"Devuélvase al remitente", por Débora Calderón
Durante muchos años fui una asidua lectora de las Cartas al Director de dos de los grandes diarios que tiene nuestro país. Disfrutaba con los autores capaces de, en pocas líneas, levantar polvaredas que escalaban hasta las instancias más altas. Me gustaba ver cómo se ponían sobre el tapete los temas más complicados y cómo, hasta los más conservadores, se soltaban un poco las trenzas en este espacio para la discusión sana y ciudadana.
Durante muchos años fui una asidua lectora de las Cartas al Director de dos de los grandes diarios que tiene nuestro país. Disfrutaba con los autores capaces de, en pocas líneas, levantar polvaredas que escalaban hasta las instancias más altas. Me gustaba ver cómo se ponían sobre el tapete los temas más complicados y cómo, hasta los más conservadores, se soltaban un poco las trenzas en este espacio para la discusión sana y ciudadana.
Todavía me acuerdo de nombres que eran verdaderos maestros en dar forma a estas columnas postales que, finalmente, daban una línea, una identidad única a cada medio de comunicación. Sin esta sección finalmente lo que quedaba era la pura noticia dura que, para qué andamos con cosas, es poco diferenciable entre un grupo editorial y otro.
Muchas veces yo misma me vi en la difícil tarea de sintetizar un par de buenas ideas y convertirlas en una carta que pegara fuerte. ¿Cómo lo hacían esas firmas que en un párrafo te dejaban con un mensaje dando vueltas días completos? Un arte escaso y en retirada. Sí, en retirada.
Porque, aunque reconozco que varias veces vi frustrados mis intentos de publicar una carta y tenía esa necesidad diaria de empezar el día leyendo las opiniones que iban a salir en temas de conversación de reuniones sociales o de trabajo, hoy la cosa ha cambiado bastante.
Quienes estamos en el mundo de las redes sociales sabemos que, a última hora, estamos leyendo los mismos temas que las Cartas al Director tocarán al día siguiente. Incluso con ideas más sintéticas, agudas, al callo. En pocos caracteres los tweets han sido capaces de convertir las cartas de los medios escritos en un accesorio de segunda necesidad.
Los que hemos conformado una red interesante en Internet, sabemos al minuto las reacciones de líderes de opinión sobre los acontecimientos más contingentes. Desde lo más profundo a lo más liviano. Desde las tragedias humanas, hasta las decisiones políticas que generan escollos en diferentes grupos.
Los mismos que firman al día siguiente ya se expresaron sin censura y con argumentos, la noche anterior.
¿Por qué entonces esta especie de elitismo extremo entre quienes logran publicar una carta en un diario? ¿Por qué un ciudadano con opinión tiene que pasar barreras infranqueables sin tener una confirmación siquiera de que su carta fue recibida? ¿Son realmente una herramienta que marca pauta y que provoca reacciones, como lo eran hasta hace unos pocos años?
Me lo pregunto hoy, con el diario en la mano, detenida en la misma sección que antes devoraba cada mañana, pero sin el mismo entusiasmo. Me lo pregunto con mi sesión de Twitter abierta y leyendo un par de cosas que sí estarán en mis conversaciones del día. Sin duda.
Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosso, y una activa participante en redes sociales. |