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4 de Mayo de 2015

Las trabas de la Iglesia para impedir "El Bosque de Karadima" y la parroquia que desafió al Arzobispado con su filmación

Antes de convertirse en éxito de taquilla, la filmación dirigida por Matías Lira sorteó una serie de inconvenientes: pocos se aventuraban a financiar una película con un alto grado de sensibilidad y connotación mediática. A ello sumado el nulo interés de las autoridades eclesiásticas para realizar un trabajo en conjunto. Tocaron las puertas de centenares de iglesias, pero finalmente solo una accedió a prestar sus dependencias para grabar las tomas en que Karadima comienza a controlar y manipular la vida de uno de sus feligreses; hecho inspirado en el polémico caso que remeció a la Iglesia chilena.

Por Consuelo Olguín
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El 26 de abril de 2010, como muchos otros chilenos, Matías Lira había visto por televisión una entrevista que remeció al país y que más tarde daría inicio al caso Karadima. Ahí, mientras veía Informe Especial y escuchaba los testimonios de James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo sobre los abusos psicológicos y sexuales perpetrados por Fernando Karadima, junto al relato de los los tormentosos días que vivieron en la parroquia de El Bosque, Lira se adentró en un proyecto que vería la luz después de cinco años.

Hacer una película que hablara de curas y abusos no iba a ser fácil. Como todo proyecto, necesitaba plata. Y harta. “Al principio costó levantar dinero de los fondos públicos porque había un poco de resistencia a este tema tan contingente”, dice el director. La denuncia ya había escalado a la justicia civil y también había un proceso canónico en curso, por lo que el caso había adquirido una connotación mediática sin precedentes en el país. “La película tampoco recibió mucho canje porque había gente que prefería no relacionarse. Era un tema muy delicado, decían ‘lo vamos a pensar’, pero cuando entrabas con temas de marketing preferían no meterse”, recuerda Natalia Cumming, una de las productores del filme.

El punto de partida fue cuando ganaron $8 millones gracias a Corfo. Esa plata les permitió hacer un guión para presentarlo al Fondart, concurso que también ganaron. Pero los recursos seguían siendo escasos. Así que Matías Lira recurrió a un viejo conocido: el empresario Jorge Errázuriz, quien antes había financiado la primera película que dirigió; Drama, en 2010. Aunque ahora el tema era mucho más delicado.

El Bosque de Karadima

“Me pareció que el proyecto era serio, que tratarían de ser lo más fidedignos a la historia real. Para la Iglesia Católica debe ser horrible que muchos de sus símbolos más imperantes se vean profanados por un sádico como Karadima, que tuvo mucho poder. Eso no es culpa de los realizadores o productores de la película”, afirma Errázuriz. Y pese a que prefieren no hablar de montos, lo cierto es que el aporte que hizo, además del de la orfebre Ilonka Palocz, fue indispensable para la realización de la película. Y ambos fueron los únicos inversionistas privados.

El Arzobispado, el principal detractor

La idea original era hacer el filme junto con la Iglesia. Trabajar directamente. “Yo quería juntarme con el cardenal Ezzati, llamé a su asistente mil veces, porque los abusos no los hacen la Iglesia, los hacen personas que están en distintas áreas de la sociedad”, dice Matías Lira. Con todo, la dilatación de una respuesta fue tomada como una negativa para los realizadores y lo que habría sido tomado como una señal en favor de las víctimas de Karadima, finalmente no llegó a ningún puerto. De hecho, los denunciantes del caso apuntan que Ricardo Ezzati tenía conocimiento de los abusos y que él, junto al cardenal Francisco Javier Errázuriz, no habían hecho nada al respecto. El cardenal, en su defensa, ha dicho que la Iglesia solo supo cuando el caso se hizo público.

