De Mekano y Yingo a la Quinta: La intrincada carrera de Alex Hernández, el director de Viña 2013
El director del máximo certamen veraniego del país es un hombre polémico por su estilo de hacer TV y de ganar rating. Quienes han trabajado con el padre de los sucesos Mekano y Yingo lo respetan y valoran, pero conocen su rigor. “Es difícil trabajar con el Guatón”, dice uno.
Hiperquinético, perfeccionista, apasionado, trabajólico y déspota… “a ratos”, matiza uno de los entrevistados. Esos son cinco de los calificativos más comunes utilizados por quienes han trabajado y conocido la trayectoria televisiva de Alex Hernández, el debutante director del Festival de Viña del Mar, que saltó de ya extintos programas juveniles ‘Mekano’ y’ Yingo’ al certamen veraniego más importante de la música latinoamericana.
Algunos de sus ex colaboradores afirman que su mano ha sido evidente en la Quinta Vergara. Un ejemplo ha sido el trato y rating que ha acompañado a Chilevisión incluso en las antes despreciadas competencias internacional y folclórica, cuyas canciones ahora fueron elegidas en votación pública e inmediata. Algo cruel quizás para los cantantes, pero que resultó directo, ameno, efectivo y entretenido para el espectador, la misma fórmula que hizo que sus programas de Mega, primero, y CHV, después, quedaran en la historia de la televisión chilena.
“Se nota la mano de Alex, por ejemplo, en los bailarines. Ahora son más protagonistas, se hacen cómplices de los cantantes, cuentan una historia, ya no son un mero acompañamiento”, recalca la cantante y animadora Karen Paola, una de las figuras del extinto Mekano que desarrolló su potencial artístico de la mano de Hernández.
“Su trabajo se advierte en la iluminación, que es fuerte, intensa. También en los tiros de cámara, en la agilidad. Todo es muy al estilo de él”, agrega un ex colega. Los colores chillones que ha utilizado para el escenario son muy de su gusto.
Otros más doctos acusan que el director ha convertido la Quinta y la transmisión del certamen en un programa de televisión. “Pero esa no es culpa de Hernández, es de la Municipalidad. Las bases antiguas establecían explícitamente que el Festival no era un programa. En las bases nuevas eso se borró, así que Chilevisión estira el chicle hasta lo que más puede”, agrega el concejal farandulero de Viña del Mar, el RN Andrés Celis.
EL LOMO VETADO
Viña era una espina clavada para el nacido en Arica y criado en Concepción. En el 2010 Chilevisión se adjudicó la organización y transmisión del evento, y al poco tiempo sus ejecutivos anunciaron que el egresado de la Uniacc sería su director.
“Pensamos hacer de Viña 2011 una fiesta de clase mundial”, dijo en su presentación.
Nueve meses trabajó en la preparación de cada detalle, pero el 31 de enero del 2011, a poco del inicio del certamen, sintió una puntada en el estómago en pleno ensayo. Pensó que le había caído mal el lomo vetado con papas fritas, pan amasado y torta de lúcuma que había almorzado ese día. Su apodo de “Guatón” no era antojadizo. Pero no, no era una comida puntual, era una pancreatitis que lo envío a la UTI.
Él se negaba a descansar y hasta su mujer, Carla Rodríguez, lo increpó para que obedeciera las órdenes médicas. Estuvo tres semanas internado y fue dado de alta el mismo día del inicio del Festival. Su convalecencia fue tan larga, que se perdió hasta el evento del 2012. Pero tendría una revancha a los 43 años.
LA MÚSICA
Algunos de quienes han sido sus dirigidos aseguran que Hernández es “bueno para la talla”, para los asados y muy buen amigo de su esposa. Quienes han conocido su trayectoria, apuntan que sabe mucho de televisión y de música.
“Tiene un sentido del espectáculo muy claro, visualiza algo y lo quiere tal cual”, destaca Karen Paola.
