Por qué no nos ganaremos un Oscar (por ahora)
Me preguntan si me gustaría ver a Chile algún día entre los nominados al Oscar y la respuesta es un sí. Gigantesco. ¿A quién no? Pese a que se trata de un premio que Hollywood creó antes que todo para homenajearse a sí mismo, la cantidad de puertas que se abren para ganadores y nominados son enormes. Pero no creo que pase muy luego. Aunque haya promesas políticas de por medio, o el Consejo de Cultura vuelva a pasearse por Beverly Hills.
Me preguntan si me gustaría ver a Chile algún día entre los nominados al Oscar y la respuesta es un sí. Gigantesco. ¿A quién no? Pese a que se trata de un premio que Hollywood creó antes que todo para homenajearse a sí mismo, la cantidad de puertas que se abren para ganadores y nominados son enormes. Pero no creo que pase muy luego. Aunque haya promesas políticas de por medio, o el Consejo de Cultura vuelva a pasearse por Beverly Hills. Incluso si los fondos de cultura aumentan año tras año. Lo siento. Los Oscar no se ganan de esa forma ni con esa clase de lobby.
Para sujetar la estatua dorada, sacar el papelito del discurso y dar las gracias frente a las estrellas de cine, uno primero tiene que formar parte de esa industria, crear lazos de distribución en Estados Unidos, tener presupuesto de marketing y realizadores que sean reconocidos en ese ambiente. Es decir, recorrer el camino que en su momento realizó “La nana”.
Tal vez es por eso que, en retrospectiva, aún molesta el crucial error del Consejo, que en 2009 decidió apoyar a Isla Dawson -es decir, a nuestro establishment audiovisual- y no apostar por Sebastián Silva y Pedro Peirano, en circunstancias que ellos ya tenían distribuidor gringo, habían figurado en la prensa americana y algo clave: estaban generando una buena recaudación en sala. Insólito. Es cierto que vista desde Chile, “La nana “era “la película chica” comparada con la otra producción, pero bajo la óptica estadounidense, el filme de Littin era “la película inexistente”. Y bueno: a la hora de la selección, así le fue.
Silva y Peirano, en cambio, realizaron “Gatos Viejos” con un productor estadounidense. Ya están dentro del “sistema”. Bien por ellos. El problema es que, ahora, tienen que convencer al Estado de que sus próximos esfuerzos merecen atención. Porque ése es el problema: las bases de la Academia establecen que sea cada país quien elija qué película debe postular a la lista larga, de donde sus expertos seleccionarán a las cinco finalistas. Vetusta regla que no siempre integra a los mejores, y sídeja colarse a muchos apitutados por secretaría.
Es cosa de ver los listados de los nominados y de los triunfadores del Oscar a Mejor Película Extranjera.En ninguna parte uno se topa con Wong Kar-wai, Hou Hsiao-hsien, Abbas Kiarostami o el resto de los mayores cineastas contemporáneos de los últimos años. Rossellini nunca ganó uno de esos. A Godard le entregaron uno honorario. Y si Almodóvar consiguió meterse en ese club, es por la forma en que la crítica y la Academia abrazaron su peculiar fusión de cine clásico y pasión latina.
Ahora, ¿cómo ganarse un Oscar? De momento, la mejor forma es la de Juan José Campanella y “El secreto de sus ojos” (la cinta argentina ganadora en 2010): radicarse durante años en Hollywood y volver a tu país periódicamente a generar proyectos que puedan ser distribuidos en el mercado estadounidense. Filmes sobrios y correctos, con vocación comercial, que se paren por sí mismos, sin la ayuda de un Estado que luego no va a tener problema en hacerse parte de su red de apoyo.
Es un proceso que requiere paciencia, buenos contactos y vocación empresarial. Los mexicanos están en eso hace rato, y no me extrañaría que un tipo como Alejandro González Iñarritu se llevara el premio al que postula este año, con “Biutiful”. Por empeño (aunque no por calidad del producto), se lo merece de sobra. Por lo menos él tiene claro que este juego no pasa por convencer a productores gringos de hacer películas en Sudamérica, porque el paisaje es bonito o la mano de obra es barata. Eso puede servir para generar empleos, ganar plata y profesionalizar la industria audiovisual. Ganar un Oscar es otro cuento.
Christian Ramírez es periodista, crítico de cine de El Mercurio. “Las horas del día” su primer documental, es parte del festival In-Edit 2010. Puedes leer su trabajo en el sitio www.civilcinema.cl.