A_UNO_ricardo ezzati

El mutismo del Arzobispado de Santiago no fue el único obstáculo que sortearon los realizadores de la película. Una vez que comenzaron la etapa de grabación, el equipo se encontró con las puertas más que cerradas. Estuvieron buscando locaciones por cerca de dos años, preguntaron a casi 70 iglesias -dentro de Santiago y en regiones- si podían usar sus dependencias y todas las respuesta fueron negativas. Incluso Lira consideró grabar en una parroquia de Mendoza, idea de la que finalmente desistió. “Teníamos una congregación (prefiere no dar el nombre) que nos había prestado todas sus instalaciones y una semana antes nos avisaron que había una persona que había sido acusada de abuso dentro de su congregación y no la prestaron. A ese nivel, yo tenía una pre-producción entera pagada”, recuerda el director.

El perpetuo Socorro: la parroquia que accedió a la filmación

Entre búsqueda y búsqueda, Lira finalmente tuvo la venia de la Basílica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicada en Santiago Centro y que pertenece a la congregación de los misioneros redentoristas. Ahí, en esa iglesia de arquitectura neogótica y que tiene más de cien años, se grabaron escenas de las misas y las conversaciones que Luis Gnecco, haciendo de Karadima, tiene con Benjamín Vicuña, la víctima. Escenas que revelan cómo, poco a poco, el sacerdote comienza a inmiscuirse en la vida de su seguidor hasta terminar con un control absoluto sobre él.

socorro

El párroco de ese entonces, el padre Pedro Irizar, fue quien prestó ayuda al equipo dirigido por Lira, quienes dejaron de grabar en ese lugar en septiembre del año pasado. Sin embargo, hubo una petición de por medio: mantener la confidencialidad del lugar. Y pese a que así se mantuvo, lo cierto es que en el sector se trata de un secreto a voces.

Muchos lo saben, pero nadie lo habla. Un ex diácono explica que “la Congregación es la que determina qué se hace con la Basílica” y que no hay una relación cotidiana con el Arzobispado de Santiago. “Ellos (los misioneros redentoristas) tienen sus propias opiniones y son muy reservados en esas cosas porque él (Ezzati) es la cabeza de la Iglesia, sea malo o bueno”, añade la misma fuente, quien comenta que el padre Irizar “es un cura reconocido y absolutamente querido por la comunidad”. El Dínamo intentó contactar al padre Pedro Irizar y padre Ronald Flores, actual párroco de la Basílica, sin éxito.

Si bien la grabación terminó hace unos meses, los realizadores de la película volverán a la Basílica, a filmar un proyecto audiovisual para mostrar el trabajo de esa congregación con la comunidad. Ello como forma de retribución. La idea, dicen, es que la Basílica pueda obtener algún aporte financiero y así hacer mejoras a su infraestructura, que fue dañada por el terremoto de 2010. Consultado por el lugar de grabación, Matías Lira dice escuetamente: “Yo traté de usar la iglesia de manera más genérica, no tan específica, entonces ellos apoyaron porque quieren que esta cosa se identifique, que no sea toda la iglesia la que esté contaminada” y añade que durante las grabaciones “el templo fue tratado con todo el respeto que se merece”.

La película “demoledora” 

Previo a su estreno en las salas de cine, desde el Arzobispado  ya habían tomado cartas sobre el asunto. Durante una reunión en el balneario Punta de Tralca -lugar donde los sacerdotes tienen casa- se entregó un comunicado a los obispos que asistieron para que supiera cómo enfrentar la película. “Es una sugerencia de cómo abordar el tema”, dicen al interior del Arzobispado de Santiago, pero para Matías Lira no es otra cosa que un “control de daños”. “A mí me parece serio, muy fuerte, estar manipulando cómo la gente tiene que comportarse ante una cosa así”, plantea.

bosque karadima 9

Cerca de 40 mil personas vieron la película en su semana de estreno y este fin de semana ya cumplieron los 110 mil espectadores, convirtiéndola en un éxito de taquilla. En el Arzobispado comentan que “hay interés en saber de qué se trata entonces quieren ir a verla. Obviamente les preocupa conocer cómo sucedieron los hechos y estar atentos a las víctimas, siempre estar atentos a los que les suceda a ellos”. Algo que un sacerdote jesuita calificó de “demoledora”, a través de un comentario que le envió a Lira, y en el que le expresó: “Esta película nos introduce en la densidad de un bosque que es necesario despejar para que nunca más en Chile ni en la Iglesia Católica chilena se cometan este tipo de abusos psicológicos, morales y sexuales”.

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