"Te lo juro por Dior: lo cortés no quita lo valiente", por Débora Calderón
Me ha tocado comentar en conversaciones con amigos, varios de ellos asiduos a las redes sociales, que hay algo que no ha logrado la tecnología, a pesar de esforzarse a punta de emoticones, signos de exclamación y puntuación: expresar la intención del mensaje.
Me ha tocado comentar en conversaciones con amigos, varios de ellos asiduos a las redes sociales, que hay algo que no ha logrado la tecnología, a pesar de esforzarse a punta de emoticones, signos de exclamación y puntuación: expresar la intención del mensaje.
He escuchado tantas historias de mails que se malentendieron y de tweets que provocaron un efecto contrario al que imaginó su redactor, que entiendo el esfuerzo de algunos de poder generar ciertos protocolos en el uso de Internet. No está mal, mientras no sea censura, me parece.
Leyendo algunos artículos, me encontré con algunos datos que me parecieron dignos de ser rescatados. Como por ejemplo que hay parejas que se han separado por publicaciones en el muro de Facebook o que una foto en la que fuimos etiquetados a la salida de una fiesta puede generar las burlas en nuestros trabajos, jefes y hasta potenciales contratantes cuando la ven al pasar por nuestro perfil. Esta clase de accidentes, muchas veces involuntarios, formarán parte de nuestro “prontuario digital“, ese perfil que decidimos hacer público u otros se encargan de hacerlo.
Para evitar este tipo de situaciones bochornosas, aquí van algunos datos que los más avezados debieran al menos tener en cuenta antes de dar rienda suelta a una lengua mordaz e incisiva.
No mentir. Ante todo, ser transparente. Las mentiras empiezan a debilitarse cuando lo oculto sale a la luz, y esto es lo que logran las redes sociales. Por esto, es importante ser coherentes con la verdad, para no desprestigiarse. Brillar por lo que se es y no por lo que se quiere ser.
Cuidar lo que publicamos, al elegir qué foto subir y cuál no; qué comentario hacer y cuál evitar. Sin censura, pero respetando.
Pensar qué queremos proyectar. Las redes sociales no son buenas ni son malas, pero cada una tiene un rol. No es lo mismo tener un perfil en LinkedIn, que una cuenta en Facebook o ser un referente en Twitter. Hay que separar las aguas y definir cómo nos relacionamos.
Informar en detalle, pero no en exceso. No toda la información personal es importante ni entretenida, leer qué hace una persona cada minuto del día termina aburriendo y generando el nunca bien ponderado “unfollow”.
Generar una red. Tener un círculo con el cual comentar, argumentar, aportar. Ya sea por intereses o profesiones. Esto sin duda le dará a las redes un perfil de utilidad mucho mayor y del cual, probablemente, se generen buenas ideas.
Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosso, y una activa participante en redes sociales. Es bloguera de El Dínamo.