10 razones por las que amamos a Pixar
10. Hizo llorar a los hombres
Lo que a veces no logra el término de una relación, la muerte de alguien cercano o pegarse en el meñique del pie derecho, lo logró Pixar con Toy Story 3.
10. Hizo llorar a los hombres
Lo que a veces no logra el término de una relación, la muerte de alguien cercano o pegarse en el meñique del pie derecho, lo logró Pixar con Toy Story 3.
La razón es obvia: la duda de Andy sobre qué hacer con sus juguetes al irse a la universidad les recordó su propia infancia; esos años en los que no tenían que pagar cuentas ni ser proveedores ni aparentar que no les importa que su señora gane más que ellos. Los juguetes representan los años de libertad que ya se fueron, y que para las mujeres nunca fueron tal porque se acostumbraron desde chicas a seguir órdenes mejor que los niños. Cómo no llorar con una película que se trata todo el rato sobre eso -o, al menos, sentir un tiritón en el mentón.
9. Hace rendir nuestro dinero
Es sabido que, al ver una película de Pixar en el cine, hay que llegar temprano a la sala. No para encontrar un buen asiento, ni para alcanzar a ver los comerciales de bebidas con futbolistas en vez de actores. Porque aunque no se anuncie en ninguna parte del cartel ni del trailer, todos sabemos que, antes de la película, viene un corto.
Ni fetiche ni capricho, esos cinco minutos previos a la película son un anticipo de lo que viene, del humor, la técnica y la narrativa de las películas de Pixar. No en vano también son nominados a los premios Oscar y, en casos, como Tin Toy (1988) y Geri’s Game (2007), ganan.
Pixar promete dos productos por la compra de uno, sin tener que esperar hasta fin de temporada o hasta después de Navidad. Y, a diferencia de las tiendas de centros comerciales, no usa carteles de mal gusto que explicitan la oferta. Por eso nos gusta aún más: dinero bien gastado y sin compradores compulsivos sentados al lado.
8. Nos quitó el pudor de ver películas “para niños”
Porque se le pueden poner comillas a esa expresión sin mentir ni disfrazar el entusiasmo. En Wall-E, por ejemplo, la mitad de los chistes -los más sutiles- y la mayoría de las referencias son para adultos, y la nostalgia que provoca Toy Story 3 no está pensada para niños de 10 años. Siete nominaciones a los Oscar por Mejor Guión respaldan esa idea. Nos ahorró el esfuerzo de sacar a pasear al sobrino o el hermano chico, y le devolvió la dignididad a estar parado haciendo fila solo para entrar a una sala de cine. Sin gente disfrazada de astronauta, vaquero o boy scout atrás nuestro.
7. Sus oficinas son mejores que las de Google
Ni la cafetería, ni los sofás, ni los scooters ni el colorido las diferencian. Tampoco las canchas ni los horarios libres. Pero sí que las de Pixar siguen tan de moda como siempre. Las que están en California, claro. De Google, en cambio, las más comentadas -y envidiadas- ahora son las de Zurich, en Alemania. Y ni siquiera ésas tienen oficinas que parecen cabañas de veraneo. Además, adivinen en cuál hay versiones en tamaño real de los protagonstas de Los Increíbles en la entrada.
6. Obligó a los Oscar a inventar una nueva categoría
Ni Casablanca ni Red Social provocaron tal revuelo entre los cerebros de la Academia. Es que no podían hacerse los tontos: la ola de producciones de Pixar, reconocidas en categorías técnicas y en Mejor Guión, obligó a los expertos a hacerlas competir entre ellas -y claro, darle una oportunidad a Dreamworks-: en 2001 se creó la categoría Mejor Película Animada. Shrek fue la primera en adjudicarse esa estatuilla, y Buscando a Nemo, Los Increíbles, Cars, Ratatouille, Wall-E y Up le siguieron los pasos.
5. Hizo la mejor película de superhéroes
No nos importan ni Linterna Verde, ni que Anne Hathaway vaya a ser Gatúbela, ni que se vaya a filmar una enésima versión de Superman. Preferimos Los Increíbles. Porque es chistosa, inclusiva -¿toda una familia de superhéroes?-, reflexiva y, como les gusta decir a los estadounidenses, muy crossover: no hay que ser fan de la Liga de la Justicia para entretenerse viéndola. Una película para niños, adultos inmaduros y de los otros, geeks y alguien con tiempo libre. Todos se ríen.
4. Porque siempre dan ganas de saber cuál será su próxima película
¿De qué otro estudio se puede decir lo mismo?
3. Convirtió a Steve Jobs en el equivalente moderno de Walt Disney
Ok. El cerebro de Apple es conocido por sus productos con la manzanita mordida y por sus beattles negros. Pero más que iPhones y computadores, le debemos Pixar. En 1986 le compró a George Lucas una empresa llamada The Graphics Group -mucho menos cool antes de que la rebautizara-, cuya especialidad eran la producción de gráficas mediante computadores. Y cuando nadie entendía muy bien de qué hablaba cuando intentaba explicar las potencialidades del rubro, firmó acuerdos con Disney para producir películas animadas.
Después del éxito de Toy Story en 1995 -negocio con el que ganó sus primeros billones-, le quitó a la marca del ratón el liderazgo en ese rubro. A tal punto, que en 2006 Jobs le vendió Pixar a la compañía Walt Disney en US$ 7,4 billones, habiéndola comprado en US$ 5 millones.
2. Logró la razón número 3 riéndose en la cara del tío Walt
Pixar es la versión cool del cliché del sueño americano. Empezó como una pequeña compañía bajo el alero de Disney, y después de que Jobs les vendió Pixar, su plana ejecutiva se sienta en el directorio de la “compañía madre” mirando a los ojos a la gente de Disney. Jobs, actualmente, es el mayor accionista de la compañía, con un 7% que equivale a más de US$ 3 billones.
1. La secuencia inicial de Up
No se necesitan más palabras que las que le dedicó la revista Esquire el año pasado, en su propia versión de los premios Oscar: “traten de ver esos cuatro minutos sin llorar”.