Instituto Cervantes homenajea a Jorge Edwards en su despedida de París
Edwards, de 82 años, explicó que, aunque echará de mucho menos París, "los amaneceres en la avenida de la Motte Picquet, con la cúpula de los Inválidos al fondo y el cielo todavía medio oscuro", no ocurrirá lo mismo con el trabajo de embajador
El escritor hispano-chileno Jorge Edwards recibió hoy en París, de manos del Instituto Cervantes y de un selecto grupo de colegas, un caluroso homenaje con el que se despidió de Francia y de su carrera como diplomático.
Edwards, de 82 años, explicó que, aunque echará de mucho menos París, “los amaneceres en la avenida de la Motte Picquet, con la cúpula de los Inválidos al fondo y el cielo todavía medio oscuro”, no ocurrirá lo mismo con el trabajo de embajador, del que admitió estar saturado y que abandonará de forma definitiva el próximo martes.
Arropado por compañeros de profesión y amigos, como el premio Nobel Mario Vargas Llosa, el canario Juan José Armas Marcelo o el director del Instituto, Juan Manuel Bonet, Edwards desveló, ante una sala repleta de gente, las razones de su amor por la literatura y el papel que París ha jugado en su vida.
“Crecí en medio de dos instituciones represivas. De un lado mi familia burguesa, que quería hacer de mí un importante hombre de negocios, y de otro el colegio de jesuitas, que esperaban que me convirtiera en Santo”, apuntó entre risas al tiempo que fijó en “la poesía” la grieta por la “que logró escapar de esos dos mundos”.
Incitado en primera instancia por su madre, “una mujer afrancesada y gran lectora” que, cómplice, le procuraba libros de vez en cuando, el entonces niño comenzó a “leer sin parar” antologías poéticas, “fascinado por el lenguaje literario de Lope de Vega, Quevedo o Rubén Dario”.
El resto de personalidades que acompañaron al chileno durante el acto se fueron sucediendo ante el micrófono al tiempo que desplegaban un rosario de anécdotas sobre los “años formidables de París”, como los calificó Mario Vargas Llosa.