"Música para sanar", por Débora Calderón
Este fin de semana me dediqué a revisar con alegría las imágenes de Lollapalooza en Santiago. Una de las cosas que lamento haberme perdido este año por haber estado fuera del país, pero que, a través de las imágenes, me queda claro que miles de personas disfrutaron profundamente.
Este fin de semana me dediqué a revisar con alegría las imágenes de Lollapalooza en Santiago. Una de las cosas que lamento haberme perdido este año por haber estado fuera del país, pero que, a través de las imágenes, me queda claro que miles de personas disfrutaron profundamente.
Algo tiene la música que produce un estado especial en las personas. Las canciones evocan momentos de la vida, sensaciones de bienestar y un sentimiento de libertad que viene viviéndose desde Woodstock hasta nuestros días. La música recompone el ánimo cuando las cosas andan mal, y cuando un festival como éste no solo se trata de buenas bandas, sino de un mensaje en pro del cuidado del medio ambiente, el círculo es aún más completo.
Aquí donde estoy por estos días, me tocó ver parte del Ultra Music Festival, un espectáculo de música electrónica al aire libre que, como en otras versiones, permitió a miles de personas disfrutar de una producción que no dejó cabos sueltos. Como ésta, las iniciativas de la música para las masas son varias.
Hace algunos años, el Tibetan Freedom Concert, fue una marcadora serie de conciertos por la libertad en el Tíbet, que se realizó entre 1996 y 2001 ,y que logró reunir en su edición de 1999 presentaciones en paralelo en Chicago, Amsterdam, Tokio y Sidney. Más cerca está Rock in Río, un clásico de la ciudad carioca que por algunos días no sólo baila samba sino todos los ritmos de músicos del mundo entero.
Otros festivales que reúnen a decenas de miles de espectadores en grandes espacios al aire libre son el de Coachela en California y el de Glastonbury en Inglaterra.
Hay varias ideas que impulsan este tipo de eventos, pero sin duda, y más allá de escuchar buena música, está el hecho de sentirse libre, sentirse parte, dejar todo lo demás de lado por las horas en que la música sale de los parlantes. ¿De eso se trata no? Así como hay pacientes que sanan con la música, a veces hasta lo más enfermo de nuestra sociedad puede aliviarse con unas notas puestas en el lugar correcto, en el momento preciso.
Estos días y con el espíritu de Lollapalooza aún presente en nuestro Santiago, pudimos poner los ojos en algo más que las atrocidades del caso Karadima o la bullada renuncia dela Intendenta del Biobío. Vimos como muy cerca de nuestras casas, casi 100 mil personas bailaron, cantaron, se emocionaron y colaboraron por un espacio limpio. Eso debe decirnos algo a todos.
Muchas veces el camino hacia una mejor sociedad, en la que los ciudadanos comparten un espacio, lo cuidan, y se respetan, no pasa por las titánicas jornadas legislativas. Pasa por algo más sencillo. Una canción. O un poco de amor, como cantaban The Beatles.
Yo alcancé a ver algo de Ultra y el fervor era total. Estos fenómenos que ya recorren el mundo proveen una sensación de libertad. El mundo parece que se reconcilia con la música.
Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosso, y una activa participante en redes sociales. |