“Sexo y poder”, por Débora Calderón
Dicen que el sexo, las drogas y el rock & roll son una triada inseparable. Así lo ha demostrado la historia más profunda de músicos y bandas, de excesos y vidas al límite. Pero en el mundo de la política, los altos mandos y los negocios, se ha tejido una alianza muy similar desde el comienzo de los tiempos. Y hoy, la cosa está que arde.
Dicen que el sexo, las drogas y el rock & roll son una triada
inseparable. Así lo ha demostrado la historia más profunda de
músicos y bandas, de excesos y vidas al límite. Pero en el mundo de
la política, los altos mandos y los negocios, se ha tejido una
alianza muy similar desde el comienzo de los tiempos. Y hoy, la cosa
está que arde.
Dominique
Strauss-Kahn está en la mira de todos, con una carrera política
sepultada y con su dignidad por el suelo. Se lo habían advertido ya
en su país: “con el sexo no se juega en Estados Unidos”, pero el
galán decidió traspasar los límites en el país donde esos
pecadillos de los poderosos pasan por alto sin más (no nos
olvidemos de Berlusconi…).
Al otro lado de la
tierra de las oportunidades y casi como si se hubieran puesto de
acuerdo, un político echaba por tierra un trabajo de imagen forjado
por años. Arnold Schwarzenegger había dado fin a una
cuestionable carrera, primero de fisicoculturista y luego de actor,
para perfilarse como un serio gobernador de California.
Del brazo de Maria
Shriver, descendiente directa del clan de los Kennedy, el rubio
fortachón había logrado abrirse paso en la complicada arena
política norteamericana. ¿Para qué? Para finiquitarlo todo con un
hijo ilegítimo, fruto de la relación con una persona del servicio
de su casa, latina y, por qué no decirlo, bastante menos atractiva
que su estilosa mujer.
Dos casos, una misma
variable: el sexo prohibido.
¿Qué les pasa a
los hombres que cuando tienen todo, cuando el poder está de su lado
y el mundo les abre las puertas, tienen que desecharlo todo por un
coito apurado en algún rincón escondido? Cuál es el afán de la
infidelidad de trastienda, si el instinto se satisface lo mismo en
acto sexual lícito que en el clandestino, puesto que es, por
naturaleza, independiente de la conciencia moral.
A veces pienso que
es una forma de demostrar que su jurisdicción incluye faldas ajenas,
faldas impropias que si hasta hace algunos años eran capaces de
callar el abuso, hoy no dudan en denunciarlo.
También está el
hecho de que, para muchas mujeres, el poder es un afrodisíaco y
estamos dispuestas a pasar por alto, cosas como el físico, el
carácter, el temperamento, la edad apropiada, la disponibilidad, con
tal de probar un poco de eso. Un poco de agasajo, de invitaciones a
restaurantes caros o una que otra joya que compre el silencio del
pecado.
Pero los riesgos, señores, están a pedir de boca.
Así es que cuidado con eso que late, no a nivel del corazón, sino
más abajo, en la entrepierna. Todo lo respetado que puede ser un
economista de la talla de Strauss-Kahn, hoy no vale nada. Hoy su
nombre se relaciona más con la marca de un hotel, una camarera
furiosa y una detención demasiado pública a bordo de un avión.
Lo demás, esa
carrera auspiciosa para la presidencia de su país… ahora son solo
sueños para este galán a medias.
Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosto. Es bloguera de El Dínamo. |