Cómo romper las brechas: Haedus, el emprendimiento educativo que potencia las habilidades socioemocionales
El programa ofrece desarrollar una formación que escarba en planos más profundos, dándole a los niños herramientas para resolver conflictos, trabajando en equipo y validando sus intereses a temprana edad. "Queremos que los niños sean protagonistas de su propio futuro", dice el fundador, haciendo un especial énfasis en aquellos establecimientos en altos índices de vulnerabilidad.
En el trayecto desde su casa en Alerce, ubicada en la periferia de Puerto Montt, hasta el colegio, Ricardo Alvarado escuchó una conversación que le hizo click. Arriba de la micro, una mujer le comentaba a la otra que le habían pasado a vender unas enciclopedias, pero que eran muy caras.“¿Y para qué?” le preguntó la otra, “si el que nace pobre muere pobre”.
En ese entonces, Ricardo tenía 15 años, estudiaba en un liceo municipal y se propuso demostrar que esa frase no era cierta, que sí se podía romper con las múltiples brechas que rodean a la pobreza. Sin saberlo, ese momento sembró una inquietud que lo acompañaría por años y que lo llevarían a idear una forma de profundizar en el desarrollo educativo de los niños.
Con un padre con educación hasta sexto básico y una madre que recibía una pensión de invalidez, la plata escaseaba. Cuando salió de cuarto medio fue todo un logro para su familia y más aún cuando entró a Ingeniería Comercial en la Universidad de Los Lagos en Puerto Montt, carrera que lo llevó a escalar a la gerencia de una empresa internacional.
“Mis padres me inculcaron que la forma de surgir en la vida tenía que ver con la educación y con desarrollar habilidades socioemocionales, como la perseverancia y perder el miedo a equivocarse”, dice. Con una familia formada, acomodado con un estándar de vida donde el tema plata no era tema en realidad, Ricardo Alvarado recordó esa conversación que había escuchado en una micro a los 15. Y se dio cuenta de lo que alejado que estaba de cumplir ese deseo, así que decidió hacer un quiebre y renunció.
En 2015 surgió Haedus, programa de educación que ofrece a los estudiantes de establecimientos, principalmente aquellos con altos índices de vulnerabilidad, herramientas para resolver conflictos, trabajando en equipo y validando sus intereses a temprana edad. “Nuestro objetivo es que los niños descubran su poder transformador para que sean protagonistas de su propio futuro”, explica el ingeniero comercial.
Alvarado junto a Eugenia Fares, psicóloga infantil y Valeria Ábalos, directora pedagógica, tienen el apoyo de la Academia de la Felicidad del centro de innovación y emprendimiento iF. Juntos hacen talleres a niños de entre 7 y 11 años que cuentan con seis etapas “que son la base para generar una mentalidad creativa y emprendedora en los niños”. En paralelo, el programa está funcionando como piloto en un colegio público de La Pincoya con el apoyo de la Fundación Formando Chile.
El método consiste en desarrollar la colaboración mediante el trabajo de la empatía y la curiosidad por medio de la activación sensorial. Luego, los niños pasan por tres áreas: arte, ciencia y tecnología en cápsulas y después eligen en cuál de esas les gustaría resolver un desafío, se separan en grupos y comienzan la tercera etapa: cómo resolverlo en equipo, sumando el pensamiento crítico para depurar las ideas y ver cómo se pueden resolver. La quinta es la resolución misma y por último, sociabilizarla con quienes estimen conveniente.
La idea es que la iniciativa no solo sea un taller, si no que se traspase como método de enseñanza y aprendizaje en cursos como matemáticas, ciencias, lenguaje. Al igual que los colegios Waldorf y Montessori, Haedus apuesta por respetar los tiempos de aprendizaje de los menores de edad y validar sus intereses desde pequeños.
A ojos de Alvarado, “en Chile hay mucha gente que tiene interés en pedagogías de este tipo. Los estratos socioeconómicos bajos no tienen opción de llegar a este tipo de educación porque son muy costosas y la pública es la única opción, que es súper estructurada y no tiene mucha innovación en términos de aprendizaje”.
Cada cierto tiempo Ricardo Alvarado vuelve a la población donde creció. Sus papás siguen viviendo en Alerce y ahí ve que muy poca gente ha podido romper la brecha. “Creo que mucha gente, como esas dos mamás que iban en la micro, siguen pensando en lo mismo. Yo no siento que haya hecho algo extraordinario. No me siento ni genio ni diferente. Simplemente tuve unos papás que me dijeron que la educación era importante y que tener habilidades socioemocionales que permiten asumir desafíos era lo fundamental para salir del círculo”.