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4 de Febrero de 2011

"Vampiros", por Francisco Ortega

Recordemos, no fue hace mucho, Augusto en su ataúd el día después de su muerte. La instantánea dio la vuelta al mundo. Vestido de uniforme, de guerrero, con el rostro hinchado y las venas marcadas, idéntico (o muy parecido) a Jack Palance en la versión televisiva de Drácula que dirigió Dan Curtis y que fue estrenada en la CBS en septiembre de 1973. Las sincronías, a veces, asustan.

 

Por Redacción
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Recordemos, no fue hace mucho, Augusto en su ataúd el día después de su muerte. La instantánea dio la vuelta al mundo. Vestido de uniforme, de guerrero, con el rostro hinchado y las venas marcadas, idéntico (o muy parecido) a Jack Palance en la versión televisiva de Drácula que dirigió Dan Curtis y que fue estrenada en la CBS en septiembre de 1973. Las sincronías, a veces, asustan.

 

“No parece muerto”, dijeron partidarios (señoras, la mayoría) y detractores (señoras, también la mayoría) de aquella foto del General.  No Muerto/Nosferatu, no confundir con Muerto en Vida/Zombie, hacerlo es faltarle el respeto al vampiro. No Muerto es traspasar la barrera, convertirse en algo más, en una idea, en una fuerza tan viva como muerta, las dos cosas al mismo tiempo, ¿se entiende? ¿No? Sigamos. 

 

La magia del vampiro, vivir en el borde, en la indecisión, en el sí y el no… Drácula y Pinochet se parecen y no sólo por lo del sí y el no. Militares ambos, míticos en vida, aún más poderosos tras fallecer, dictadores, genocidas, hombres que creyeron hacer lo correcto aunque en su idea de corrección arrastraran a miles de compatriotas.

 

Finalmente tan admirados como temidos, porque Drácula es la encarnación de la esquizofrenia, produce horror pero también fascinación. John Badham lo resumió muy bien en el tagline de la versión del vampiro que rodó en 1979, con Frank Langella como el encapotado de los colmillos: “El regreso de la criatura de la noche que por siglos ha causado espanto en el corazón de los hombres y deseo carnal en el de las mujeres”.  

 

Más que cualquier otro monstruo, el vampiro es sexo reprimido, casto de día, desatado de noche. Sobre cualquier otra criatura siniestra representa la amenaza al extranjero, el bárbaro atractivo que invade la moral y la paz de la civilización desatando sus sueños más prohibidos. La doble identidad, el invunchismo, Latinoamérica entera y encima de la lista nuestro Chile querido, más que un territorio de vampiros, un vampiro territorio.

 

La gran diferencia es que mientras el transilvano no se refleja en el espejo, nosotros lo hacemos demasiado, y nos gusta, y nos pegamos en defensa propia, nos masturbamos contemplándonos a nosotros mismos.

 

Es que Drácula también es autocomplaciente, egocéntrico e idealista, obviedad descrita cuando Bram Stoker, el autor de la novela en que se origina el mito, nos dice que el viejo Conde tenía las palmas de la mano cubiertas de pelos, tal cual reza el dicho popular respecto de quienes practican la autosatisfacción y vaya que no hay nadie que lo haga mejor al arte de Onán que el legendario señor de Rumania, preocupado de si mismo, egoísta, ambiguo, amante de raptar niños y de entrar a habitaciones donde duermen doncellas de generosos escotes a las que posee sin penetración, sino a mordidas.

 

Un gran coitus interruptus, como la historia de Chile entera, pensemos en el fútbol no más… siempre estamos a punto, pero nos quedamos en el cuello… o con cuello. Planeta Chile, planeta vampiro. Bram Stoker, el escritor, un irlandés tan obsesionado como ambiguo en su sexualidad, miembro de la orden del Amanecer Dorado, el Golden Dawn, grupo esotérico de organización paramasónica, amantes dela magia y de la búsqueda de sabidurías antiguas.

 

Stoker tenia compañeros y maestros en esta orden, uno de ellos fue Lord Salisbury, primer ministro de la Reina Victoria, al que algunos apuntan responsable de Jack el Destripador y otros (peruanos sobre todo) albacea de Chile durante la Guerra del Pacifico. Salisbury, acaso una inspiración para el rey de los vampiros, buscó garantizar los intereses británicos en Tarapacá y personalmente se encargó de que a Chile no le faltaran armas, buques y preparación militar. ¿Socio o gobierno entre las sombras?

 

Un Drácula invisible guiando a nuestros ejércitos de 1879, cuyos vampiros invadieron Lima, la ciudad de los reyes, con más terror y violencia que los chupasangres de verdad, esos que Drácula desencadenaría en Londres, otra ciudad de reyes, en 1897. Pero mientras los vampiros transilvanos violaron a las mujeres con elegancia, los del fin del mundo lo hicieron con barbarie.

 

El nosferatu es el gótico por excelencia y Chile es un país gótico. Almagro y Valdivia lo eran con sus brujos y chamanes, Caupolicán fue empalado según las artes de Vlad Drácula. Transilvania se espeja en el Santiago colonial con sus fantasmas de la Chimba, las figuras del Corregidor Zañartu y la Quintrala, nombre con un sonido extraño, fascinante, extranjero, ¿maligno?, producto de la conjunción de consonante fuerte con “erre”, el TRA de la Quintrala con el DRA de Drácula, entonación idéntica, vinculacion con el diablo, el dragón, las fuerzas de la oscuridad. 

Hasta 1897 Drácula era un rumor, una leyenda de Europa del Este, Bram Stoker lo hizo famoso al agregar lo de la dieta hemófaga. Hasta 1877 la Quintrala era un mito, cuento de espanto para los niños, se dudaba incluso de su existencia, hasta que Benjamin Vicuña Mackenna “probó” su existencia, o como Stoker la reinventó desde el rumor. ¿Y si Stoker en lugar de Tepes hubiese conocido la historia de la Quintrala. En una realidad paralela su conde vampiro quizás habría sido una condesa vampira, se llamaria Quintrala o Catrala y las tierras de Los Andes tendrían la idea de Transilvania en el imaginario gótico mundial?  

 

Siempre lo he tenido claro, si el Demeter (la goleta rusa que llevó al vampiro de Rumania a Inglaterra) volviera a perderse en la mar, esta vez encallaría en Chile. Éste es un buen país para vampiros. Acá los No Muertos andan a la orden del día, y como el buen Drácula no le temen a la luz del sol ni necesitan ataúdes para esconderse, lo hacen como miembros del Estado Mayor, se ríen de todos y nos meten el dedo en la boca a todos los que nos creemos tan listos.

 

Van Helsing, el cazavampiros de la novela de Stoker, decía que la fuerza del chupasangre estaba en el hecho de que nadie creía en él, que todos acababan olvidando su existencia. Acá parece que nos olvidamos de la CNI y de revisar el curriculum de algunos señores… O tal vez hace rato que nos mordieron y nos tienen dominados, mal que mal así es el vampirismo. Está en todas partes y no es ficción.

Batman decía que los vampiros eran reales y no todos eran malos. El superhéroe se equivocó, es verdad que son reales, pero todos son malos; como el natre, peor incluso.

 

  Francisco Ortega es periodista, escritor y guionista. Trabaja de editor de no ficción, asesor de contenid
os, colaborador de revistas como Rolling Stone y VIVE y guionista para varias productoras y canales. Es autor de dos novelas y cuentos seleccionadas en diversas antologías. Acaba de publicar el “libro colectivo” CHIL3 y para el 2011 anuncia dos novelas gráficas. Existe en blogger como www.fortegaverso.cl.

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