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2 de Enero de 2011

"Las musculocas del gimnasio", por Santiago Maco

Por alguna razón fui a parar a un gimnasio de fisicoculturistas. No es el más cuico, ni el más caro, ni el más limpio, pero sí el más musculoso de todos. Una viñeta de DC Comics repleta de superhéroes en mallas y, por lo mismo, uno de los gimnasios más gays en los que he estado

 

Por Redacción
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Por alguna razón fui a parar a un gimnasio de fisicoculturistas. No es el más cuico, ni el más caro, ni el más limpio, pero sí el más musculoso de todos. Una viñeta de DC Comics repleta de superhéroes en mallas y, por lo mismo, uno de los gimnasios más gays en los que he estado

 

Superman y Flash  se pasean a destajo entre las máquinas, pero con el vaivén de caderas de Gatúbela. Hombres que podrían partirle a uno la cara en dos segundos, claro que con una buena cachetada más que con un combo. Se muestran como heteros y hablan con palabras hetero como “compadre”, pero miran como lo haría un maricón. Todo un enredo.

 

No quiero generalizar, pero hay algo indisoluble en el excesivo cuidado del cuerpo y el homosexualismo. Algo muy griego. Sobre todo cuando no se trata de una práctica deportiva como tal, sino que, llanamente, de culto a la apariencia masculina. ¿Otro estereotipo más?, puede ser. Pero está ahí. Lo extraño es la rudeza que estos monstruos rosados aparentan por la vida. Es la deconstrucción del estereotipo, más bien.

 

– ¡Estás hecho un animal!

 

 – Es que llevo entrenando muy duro desde hace unos meses. Además, cambié mi dieta. Quiero crecer, pero sin grasa.

 

– Te pasaste. Mira tus bíceps. Y los hombros – le dice, mientras pellizca su brazo. 

 

– Tú no estás nada mal tampoco. Tienes la espalda súper en “V” y buenos pectorales. ¿Estás haciendo pull ups?

 

– Hay que ayudarse un poquito. Te recomiendo el estano. Te lo inyectas en la guata y creces más rápido y cero grasa.

 

– Pero, ¿no hace mal?

 

– No, para nada. A mí se me achicaron un poco las bolas. Pero nada más.

 

– Piola.

 

Así son estos heteros. Hombres capaces de reducir el tamaño de sus testículos con tal de aumentar el de sus tetas. Onda transexual. ¿Si eso no es gay, qué lo es?

 

Quizás han sido muchos años de vida dentro del clóset y, además de la rabia interna, los esteroides los ponen un poco violentos. Puede ser que lleguen como heterosexuales al gimnasio y, de a poco, van apareciendo sus poderes homosexuales. En medio de las pesas y los fierros se forma un vórtice al Planeta de las Simias.

 

Siempre he dicho que hacer una sentadilla frente a un espejo puede ser más peligroso de lo que parece.  Mi marido, muy sabio y folclórico, dice: “Ancho de espalda, estrecho de culo: maricón seguro”, mientras entrenamos juntos. Porque en medio de toda esa ambigüedad, Manuel, mis amigos y yo, hemos formado una cofradía de asumidos. De besos en la mejilla para saludarse y de mariconeos pa’ arriba y pa’ abajo. Manolo es conocido como el español, mi amigo Felipe es el que mira raro y Pedro es el que te pisa los pies. Yo soy el de los pantalones demasiado cortos. Y juntos somos Las Cuatro Fantásticas. Gays, al fin y al cabo. 

 

SOBRE EL AUTOR: Santiago Maco es un publicista gay de 30 años, trabaja en Santiago en una de las agencias más importantes del mundo. Fue a un colegio católico/británico y durante dos años vivió en Italia, mientras estudiaba arte. No deja de ser conservador: ha tenido sólo dos relaciones largas en su vida y ahora lleva cinco años de noviazgo con Manuel, un catalán.

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