"Ha llegado un mail", por Juanita Vial
Un amigo me reenvía recién un mail que contiene el nuevo tour de Cocha: la beatificación de Juan Pablo II en Roma. Salen el 25 de abril y vale la módica suma de, desde, U$ 3.980. Me dice, en broma, ¿vamos?.
Un amigo me reenvía recién un mail que contiene el nuevo tour de Cocha: la beatificación de Juan Pablo II en Roma. Salen el 25 de abril y vale la módica suma de, desde, U$ 3.980. Me dice, en broma, ¿vamos?.
Pasan cosas. La Iglesia, los de siempre, lucrando con sus muertos y abusando de sus vivos. Vivarachos. Miren que ahora de tour a canonizar. Yo no tengo nada contra el señor Juan Pablo II, pero me imagino que, esté donde esté, e incluso lo más probable, desde ningún lado, tendrá una vergüenza horrible de ese mail. De que en Chile, donde unos pocos al parecer, no nos reponemos de que la “Santa Iglesia Católica” haya demostrado, una vez más, lo poco que le importa que el curita Karadima, entre otros, no nos deje de dar un estado permanente de naúsea después de haber usado, abusado y reusado su inmundo poder para liquidarles la vida a varios. Algunos que dieron la cara, otros que morirán con el corazón hecho bolsa, por no haberse atrevido, porque seguro sus padres deben estar haciendo la maleta con los trajes que llevarán a Roma.
No entendemos de dolores, ni menos de empatía. Para qué hablar de lealtades. No como chilenos, creo que como raza. Cuando queremos algo, pasamos hasta por nuestros propios zapatos pisoteándolos. Jamás miramos al del lado si no es para reírnos de él o recibir un halago. Estamos fabricados de una extraña materia, algo que creo debe ser muy similar al titanio.
Por eso comparto con la antroposofía que intenta curar muchas veces con oro, plata y otros minerales. Al enfermo se le da más de lo que está fabricado, de lo que ha ido dejando en el camino. Y eso no lo dice Rudolf Steiner, lo digo yo. Porque estoy hecha de eso mismo, pero conozco la lealtad, a mí manera, era que no. Entonces soy leal no porque sea buena persona, porque no tiene nada que ver una cosa con la otra, sino porque hay cosas que sé que harían de mi corazón una pasa si las tuviera que vivir.
Son pocas en realidad, pero para muestra, algunos botones: no me meto con hombres casados, no toco ni de pensamiento a los ex de mis amigas, no permito que otros hablen mal de los que quiero a no ser que tengan la misma cercanía con los involucrados que yo, no me gusta que me cuenten cosas inconfesables de pavor a volverme más loca de lo que estoy, comprarme un megáfono y gritarlas en la Plaza de Armas, o en la beatificación de Roma. En fin, la lista no es tanto más extensa, pero creo que con eso basta para no convertirla en una lata ni en un sermón de moralidad.
Y aquí no viene llegándome otro mail, viene llegando la dispersidad. Esa que tanto les disgusta a muchos. Para todos ellos un mensaje, no me lean. Mi cabeza tiene demasiados poros creo, y, como tengo la piel seca, están siempre abiertos. Y hoy, como enumero mis virtudes, les digo además que soy generosa para recibir pensamientos.
Por eso odio la pregunta de en qué estás pensando, primero porque no sé, segundo porque si quisiera verbalizarlo lo estaría diciendo y no callando, y tercero porque si realmente lo contestara, no habría contertulio dispuesto a escuchar el trabalenguas.
En un segundo, éste, pienso en qué lindo se ve mi gato encima de la revista donde mi hija es portada y está siempre encima de mi cama porque es su orgullo, en lo absurda que se ve su billetera de Hello Kitty con $ 1.230 y en lo rara que soy de que me dé cierta seguridad que siempre ande con plata (tiene dos años), en lo que me gustó lo que escribió Jaime Bayly de los chilenos y en lo extraño que siempre me parece que lo haga desde una tercera persona, en lo tanto que aguanté al último hombre que tuve cerca y en lo poco que aguanté la bondad de mi ex marido y en lo fome que me estoy poniendo con esta especie de ábaco de ideas. Y, lo más importante, en que Cocha me acaba de mandar el mail de la beatificación a mí, personalmente.
SOBRE LA AUTORA: Juanita Vial es productora de moda para editoriales y publicidad. “Mi nombre es el que se lee, no es diminutivo. Jamás me haría la guagua. Escribo para mí y me cargaría que otros lo leyeran, por eso no pienso cuando lo hago. Lo más íntimo que puedo contar es que soy una feliz madre, de Esperanza y cuatro gatos, la mayor no está físicamente pero habita el único cielo posible: el de los animales”.