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16 de Diciembre de 2010

"Porque casi todos tenemos bigotes", por Juanita Vial

Me produce una pequeña puntada, entre el esternón y el ombligo, cuando pienso en que debo ser ordenada y tener, como me enseñaron en mi colegio opus dei, una introducción, desarrollo y conclusión para que todos queden contentos y no digan que esto no es algo serio. Pero ahora que empiezo a escribir se me va pasando, y les doy esto a los que me gozan y me dejan vivir con ellos.


Por Redacción
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Me produce una pequeña puntada, entre el esternón y el ombligo, cuando pienso en que debo ser ordenada y tener, como me enseñaron en mi colegio opus dei, una introducción, desarrollo y conclusión para que todos queden contentos y no digan que esto no es algo serio. Pero ahora que empiezo a escribir se me va pasando, y les doy esto a los que me gozan y me dejan vivir con ellos.


No soy seria porque si lo fuera sería una lata. No desprecio a los que lo son, simplemente les huyo, porque no los entiendo. A mí, casi todo me provoca risa, incluso la muerte. Pasado un tiempo, por supuesto. Creo que los muertos se ríen o descansan o nada desde nuestro corazón. El día que nos acordamos de ellos con una sonrisa es el momento en que son inmortales, no cuando van a hacer la cola ante San Pedro, que me imagino muy parecida a la de un Servipag.

 

Mi abuelo paterno me odiaba, yo lo quería un poco, pero en estas fechas. Lo revivo todos los años cuando recuerdo la película “ Una Canción de Navidad” y al señor Scruch. Así hago que viva en un corazón que le cargaba. Entonces me vengo y me reconcilio.

 

Y me acuerdo del momento en que se murió y yo le dije a mi papá que lo único que quería tener de él era una lámpara y, juro que fue el segundo en que se apagó. Ahí los dos nos reímos entre lágrimas, porque a pesar de todo, sabíamos que nos iba a faltar algo en nuestras vidas. No la lámpara, que hoy la encuentro horrenda, sino que el señor que encontraba que no llevábamos con prestancia nuestro apellido: Vial. ¿Qué se habrá imaginado que era tener ese nombre? ¿Se habrá creído primo de Felipe el Hermoso? A mí, mi apellido me suena a carretera y cemento, no a joyas de la corona.


Y en la tierra en que vivimos no es fácil llamarse de cualquier forma. Siempre tenemos un chiste para el que no nos suena. Qué ridículo sería andar con Campanilla, el que es poco original con el apellido y ocupa 42 páginas en la guía de teléfonos o tiene un apellido parecido a Kultrún.

 

Como si no fuéramos todos parte de la misma bola de plasticina que mezclada quedó de ese gris verdoso y se dividió equitativamente entre los habitantes de este país. No sé de censos, no sé cuántos somos, no me interesa. Lo que sí sé es que somos mucho más humanos de lo que nos creemos, que casi todos tenemos bigotes, que nos gustaría ser siempre más de lo que realmente somos, estar menos en la boca de otros. Al menos a mí, hacernos notar sin que los demás lo noten y tratar de no parecer frívolos ni tontos. O sea, tenemos muchas de las cualidades de la bola de plasticina.


Y hablando de fútbol, me gustan los hombres que gritan cuando ven un gol porque siento que hay cosas más potentes que un orgasmo, que pierden la compostura realmente con el éxito de un tercero, porque creo que se deben imaginar la fuerza del fémur cuando se patea la pelota.

 

O vaya uno a saber lo que sienten, pero yo los siento poderosos con esa actitud. Y a las mujeres que se las baten con eso, las envidio. Porque cuando gritan, me las imagino en un parto sin anestesia. Y sí, ya me di cuenta de que nunca antes hablé de fútbol.

 

Si vieran cómo duermen estas tres criaturas preciosas sobre mi cama en este momento, sabrían que la naturaleza no se tomó el suficiente tiempo para hacernos esculturales y perfectos. Ya quisiera la Kate Moss dormir como mi Silvio, por ejemplo, al frente de su novio. Son mis gatos, quiltros pero felinos. Finos de modales hasta para descansar. Manitos estiradas en perfecta sincronía, cabezas en el ángulo exacto para que no parezcan caídas al azar, nada de ronquidos ni orejas gachas. Por sus venas sí que corre la elegancia que jamás tendremos como esclavos, chilenos, príncipes o sultanes.

 

 

SOBRE AL AUTORA: Juanita Vial es productora de moda para editoriales y publicidad. “Mi nombre es el que se lee, no es diminutivo. Jamás me haría la guagua. Escribo para mí y me cargaría que otros lo leyeran, por eso no pienso cuando lo hago. Lo más íntimo que puedo contar es que soy una feliz madre, de Esperanza y cuatro gatos, la mayor no está físicamente pero habita el único cielo posible: el de los animales”.

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