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28 de Marzo de 2011

“¡Déjame ser protagonista!”, por Andrea Silva

En el bingo del verano gané una gallina. Estaba feliz. Los amigos me felicitaban, hacían bromas con "la gallina de la Andrea" hasta que...

 

-¡Cartón completo!, grita Pedro. Se ganó el plasma.

 

Por Francisco Valenzuela Huerta
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En el bingo del verano gané una gallina. Estaba feliz. Los amigos me felicitaban, hacían bromas con “la gallina de la Andrea” hasta que…

 

-¡Cartón completo!, grita Pedro. Se ganó el plasma.

 

A finales del año pasado llegué dichosa a la casa porque me dieron un bono en la pega. Pedro ya había comprado el vino para celebrar que lo ascendieron a jefe de área.

 

La vez que fuimos a la nieve me caí bajando y me esguincé la muñeca. Esperaba con ansias a Pedro para mostrarle mi brazo hinchado y recibir sus cuidados. De pronto veo a dos paramédicos bajando con una camilla, por supuesto que acostado iba Pedro con la clavícula quebrada.

 

Cuando me embaracé de Pedrito por fin me sentí importante, nuestro primer hijo y era yo la que lo llevaba, yo debía ser atendida y cuidada. Pero fue a Pedro al que le vinieron los síntomas y vomitó los nueve meses terminando con una ulcera gástrica el día del parto.

 

El viernes decidí que iba a comenzar mi etapa de ciclista. Fui a comprar entusiasmada, calculando las calorías que estaba gastando, los músculos que estaba ejercitando. Salgo del local y… horror, desolación, me la robaron. Llamo a Pedro por teléfono, me contesta:

 

– Andrea no te preocupes, yo estoy bien. No sé para que te llamó mi mamá, no quiero que te vengas porque es muy fuerte, el auto es pérdida total, quizás fue el cinturón o un milagro, pero estoy bien, en shock pero en pie. Te amo.

 

Todavía no le cuento lo de la bicicleta… para qué. Pero hoy, después de muchos, muchos años, amanecí con fiebre. No demasiada, pero fiebre, mi fiebre, mi enfermedad, mi día en cama para mi.

 

– Pedro, son las siete de la mañana y te aviso que yo estoy enferma, que el día de hoy es mío, me lo gané, todo va a girar en torno a mí. Bandejas de comida para mí, la tele en el programa que yo elija, pañuelos desechables para sonarme yo, idas a la farmacia a comprar “Tapsin día” para mí, jarros con limonada para que me los tome yo, silencio para que yo duerma, llamados telefónicos para saber cómo yo estoy.

 

Me da lo mismo que te atropellen, que te echen, que te ganes el Kino o que te de un derrame cerebral, este día es mío, reservado desde las siete de la mañana y no lo voy a soltar.

 

Pedro sonríe y se acerca a besarme. Violentamente me tapo la cara con la sábana.

 

-¡No te pienso dar ningún beso porque no te lo voy a pegar! ¡Es mío!

 

Me quedo debajo de la sábana y me siento futbolista concentrándose en el hotel.

 

– ¿Mamá?

 

– ¿Dónde está la mamá?

 

Son las voces de los niños. Salgo de mi escondite y ahí están, ojos vidriosos, transpirados, tiritando y con pintas por todo el cuerpo. Me levanto el pijama con la esperanza de más pintas y llagas y granos y pus y…

 

Perdí, no soy la protagonista.

 

 

Andrea Silva es chilena, bilingüe, casada, con hijos, profesional sin pega estable, con ahorros, un poco católica, sobrepasada, sobreexigida, adicta a la sicóloga y al dulce. Con mañanas horrendas, pero con tardes lindas.


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