"Quiero ser moderna", por Andrea Silva
Domingo en la mañana, salgo a pasear con los niños mientras Pedro lee el diario. Lo odio. ¿Por qué yo no puedo quedarme leyendo el diario? La respuesta siempre es la misma, por "la culpa". ¿Por qué los hombres no tienen culpa? Veo a los niños aburridos, desesperados como moscas encerradas y la culpa me hace levantar para aliviarlos de su tedio con una visita al zoológico.
Domingo en la mañana, salgo a pasear con los niños mientras Pedro lee el diario. Lo odio. ¿Por qué yo no puedo quedarme leyendo el diario? La respuesta siempre es la misma, por “la culpa”. ¿Por qué los hombres no tienen culpa? Veo a los niños aburridos, desesperados como moscas encerradas y la culpa me hace levantar para aliviarlos de su tedio con una visita al zoológico.
Reitero que la iniciativa no nace del amor de madre que quiere regalarle a sus niños una bonita mañana en contacto con el reino animal, si no que nace del sentimiento espeso como río de caca que se apodera de la madres cada vez que están volcadas hacia su propio bienestar y no al bienestar de un otro.
-Qué rico que te los llevas, voy a dormir un poco más después de terminar el diario. Pásalo bien-, dice Pedro acomodándose a lo largo y ancho de la cama. Arrugaría el diario y se lo metería por la boca hasta asfixiarlo.
Qué le hace pensar que puedo pasarlo bien en un lugar de animales encerrados sometidos a un hábitat que no es el propio, persiguiendo a los niños para que nadie los rapte, con pánico de sus manitos entre las rejas a merced del tigre que lo único que quiere es practicar la caza, con los guardianes del zoológico odiándome porque los niños conseguirán que el loro agarre el lápiz que le meterán escondidos, y el loro estará a segundos de morir atragantado. ¿Es eso entretenido, acaso? Miro a Pedro con furia y sólo desisto de mi idea asesina porque después me entraría “la culpa”.
Los niños corren felices en el zoológico y yo tras ellos. Se detienen fascinados frente a la jaula de los monos. La imagen es sobrecogedora, por decirlo de alguna manera: un mono monta a otro mono, mientras unos adolescentes aplauden gritando “¡mono maricón! ¡mo- no- ma- ri -cón!”.
-¿Qué es maricón, mamá?- pregunta Pedrito.
-El que le pega a las mujeres-, contesto rauda-. Pero el mono no le está pegando a nadie, se quedó pegado con el otro mono no más.
Quiero ser moderna, integral, amplia, sabia, integradora. Mis hijos son pequeños, pero es mejor que desde chiquititos su mente tienda a la expansión y no a la contracción. Soy moderna, soy mujer emprendedora sola con mis niños en el zoológico un domingo a las 10 de la mañana, soy de avanzada.
-Maricón se le dice al que hace mariconadas, y mariconadas son cosas desleales -no estoy siendo muy moderna. Amplío el concepto-. Pero también se le dice maricón a alguien que… -(¿voy por el camino correcto?)-. En general, a los hombres les gustan las mujeres y a las mujeres les gustan los hombres, ¿cierto? Pero hay veces en que a los hombres les gustan los hombres, y entonces la gente les dice maricones-. Silencio. Sigo.
-Entonces, el mono está pegado con otro mono, o sea, le gusta un macho y él también es macho. Por eso le dicen “mo-no ma-ri-con”. Pedrito me mira como ordenando sus ideas y pregunta: “¿Entonces maricón es lo mismo que gay?”.
No soy de avanzada: más bien voy muuuuuuuuuuuuuuuuy atrasada.
Andrea Silva es chilena, bilingüe, casada, con hijos, profesional sin pega estable, con ahorros, un poco católica, sobrepasada, sobreexigida, adicta a la sicóloga y al dulce. Con mañanas horrendas, pero con tardes lindas. |