Diez años sin George Harrison
El 29 de noviembre de 2001 fallecía el "beatle silencioso", parte esencial del mito de los Fab Four. La revista Rolling Stone lo recuerda.
Así como John Lennon inyectaba su eterna insatisfacción en melodías alegres como “Help!” o “Nowhere Man”, George Harrison arrancó oficialmente su carrera como compositor en los Beatles con una declaración de principios que lo acompañaría hasta el último de sus días: “Don’t Bother Me”.
No por nada Luis Alberto Spinetta eligió aquel tema de With the Beatles (1963) para homenajearlo cuando se presentó en Obras, apenas días después de su muerte: el “no me molestes” se transformó en el lema tácito del “beatle silencioso”, alguien que eligió vivir la fama extrema sin permitir que nada ni nadie lo corriera de su eje, como quien contempla su propia existencia desde la distancia, cual titiritero imperturbable controlando al que, abajo, revolucionaba al mundo.
Ese mismo lema que hace diez años todos adoptamos a modo de catarsis, deseosos de que nadie ose siquiera dirigirnos la palabra en el preciso instante en el que supimos que el cáncer se lo había llevado. Y menos aún los argentinos, que veíamos cómo se incendiaba un país entero desde nuestras ventanas y, encima, se nos moría un beatle.
Los más grandes recordarán el día en el que se fue John, pero para los beatlemaníacos más jóvenes, la muerte de George es la gran tragedia musical de nuestra época (al menos hasta que partan los dos que, afortunadamente, no sólo viven sino que nos visitaron recientemente).
Todos sabemos qué estábamos haciendo cuando nos enteramos del fallecimiento de este genio al que los amantes del facilismo emplazan en un lugar secundario en el escalafón de los Fab Four, por desconocer la clave del éxito del grupo: la sana competencia a la hora de ir más y más allá.