En una de las pocas entrevistas que ha dado, aseguró a El Mercurio que su adolescencia fue forjada por el rock penquista de Los Tres, Emociones Clandestinas y Los Cuatro Amigos del Doctor, una banda ochentera new wave, a esta altura de culto, que tuvo entre sus miembros al actual baterista de Los Bunkers, Mauricio Basualto. Ambos se habrían conocido cuando estudiaban.
Quienes compartieron con él en la universidad coinciden en que estaba un escalón por sobre el resto. Su fascinación era hacer documentales de corte social y grabar a viejas glorias del espectáculo revisteril. En una entrevista a El Sábado contó que sus compañeros lo molestaban. “Me decían, así, con tono irónico: ‘Ay ¿y qué prentendís?, ¿cuál es tu sueño?, ¿animar el Miss Chile?, ¿el Festival de Viña?”.
TODO POR EL AXÉ
Hijo de un pastor evangélico metodista, Hernández ingresó a la televisión en Mega para dirigir el Aló Eli. En 1997 el canal le pidió que se encargara de la entonces olvidada franja juvenil, donde reclutó para la animación a un casi desconocido José Miguel Viñuela. El objetivo del programa era entretener y así surgió Mekano.
Personas que trabajaron con él en esa época coinciden en que en sus primeros años el proyecto carecía de un norte. Todo cambió el 2002 cuando a sus manos llegó un disco con un ritmo que causaba furor en Brasil: el axé.
“Él tenía muy buen oído y se asesoraba muy bien por productores musicales. Tuvo la suerte de que el axé pegó muchísimo. Él se la jugó por el axé y le resultó hasta tal punto que hasta hoy algunos profitan de ese éxito”, dice una fuente de Mega.
Ahí reinventó el programa y comenzó un proceso de exploración y apertura inédito en la televisión chilena.
Karen Paola conoció a Hernández el 2003 en un casting masivo que el director realizó para encontrar nuevos talentos para Mekano… “Éramos como 6 mil personas, y él presenció casi todas las audiciones… al final nos seleccionó a 200 y nos hizo salir de inmediato al aire, pensé que estaba loco” relata la hoy cantante y panelista de televisión respecto a la primera impresión que tuvo del director.
“Él hizo una lectura de los jóvenes de la época. Es cierto, pudo haber traído la chabacanería a la televisión chilena, pero fue el único que se atrevió. Fue un rupturista. Hacía hasta algo de soft porn, con exceso de plano ginecológico, pero se atrevió en una televisión extremadamente conservadora y en un canal peor aún”, asegura un ex colaborador.
La fuente resume que su filosofía era clara: Mekano era una instancia para entretenerse y si un telespectador quería aprender, era mejor que sintonizara el Discovery Channel.
En Mekano hizo lo que quiso. Los más de 50 puntos de rating que llegó a marcar el programa le granjearon libertad, línea directa con los ejecutivos e influencia. Ese proceso exacerbó sus rasgos más perfeccionistas. Se metía en todo, desde el casting, la iluminación, los ángulos de cámara y hasta los contratos. A sus elegidos los puso a bailar, cantar, actuar y hasta contar sus infidencias. Estaba obsesionado con llevar al límite a sus protagonistas para obligarlos a sacar lo mejor para conseguir lo que él necesitaba.
En el medio dicen que incluso en las selecciones de sus equipos juveniles les preguntaba si estaban dispuestos a comerse una araña con mayonesa con tal de lograr fama; y también en cómo se visualizaban en los próximos cinco años.
“Es una persona muy exigente y llega a obsesionarse con lo que quiere, por ejemplo… si en Mekano había programado alguna presentación especial y el programa comenzaba a las 18.00 horas, todo tenía que estar listo a las 15.00… así tenía tiempo de revisar vestuario, maquillaje y todos los detalles del show”, recuerda Karen Paola.
Con miniseries de bajos recursos, realities, bailes y mucho cahuín, Mekano se transformó en un modelo permanentemente recurrido ante el Consejo Nacional de Televisión por la sobreerotización de sus contenidos, lo que se repetiría luego en Yingo, de Chilevisión.
