El obelisco porteño cumple 75 años
El obelisco, el monumento situado Buenos Aires, es la antítesis de lo que se ve por fuera, como dos caras de una misma moneda. Por dentro, es demasiado frío y oscuro. En contra de toda suposición, no tiene escaleras comunes y mucho menos un ascensor, aunque en un tiempo se pensó en instalarlo.
El obelisco, el monumento situado Buenos Aires, es la antítesis de lo que se ve por fuera, como dos caras de una misma moneda. Por dentro, es demasiado frío y oscuro. En contra de toda suposición, no tiene escaleras comunes y mucho menos un ascensor, aunque en un tiempo se pensó en instalarlo.
La única forma de llegar a la cúpula es subir los 206 escalones de una empinada escalera de metal pegada a una de las paredes. La aventura y el cansancio luego tienen su recompensa: por las cuatro ventanitas abiertas a los puntos cardinales, se puede apreciar una Buenos Aires única, a 67,5 metros de altura.
“Mucha gente me dice que quisiera entrar al Obelisco para saber cómo es“, dijo el ministro de Espacio Público porteño, Diego Santilli, mientras inclina su cabeza hacia el ápice del monumento, y agrega enigmáticamente: “Me gustaría que la gente pudiera subir hasta arriba del Obelisco“.
Fue en la década del ’30, cuando el intendente Mariano de Vedia y Mitre decidió terminar un proyecto anterior: el trazado de una avenida de 144 metros de ancho: la avenida donde está situado el monumento. Para terminar sea misión hubo que derribar la iglesia de San Nicolás de Bari (que dio origen al nombre del barrio) y ensanchar varias calles, como la actual avenida Corrientes.
Sigue leyendo vía Los 75 años del símbolo que marcó a Buenos Aires en La Nación