demasiados expertos y mucho snobismo dando vueltas por ahí. El pisco sour me superó, ya lleva demasiados años animando aperitivos y de verdad creo que con el choripán no se llevan bien.

 

La champaña no va no más, es como el pollo: naturalmente incompatibles con la parrilla, fuera de lugar. Como novio con short o superman con gualetas, simplemente no combinan. Para eso prefiero seguir en el guatero espacial y la eterna longaniza.
Nos vemos

 

PD: por ahora estamos acompañando los asados con el disco de Boleros de Carlos Cabezas, Koop y Lila Dawns, cuento para que no parezcamos tan adolescentes.

 

 

 Sebastián Iglesias Sichel, abogado, 33 años, padre de Pedro. Ex muchas cosas. Casi casi otras tantas. Vinculado a la política por vocación, a los asados para ver a los amigos y a la música para acompañar la vida. A veces medio obseso, otras tantas emprendedor. Mis obsesiones del momento: renovar la política y hacernos cargo de la modernidad. Tratando de que nos renovemos hasta nosotros mismos y que nos hagamos corresponsables de nuestro futuro.

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