El 2005, casi como una paradoja, Hernández fue denunciado por supuesto abuso sexual por parte de una bailarina, causa que más tarde fue sobreseída. Una antigua colaboradora, Paula Camus, aseguró a El Mercurio que la acusación fue una “mentira muy dolorosa” que cambió para siempre el trato que tuvo con los muchachos. Privilegió cuidarse y estableció distancias.
Un director del medio afirma que particularmente en la televisión juvenil la exposición a sufrir insinuaciones eróticas y denuncias de acoso sexual es muy alta. “Las minas siempre se cuelgan de recursos baratos como esos para ascender. La oferta siempre está y más de uno puede caer”, reflexiona.
A YINGO
El 2007 el jefe de producción y contenidos de Chilevisión, Pablo Morales, comenzó a sostener reuniones a escondidas con el director de Mekano. Tras unos meses de negociaciones, Hernández le comunicó a los ejecutivos del grupo Claro que abandonaba Mega.
La decisión indignó a los de Vicuña Mackenna, donde sintieron que su director estrella no dejó espacios para discutir, tentado por un cargo mucho más alto y de mucha mejor remuneración en Providencia. Quienes conocen el medio afirman que se fue por una “ventana de oro”. Su salida fue tan abrupta que hubo que llamar a reemplazantes de emergencia para sacar al aire el programa el mismo día que comunicó la determinación.
En Chilevisión se abocó a desarrollar Yingo y nuevos proyectos. Repitió con éxito la fórmula y siguió acrecentando la lista de noveles rostros para la farándula criolla, marcada por choques amorosos y declaraciones controversiales.
Sin embargo, el escándalo más grande en esta etapa provino de los hombres. En julio del 2011 los ex integrantes Camilo Huerta y Félix Soumastre fueron formalizados por microtráfico de marihuana. Antes, el 2010, Eric Manosalva, más conocido como “Lelo”, ya había sido detenido e imputado por portar siete gramos, en una polémica que le costó su salida del programa.
En el equipo hubo críticas a Hernández, a quien le enrostraron que no protegió a los jóvenes. “En este negocio ya somos todos grandes y esto es pega, así que cada uno debe responder personalmente por lo que hace o se le acusa”, lo defiende un ex compañero de trabajo.
“A mí me consta que él ha protegido ante algunas situaciones, pero no de manera pública, sino en la interna”, añade la misma fuente.
LA QUINTA
Para este Festival, Hernández cambió toda la rutina de preparación que habitualmente seguían los directores del certamen. Aumentó los ensayos de los animadores, las rutinas de los humoristas y las pruebas de cámara. Quienes presenciaron esa etapa relatan que cuando veía algo o a alguien que no le gustaba, sencillamente lo sacaba del escenario. Su objetivo era supervigilar todo para que su sueño de dirigir Viña saliera tal como intenta hacerlo todo en televisión: perfecto… pero perfecto bajo sus cánones.
Ni siquiera la reciente muerte de su padre, Manuel Hernández, lo llevó a variar el ritmo de trabajo. “Mi viejo está en mi corazón y ahí va a estar para siempre. También llevo una cruz colgada en el pecho que me regalaron mis papás cuando era chico”, dijo hace unas semanas.
En el medio identifican que su estilo es propio de la “vieja escuela de los directores”, del estilo del extinto Gonzalo Bertrán. Este tipo de profesionales se siente dueño de la pelota, como depositarios de todo el poder para tomar decisiones autónomamente, ya que gozan de la plena confianza de los altos ejecutivos del canal. Todo debe salir tal como ellos quieren y no aceptan otra cosa.
“Trabajar con el Guatón no es fácil. Es 24/7 y eso no está exento de roces, porque en esas ocasiones es cuando aparecen sus rasgos déspotas. Es fanático del detalle y aunque eso desgasta mucho, es muy eficaz”, comenta un colega. Los números que lleva hasta ahora, pese a las polémicas que se han generado en el propio evento, le dan la razón.