De favorito a gran perdedor: las claves de la caída de Toledo
Tras una campaña en la que durante semanas pareció no tener rival, los errores de estrategia y la conversión de su exministro estrella en adversario político condenaron a Alejandro Toledo a quedar fuera hoy de la segunda vuelta en las elecciones a la presidencia de Perú.
Tras una campaña en la que durante semanas pareció no tener rival, los errores de estrategia y la conversión de su exministro estrella en adversario político condenaron a Alejandro Toledo a quedar fuera hoy de la segunda vuelta en las elecciones a la presidencia de Perú.
La gran debacle del expresidente y candidato por Perú Posible se resume en su caída en la intención de voto, pues ha pasado de claro líder con más de un 30 % de apoyo en las encuestas de hace poco más de un mes al 15-16 % registrado hoy según los primeros sondeos a boca de urna.
Toledo, reconocido por haber sentado las bases del actual crecimiento económico del país durante su primer Gobierno, entre 2001 y 2006, ha visto cómo en el electorado ha pesado más su antigua imagen de frivolidad y los escándalos en torno a su vida personal.
Al contrario que en 2001, cuando el candidato de Perú Posible se alzó como uno de los principales actores de la caída del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), Toledo presentó en estas elecciones una imagen de experiencia en la que aseguraba que lo que hizo bien en su primer Gobierno, lo haría mejor en el segundo.
Y parecía que, al menos, iba a tener la oportunidad de intentarlo, pero sus respuestas a los ataques contra su vida privada en los que se centraron sus competidores terminaron minando su imagen de ganador y recortando su ventaja.
Nacido el 28 de marzo de 1946 en la localidad andina de Cabana, en el departamento de Ancash, Toledo es el cuarto de 16 hermanos de una familia humilde que en los años 50 emigró a Chimbote, en la costa norte de Perú.
Su carrera política, tras estudios becados en Estados Unidos, arrancó en 1995 con una postulación a la Presidencia en la que sólo sacó el 3,3 por ciento de los votos, tras lo que volvió a presentarse en las elecciones del año 2000, siendo con un 40 por ciento de los votos el más votado en la primera vuelta.
Sin embargo, no se presentó a la segunda vuelta, aduciendo fraude por parte de Fujimori, y en los meses posteriores se convirtió en uno de los abanderados de la lucha en la calle que propició la caída de aquel, encabezando la marcha de “los cuatro suyos”.
En 2001, y tras vencer en segunda vuelta al actual mandatario Alan García, Toledo asumió la Presidencia de Perú, iniciando un proceso de Gobierno en el que protagonizó la reconstrucción política y económica del Estado.
Además, supo rodearse de un buen grupo de asesores, entre los que destacó el economista Pedro Pablo Kuczynski, su ministro de Economía y mano derecha en el campo económico, quien diez años después, y convertido a su vez en candidato, ha sido uno de los que cavó la tumba política de su mentor.
Kuczynski, candidato por Alianza por el Gran Cambio y que logró en torno al 19 % de apoyos según los primeros conteos, inició una rápida escalada en las encuestas que se nutrió de fugas de partidarios de Toledo procedentes de las clases alta y media de las grandes ciudades del país.
De pronto, el expresidente, cuyos asesores ya estaban estudiando los posibles rivales de segunda vuelta, vio como su electorado hacía aguas: unos se le iban por la izquierda, prefiriendo el mensaje renovador de Ollata Humala, y los demás (la mayoría) lo hacía por la derecha y se iban con Kuczyinski.
Su reacción ante el nuevo mapa de preferencias electorales mostró a un Toledo incómodo ante el inesperado vuelco, y terminó enviando mensajes alarmistas para “salvar la democracia”, y evitar que Humala y Keiko Fujimori pasaran a la segunda vuelta, lo que en la práctica era una petición para que Kuczynski renunciara a su candidatura a favor del candidato de Perú Posible, algo que no ocurrió.
Una persistente petición para que Toledo accediera a realizarse una prueba toxicológica a la que se negó durante semanas hasta aceptar, más la publicación de los gastos del Palacio de Gobierno en whisky durante su gestión anterior, parecen haber hecho mella en la imagen de estadista serio que Toledo se empeñaba en transmitir.
Y así Toledo acabó naufragando en su sueño de pasar a la historia, del mismo modo que Alan García, como el hombre que presidió dos veces su país.