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20 de Abril de 2014

Silvio Rodríguez recuerda sus encuentros con Gabriel García Márquez

El trovador cubano dijo que conservará la imagen del recientemente fallecido escritor colombiano como "sonriente, gozando de la vida".

Por EFE
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El cantautor cubano Silvio Rodríguez recuerda hoy sus encuentros con el escritor colombiano Gabriel García Márquez “a flashazos”, en distintos momentos, en Cuba, México y Cartagena de Indias, y afirma que va a conservar su imagen “sonriente, gozando de la vida”.

Rodríguez publicó en su blog “Segunda cita” que no recuerda exactamente donde conoció a García Márquez, pero dice que lo que sí tiene claro es que en septiembre de 1969 se llevó su novela “Cien años de soledad”, que “ya había leído un par de veces”, entre una treintena de libros cuando viajó en el barco “Playa Girón”.

“Lo veo a flashazos, en distintos momentos. Un 31 de diciembre me invitó a una fiesta en la que estaban su amigo Fidel Castro y el actor norteamericano Gregory Peck. Hubo un momento, cercano a las 12 de la noche, en que me vi conversando con aquellos gigantes y me sentí desubicado”, revela el trovador.

Rememora la primera vez que visitó a Gabo en su casa de México, ocasión en la que hablaron “de cumbias y vallenatos, tema del que era experto”, y le regaló su novela más famosa y dos cassettes con selecciones personales de música.

El compositor e intérprete cubano señala que hace poco contó, a propósito de una canción de su último disco (Segunda Cita, 2010), la “especial circunstancia” de haber tomado un vuelo en el que sólo iba otro pasajero (García Márquez).

“Era hasta México, con escala en Cancún. (…) En aquel avión, que daba tumbos y bajones, el escritor me iba explicando -con una serenidad inconcebible- que a veces se le ocurrían ideas que no daban para novelas o cuentos, y que posiblemente eran canciones”, añade.

Según relata Rodríguez, la única vez que visitó la ciudad colombiana de Cartagena de Indias “fue gracias a él, que me recomendó al Festival de Cine como jurado”. Allí visitó un casino de juegos acompañado del Nobel de Literatura 1982, quien “viendo lo rápido que dilapidé mi capital, se partía de la risa”.

“Voy a conservarlo así, sonriente, gozando de la vida, a lo mejor en la voluta de una idea que la insondable alquimia de su talento dejará en una ínfima reseña”, subraya y considera que “seguro así” se sentirá “alguito menos huérfano”.

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