Medianoche en París
Woody Allen se le hace difícil interpretar a su tradicional personaje del joven escritor insatisfecho. Es por ello que marca a Owen Wilson (digerible en esta película) en los más pequeños detalles: sus tics, sus tartamudeos, su manera de caminar echado hacia atrás con las manos en los bolsillos.
Un nuevo juguete de Woody Allen, como ya lo fue – sólo por mencionar el más importante – La rosa púrpura del Cairo.
Gil (Owen Wilson) es un guionista de Hollywood, que está visitando París junto a su futura esposa Inez (Rachel McAdams) y en compañía de sus futuros suegros. La piedra tumbal la constituye una amiga de Inez, acompañada por un marido snob, insoportable y sabelotodo.
Pero un extraño encantamiento, lo llevará al París de los años ’20, con todo su fervor intelectual y sus cosmopolitas protagonistas: Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingwag, Picasso, Cole Porter, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Gertrude Stein, Man Ray y muchos otros.
También conoce a Adriana (una espléndida Marion Cotillard) que ha sido amante de Modigliani, Picasso, Hemingway y está a punto de ser la amante de Gil. Sólo que ocurre un encantamiento dentro del encantamiento y ambos se encuentran en la época en la que a ella le habría gustado vivir: la Belle Époque, con Degas, Monet y Gauguin.
El protagonista comprende, entonces, que, en fin de cuentas, nadie está contento con el tiempo y el lugar donde vive. Lo dice también el guardavías de El principito de Antoine de Saint-Exupéry. Y Gil parece un pequeño príncipe que trata de producir su libro gracias a la crítica directa de los grandes que admira.
Con sus más de 70 años de vida corporal, a Woody Allen se le hace difícil interpretar a su tradicional personaje del joven escritor insatisfecho. Es por ello que marca a Owen Wilson (digerible en esta película) en los más pequeños detalles: sus tics, sus tartamudeos, su manera de caminar echado hacia atrás con las manos en los bolsillos. No cabe duda que Gil ES Woody Allen, como lo vemos en Annie Hall o en Manhattan. Del mismo modo, en esta película también declara su amor a una ciudad – París – con una excelente fotografía. Y es un amor que ya había anunciado en ¿Qué pasa, Pussycat? o en Todos dicen te amo.
Woody-Gil, al final, nos concede la esperanza de que nada puede permitirnos escapar de nosotros mismos y del tiempo en que vivimos.
¡Muy entretenida y al mismo tiempo muy intelectual por el cúmulo de alusiones y cameos de personajes! Por ejemplo, Gil se da el lujo de sugerir a Buñuel el argumento de El ángel exterminador.
¡Ah! Carla Bruni es la guía del Museo Rodin.