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21 de Noviembre de 2011

El niño perro

Danielito es el perro. Interrumpe la compañerita de mi hijo que cuelga de la mano del apoderado y que lleva en su mejilla la marca de un perfecto mordisco.

Por Andrea Silva
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-¿Tu eres las mamá del perro? me pregunta un apoderado a la entrada del Jardín Infantil.

¿Del “perro”? ¿perro así como perrito, perrín, campeón, hijo de tigre, perrón, papá?

Un poco intimidada declaro -Soy la mamá de Danielito

Danielito es el perro. Interrumpe la compañerita de mi hijo que cuelga de la mano del apoderado y que lleva en su mejilla la marca de un perfecto mordisco.

Me demoro en reaccionar porque me quedo pegada en la expresión de la pequeña. La imagino con quince años más sentada en la Puerta del Sol liderando a los indignados del mundo. ¿Es que en edad preescolar esos jóvenes ya padecieron experiencias abusivas? No alcanzo a elaborar mi tesis porque me interrumpe la tía María Paz.

Andrea, tenemos un grave problema que resolver.

Dicho esto señala a Danielito que se lanza a abrazarme

¡Que besos más ricos!. Intento darle apoyo a mi hijo ante la actitud reprobatoria de la profesora y la mirada asesina del padre y la pequeña indignada, pero más que nada intento disimular que NO son besos los que me da, si no… lengüetazos

¿Cuando partió todo?… En el mismísimo origen.

Apenas nació Danielito, Pedro me pidió los pañales sucios y algunas ropitas porque Zeus (el perro de mierda, el perro caballo, el perro hediondo, bueno para pelechar que vive dentro de mi casa) debía familiarizarse con el nuevo integrante.

Entregué pañales y sus tiernas primeras tenidas para el proceso de adaptación familiar donde el perro es pilar fundamental (muuuuuuuy a pesar mío).

Cuando volvimos de la clínica con Danielito, Pedro se estacionó a media cuadra de la casa y dijo solemne -Voy a sacar a Zeus, tú escóndete. Cuando estemos en la esquina y él no esté mirando, entra. Luego pon al niño en el suelo para que cuando volvamos Zeus lo conozca. Que entienda que Danielito emergió desde dentro de la casa, no viene de afuera y como tal no se lo tiene que comer, si no que proteger.

Recién parida me convertí en ovillo entre los asientos del auto para hacer “la adaptación”. Luego tiritando fui testigo de como mi pequeño que venía saliendo del higiénico mundo de la clínica era olfateado por la misma nariz que minutos antes había hurgueteado las cacas de la esquina.

Ese fue el origen. Luego su primera palabra: guau. Su alimento favorito: pellet. Su refugio: el canastos del perro. Su olor: a perro. Su mejor amigo: el perro

Con mi relato intento que la tía María Paz se conmueva, pero en cambio me mira dramática y dice:”Antes de morderla, le ladró…”

Respiro aliviada, peor hubiera sido que levantara la pata y la meara.

Llego a la casa y enfrento a Pedro.

-¡Todo esto es tu responsabilidad, tú debiste pedir disculpas a la pequeña indignada y a su papá y a la tía, no yo con mis seis meses de embarazo a cuesta! Olvídate que a las mellizas las vamos a hacer pasar por el mismo ritual de iniciación con el animal porque una cosa es que me pregunten si soy la mamá del perro, pero otra muy distinta es que un señor con cara de asesino se me acerque y me diga: ¿Tú eres la mamá de las perras?. ¡ESO si que no!.

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