"Marzo y Los Puentes de Madison", por Andrea Silva
Volví mal de mis vacaciones, demasiados choripanes. Me manché con el sol, sobre todo el bigote. Tengo ojeras porque no sé dormir si no es en mi cama. Tengo tantas venas en las piernas que parezco mapa y el pelo más seco que nunca. Ya no puedo hablar de "líneas de expresión", definitivamente tengo ARRUGAS. Me duelen las articulaciones. Tengo acidez y pánico de un cáncer terminal.
Volví mal de mis vacaciones, demasiados choripanes. Me manché con el sol, sobre todo el bigote. Tengo ojeras porque no sé dormir si no es en mi cama. Tengo tantas venas en las piernas que parezco mapa y el pelo más seco que nunca. Ya no puedo hablar de “líneas de expresión”, definitivamente tengo ARRUGAS. Me duelen las articulaciones. Tengo acidez y pánico de un cáncer terminal.
No puedo empezar marzo con este mal espíritu. Me pongo un buzo horrendo (mi estado de ánimo no da para más) y emprendo la ruta en busca de soluciones.
9 am, cita con la dermatóloga: “las manchas en la piel, bigote negro incluido, son porque la melanina a cierta edad se dispara y esas manchas blancas en piernas y brazos…. “
Se detiene un segundo y mirando fijo me pregunta: “¿te has fijado cuando cortas un salame como es la rodaja? Bueno, hacia allá vamos todos”.
11 am, cita con la doctora vascular periférica: “imagina las venas como un elástico, bueno, el tuyo está vencido”.
2 pm, cita con mi ginecólogo: “Andreita, que rápido pasa el tiempo, ya eres Andrea y llegó la etapa de la mamografía”.
3:00 pm, mamografía. Aquí me detengo. ¿Los hombres saben de qué se trata una mamografia? A uno le agarran la pechuga como si fuera un bistec, ¡qué bistec, un pan de molde que ponen en una sanguchera! Y la tecnóloga médica te dice que no te muevas de la tortura mientras ella lentamente camina más de cinco pasos para llegar al botón que saca la foto de tu pechuga humillada hasta decir basta. ¡Quiero un bono por cada mamografía! que según la tecnóloga para mí es anual a partir de hoy.
Estoy mal. Busco una plaza y me siento en un banco, derrotada, como si el cáncer terminal acabara de expandirse irremediablemente. Quiero llorar, pienso en los niños, en Pedro, en marzo.
– ¡Andy!
No me lo puedo creer, frente a mí, Matías, mi primer amor, mi compañero de curso, un guapo de antología con el que pololié de los 12 a los 16, con el que sueño cada vez que me peleo con Pedro y que siempre que salgo mal vestida pienso “ojalá no me encuentre con Él”. Y hoy, justamente hoy, después de casi 20 años nos encontramos. Estoy viviendo una película (mala).
– Andy, pensé que eras un espejismo. Sentada aquí con tu buzo es verte en el patio del colegio, estás igual de linda. Vamos a tomar un café, por favor.
Me voy a desmayar. Soy Meryl Streep en Los puentes de Madison adentro del auto a punto de abrir la puerta y huir para siempre con Clint Eastwood.
– Matías… mis hijos y mi marido me esperan para comer el pan con palta y tomar el té. Ha sido maravilloso este encuentro.
Me levanto liviana y me alejo contorneando mis caderas dentro del buzo espléndido. Tomo mi celular y cancelo la hora al gastroenterólogo, a la sicóloga y al traumatólogo. Llamo a Pedro para que pase a comprar muchas paltas, hay que hacer un té delicioso para celebrar la llegada marzo.
SOBRE LA AUTORA: Andrea Silva es chilena, bilingüe, casada, con hijos, profesional sin pega estable, con ahorros, un poco católica, sobrepasada, sobreexigida, adicta a la sicóloga y al dulce. Con mañanas horrendas, pero con tardes lindas.