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8 de Septiembre de 2011

"10 canciones de medianoche", de Diego Zúñiga

El invitado de esta semana es el escritor, periodista y autor de la novela "Camanchaca".

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Diego Zúñiga (1987) es escritor y periodista. Pasó por varias redacciones antes de aparecer semana a semana en Qué Pasa y en la revista en línea que dirige, 60watts.net. Antes, si rebobinamos, fue publicado en el volumen de cuentos “Montaña Rusa” (La calabaza del diablo, 2006), en los compilados “Antología de la novísima narrativa breve hispanoamericana” (Grijalbo, 2009) y “Asamblea portátil” (Casatomada, 2010); y en 2009 editó su primera y comentada novela: “Camanchaca” (La calabaza del diablo).

En 2008, también, se hizo del premio a la creación literaria joven Roberto Bolaño y de la beca de Creación Literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, además de conducir el programa radial de literatura de la radio UC, “Snob”.

Presentado nuestro invitado, ¡música maestro!

1- Antony and the Johnsons – Fistful of love. Creo que pagaría muchísimo dinero por ver a Antony and the Johnsons en vivo. Por escucharlo en algún teatro pequeño. Esa voz que tiene, esa voz hermafrodita (¿existirá esa definición?), llena de ambigüedad, que me recuerda, por momentos, a la brillante Nina Simone, digo, esa voz es capaz de knockearte una y otra vez. Esta canción, quizás mi favorita, logra captar la profundidad de su voz pero también su fuerza, cierto desenfreno. Creo que aquí vemos a Antony en su máxima expresión.

2- Bob Dylan – Ballad of a thin man. Dejo abajo muchos, demasiados temas de Dylan que cada cierto tiempo tengo la necesidad de escuchar. Pero hay algo en el piano, en el fraseo de esta canción que me parece notable. No sé qué más se puede decir de Dylan sin caer en el cliché. Que lean sus libros. Eso. O que lean los libros que han escrito sobre Dylan. Y que busquen la crónica en la que Rodrigo Fresán cuenta de aquella vez en que se subió al escenario y le hizo los coros a Dylan. Está en gatopardo. Yo la tengo fotocopiada. El que la quiera, que la pida.

3- Nina Simone – Feelings. Escuché por primera vez el nombre de Nina Simone –y de paso una canción de ella-, como muchos amigos, cuando estaba terminando “Antes del atardecer” y Julie Delpy, bailando y tarareando “Just in time”, le dice a Ethan Hawke que perderá su vuelo y él, sentado en un sillón, mientras la cámara va acercándose lentamente, le dice: Lo sé. Luego los créditos, fin de la película mientras sigue sonando Nina Simone y yo entiendo, en ese momento, que se convertirá en una de mis cantantes favoritas. Hay, también, muchas canciones de ella que me gustan (su versión de Strange fruit es brillante), pero esta canción, estos diez minutos en el Montreux Jazz Festival, ese mismo que dieron en un In Edit y que pude ver y escuchar y sentirme, por unos minutos, como si realmente estuviera en un concierto de Nina Simone. Entre el minuto 3:10 y el 4:00 ella toca el piano, sólo toca el piano y me parece que si uno pudiera escribir así, con esa intensidad y fuerza, pues bueno, no sé qué más se podría pedir.

4- Bon Iver – I can’t make you love me. No sé cómo llegué a esta canción. Tampoco recuerdo cómo llegué a Bon Iver, pero su primer disco me impresionó mucho. Esa melancolía invernal tan propicia para muchos momentos que se me ocurren ahora. Y esa historia del quiebre que vivió Justin Vernon y que impulsó la escritura del disco. Y la camisa leñadora, claro. Quizás todos nos queremos parecer un poco a Justin Vernon. Pero me desvío. Lo que quiero decir es que escuché esta canción –que es un cover de Bonnie Raitt pero que, en realidad, comienza con “A song for you” de Donny Hathaway- y me pareció que Vernon está bien lejos del resto de songwriter actuales. Es cosa, simplemente, de escucharlo.

5- Micah P. Hinson – Me and you. La primera vez que escuché a Micah P Hinson fue en un viaje a Buenos Aires. Un viaje en bus, de esos que son terribles. Lo escuché una y otra vez arriba de ese bus, durante la noche, cuando cruzaba desde Mendoza hasta Buenos Aires. Había algo en la voz, la voz desgarrada, muy cercana a Leonard Cohen. La voz de alguien que pareciera que siempre está a punto de quedarse mudo. Algo así. Después me conseguí todos sus discos y esta canción me parece terrible. Eso: terrible.

6- The National – Fake Empire. Descubrí a The National un tiempo antes de saber que vendrían a Chile. Y claro, cuando supe que estarían acá pensé que era una broma. Pero luego los vi en vivo y nada. No sé qué se puede agregar. Para mí fueron de lo mejor de Lollapalooza. Lejos, pero lejos, en serio. Y cuando cantaron esta canción, pues bueno, sentí que no tenía nada más que pedir.

7- Radiohead – Codex. Fue la canción que más me gustó del último disco. Y la versión que tienen en vivo me parece perfecta. Verlos en vivo, claro, fue una de las mejores experiencias de aquel 2009. También son muchas las canciones de Radiohead que uno podría escuchar a la medianoche. Son demasiadas, de hecho. Y supongo que ha sido, también, la banda sonora de muchos momentos en los que me he sentado a escribir. Compañeros de esas noches. Eso es Radiohead para mí.

8- Violeta Parra – Run run se fue pa’l norte. No me gustó la película. Quizás elijo esta canción para decir eso. Que faltó salirse de ciertos clichés, que Francisca Gavilán está brillante pero que hay demasiada corrección en una historia que lo que menos pide, justamente, es corrección. Pero nada. Lo que importa es Violeta Parra y sus letras y su guitarra y su voz. No sé por qué, pero cuando era más chico confundía casi siempre a Violeta Parra con Gabriela Mistral. No sé por qué, pero tengo muchas ganas de escribir sobre eso, sobre esa confusión que a veces me parece, más bien, una relación profundamente natural.

9- The Antlers – Wake. En esta lista debería estar Arcade Fire. Pero nada, me quedo con esta canción que me parece profundamente épica y que, creo, no hay necesidad de decir nada más.

10- Elliott Smith – Waltz #2. Nada. Siempre he soñado con escribir largo sobre Smith, pero no me atrevo. Sé que siempre me voy a quedar corto. Lo de Smith me parece de otro mundo. Me hubiese gustado haberlo visto en vivo. Envidio profundamente a la gente que lo escuchó en vivo. Nada. Esta canción –el coro de esta canción- me parece algo excepcional. Y aquí sí que podría –debería- haber elegido muchísimas otras canciones. Pensé, de hecho, en Miss Misery en esa versión de los Premios Oscar, pero nada, esta canción es profundamente bella. Es la tristeza de Elliott Smith la que nunca vamos a entender pero que siempre vamos a seguir buscando.

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