Traductor que trabajó con Parra desclasifica pasajes del antipoeta: “Era un inveterado manipulador”
David Unger tradujo del español al inglés la obra "Poemas y Antipoemas", entre otros.
El escritor guatemalteco David Unger conoció a Nicanor Parra en 1973, fecha en que empezó a traducir parte de sus obras al inglés por recomendación de uno de sus profesores de la Universidad de Columbia. Esa tarea estuvo rodeada de complicaciones por parte del antipoeta, quien se mostraba poco dispuesto a colaborar.
Según cuenta en una columna publicada en The Paris Review, Nicanor Parra “estaba profundamente descontento. Esperaba que Allen Ginsberg lo editara, pero él apenas hablaba español y no le interesaba en lo absoluto la tarea”.
“Ojalá pudiera decir que Nicanor y yo trabajamos de la mano. Realmente me encantó su poesía, su estilo anárquico, humorísticamente irreverente, la falta de pomposidad y el florecimiento literario. Pero como editor de inglés, Nicanor me toleraba, en el mejor de los casos, como una tos recurrente. Nunca pude superar su decepción porque no era Allen Ginsberg”, señala Unger.
En ese tiempo ambos vivían en Nueva York y de vez en cuando tenían comunicación para abordar la traducción de su obra. Unger relata que vivió un tenso momento con el antipoeta. Parra asignó la traducción de “El hombre imaginario” a otros traductores, cuando Unger le preguntó por qué hizo eso, el poeta respondió que “la traducción debería ser una carrera de caballos y que debería poder elegir al ganador. Tenía mucha confianza en su inglés, que encontré pobre, y la arrogancia de esta respuesta se quedó atascada en mi buche”, explica.
Poco después de eso, se juntaron en una pastelería cerca de Columbia. Ahí el traductor le manifestó que como editor “no podía tolerar este tipo de actitudes”. “La traducción es un arte minucioso, y no podría haber celebrado que traductores, amigos míos, compitieran entre sí como caballos”, recalca.
El guatemalteco recuerda el comportamiento de Parra esa vez: “De vez en cuando, fruncía los labios y miraba en blanco, ignorando mis ojos y mirando a los estudiantes cercanos. Sin decir una palabra más, de repente se levantó y se fue. Regresó a Chile quizás una semana después. Se negó a responder mis llamadas o cartas. Sospeché que pocas personas lo habían enfrentado antes; su silencio era su manera de subrayar mi falta de importancia y su autoridad. Después de todo, Nicanor era un macho alfa”.
Pese a eso, el traductor siguió trabajando en la obra de Parra y le presentó una nueva edición de “Poemas y Antipoemas” a su editor Frederick Martin. “Parra era un inveterado manipulador. Nunca respondió a Martin, ni a ninguno de sus interlocutores chilenos, incluso cuando le dijeron que el libro iría a imprenta sin sus ediciones finales si no respondía en una fecha determinada”, resalta.
Pasado ese desencuentro, no se volvieron a ver en seis años. En 1991 se encontraron en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. “Dos días después de que le otorgaran el premio, me encontré con Nicanor en los pasillos de la feria. Curiosamente, me abrazó y dijo: ‘¿Qué hay de tu vida?’. Esto fue desafortunado porque realmente amé muchos de sus poemas y sentí que junto con sus compañeros poetas chilenos Pablo Neruda y Gabriela Mistral, él era un verdadero pionero”.