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19 de Noviembre de 2012

El nuevo feminismo de Lady Gaga

Todas las canciones de Gaga se fundan en esta visión de la sexualidad –y por extensión de las relaciones humanas–, como un juego de manipulación y amenazas, donde el objetivo es fundamentalmente apoderarse del otro/a, vencerlo/a.

Por Pablo Torche
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Stefani Joanne Germanotta nació en 1986 en Nueva York, en una familia de esforzados inmigrantes italianos. Al salir del colegio hizo un intento de estudiar arte, o moda, pero lo abandonó antes del año y comenzó el peregrinaje por los clubes de Manhattan, buscando labrarse un destino en la música. Sobrevivió como garzona y bailarina go-go, y después de un tiempo se bautizó como Lady Gaga y comenzó a hacer un show que mezclaba pop y metal, con su amiga Lady Starlight. Ahí la descubrió un productor (el de Destiny’s Child, o el de Jennifer López, u otro, todo es enmarañado y múltiple en la prodigiosa industria del espectáculo estadounidense), la llevó a grabar a Los Ángeles y lanzó el disco Fame, que incluía el mega-hit mundial Poker Face, que la catapultó casi enseguida al estatus de súper estrella planetaria.

El tema versa sobre una mujer que mientras tiene sexo con su novio, está pensando en realidad en una chica (a quién no le ha pasado). Por lo tanto, se ve obligada a fingir, y engañarlo mediante una “poker face”. La propia Lady Gaga contó los entretelones de este edificante tópico en una entrevista televisiva: “Cuando estaba haciendo el amor con mi novio, solía pensar en mujeres” dijo. “Oh, Dios” respondió el sagaz entrevistador “me imagino que no le habrá gustado a tu novio cuando le contaste.” “En realidad nunca le he contado” respondió Gaga, que obviamente tenía también esta “carta” preparada bajo la manga “pero seguro que  está viendo el programa ahora”.

Confieso que siempre me ha gustado esta letra ominosa y violenta, que se basa en una evidente analogía entre el juego de póker y las relaciones sexuales. Tiene una fuerza y originalidad que la sitúa a años luz de las  típicas rimas de las canciones del pop, que Gaga de alguna forma destronó. En una muy mala traducción literal, el comienzo sonaría más o menos así: “Quiero sostenerlos como en el juego de Texas Poker /Plegarlos, soltarlos, golpearlos, elevarlos, baby quédate un rato (I love it) / En el juego del amor la intuición juega primero las cartas de pica / Pero cuando lo tenga enganchado voy a jugar la carta que está en su corazón”.

Todas las canciones de Gaga se fundan en esta visión de la sexualidad –y por extensión de las relaciones humanas–, como un juego de manipulación y amenazas, donde el objetivo es fundamentalmente apoderarse del otro/a, vencerlo/a. Esto representa un giro fundamental con respecto a las tradicionales canciones pop, que se insertaban en una tradición mucho más convencional y pulcra del amor. En el mismo Poker Face, esta afición por la violencia y el riesgo en las relaciones amorosas aparece formulada con certeza casi programática. “Russian Roulette is not the same without a gun / And baby when it’s love if it’s not rough it isn’t fun” (Jugar a la ruleta rusa no es lo mismo sin un revólver / y, querido, cuando se trata de amor, si no es violento no tiene gracia.”

Gaga abandona así la idea del amor y la sexualidad como un espacio puro de encuentro y contacto auténtico, y lo plantea más bien como una lucha de dominación, donde el que es capaz de guardarse y fingir de mejor manera, termina venciendo y sometiendo al otro por completo. En esta visión se inserta la línea más polémica de Poker Face, “I’m bluffing with my muffin”, que significaría literalmente “estoy blufeando con mi vagina”, y que ha desatado por supuesto un caudal de interpretaciones y críticas.

En esta idea de la sexualidad como un juego de cartas escondidas, donde el objetivo final es dominar al otro, el rol de la mujer (de cualquier sexo en realidad), es el de dominar e imponerse al otro. La imagen de una mujer en control, muchas veces caracterizada en un rol policíaco, o derechamente de verdugo, es por tanto lo que yo llamaría “el nuevo feminismo” de Lady Gaga, y que aparece en todas las canciones, videos y presentaciones en vivo, donde abundan las escenas de dominación de hombres habitualmente encadenados y/o encapuchados, en contraposición con la súper estrella a cargo, como ama o torturadora.

¿Es ajustada a la realidad o equívoca este propuesta, buena o mala, constructiva o inconducente? Creo que es inútil, e incluso un poco absurdo preguntarse esto, como si las propuestas artísticas o de entretenimiento de los ídolos populares tuvieran que someterse a una determinada agenda valórica o política (¿a cuál?). Mi impresión es que Lady Gaga capturó una sensibilidad, temor o deseo, que flotaba en el ambiente, y la transformó en un producto pop que se ciertamente se conecta con una audiencia masiva. Y al hacer esto imprimió un giro, quizás definitivo, a las idealizadas y trasparentes canciones pop, cristalinas como burbujas de shampoo, donde todo era nostalgia romántica y deshojar margaritas, y les agregó una dimensión nueva y más oscura, que hasta ahora había quedado por completo debajo de la mesa. De ahí quizás su enorme éxito y el interés que reviste el personaje.

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