Así es la vida de José Mujica, un líder atípico: “No me disfrazo de presidente y sigo siendo como era”
Pepe usa un celular viejo amarrado con un elástico y dona casi 90% de su sueldo para caridad e insiste en defender el proyecto de ley que permitiría al Estado uruguayo producir y vender marihuana. Como ex guerrillero estuvo preso por 14 años, en condiciones infrahumanas.
Nada en particular en la casa del presidente José Mujica indica quien vive realmente ahí: un hombre con un pasado de película que ejerce el cargo con más poder de Uruguay.
Al llegar a su chacra en una zona rural de Montevideo, puede verse desde la calle ropa de Mujica y su esposa, la senadora Lucía Topolansky, tendida al aire una mañana de primavera austral.
Está sentado a la sombra, a un lado del portón de entrada. Viste un viejo pantalón de algodón arremangado, polo y chaqueta deportiva. Su pequeña perra Manuela -mestiza y con una pata amputada- lo acompaña, lo olfatea.
“No tengo religión, pero soy casi panteísta: admiro la naturaleza”, dice durante una larga conversación exclusiva con BBC Mundo. “La admiro casi como quien admira la magia”.
Suena un teléfono y Mujica saca del bolsillo un viejo celular plegable, atado con una banda elástica. La banda se rompe, pero el presidente le hace un nudo mientras habla. Y vuelve a colocarla alrededor de su móvil.
“No me disfrazo de presidente y sigo siendo como era”, comenta.
Su imagen no encaja necesariamente con la de un jefe de Estado del siglo XXI. No usa Twitter ni correo electrónico y en su tiempo libre se dedica a cultivar flores y hortalizas.
Dona casi 90% de su sueldo para caridad y según su última declaración de bienes tiene con Topolansky un patrimonio de unos US$200 mil: la chacra, dos viejos autos Volkswagen “escarabajo” y tres tractores.
Es un estilo de vida que no ha pasado desapercibido en la prensa internacional y las redes sociales, que lo han llamado el “presidente más pobre del mundo”. También ha dado la vuelta al mundo por promover un proyecto de ley que permitiría al Estado uruguayo producir y vender marihuana.
Al respecto, ha señalado que “Lo que me asusta es el narcotráfico, no la droga” y que la marihuana merece “más respeto y conocerla mucho más”.
Galopar hacia dentro
Mujica, a quien muchos uruguayos llaman simplemente “Pepe”, está lejos de ser un outsider de la política, una actividad de la que asegura saldrá “con las patas para adelante”, lo que significa que piensa practicarla mientras viva.
Nació hace 77 años y de joven militó en el Partido Nacional (PN, opositor a su gobierno) y en los años 60 fue fundador del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una guerrilla urbana de izquierda que practicó asaltos, secuestros y ejecuciones influida por la revolución cubana y el marxismo.
Fue herido de bala y detenido en varias ocasiones. En 1971 escapó de la cárcel junto a más de un centenar de militantes, en una de las mayores fugas carcelarias en la historia de ese país. Fue recapturado, escapó y cayó preso otra vez.
En total pasó 14 años encerrado.
Tras el golpe de Estado de 1973, integró un grupo de “nueve rehenes” tupamaros que el régimen militar tuvo en condiciones infrahumanas de tortura y aislamiento, encerrado un tiempo en un aljibe.
“Esos años de soledad fueron probablemente los que más me enseñaron. Estuve siete años sin leer un libro”, recuerda. “Tuve que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro por momentos, para no volverme loco”.
Necesito poco
Recuperó la libertad con una amnistía en 1985 y una década después fue electo diputado, luego senador y en 2005 fue ministro de Ganadería y Agricultura del primer gobierno de la coalición de izquierda Frente Amplio.
“No soy el presidente pobre; pobres son los que quieren más”, asegura Mujica.
Ganó la segunda vuelta de las presidenciales de noviembre de 2009 con 53% de votos.
Pero siguió viviendo en la casa que habitaba con su mujer, donde a la entrada hay un cuarto de estar lleno de fotos y recuerdos, y detrás una cocina donde Mujica lava a mano unos vasos para servir un trago a las visitas.
“Para vivir preciso dos o tres piecitas, una cocina, lo elemental (que) yo con mi compañera lo arreglamos en un momentito”, dice.
Mujica afirma que la austeridad es parte de una “lucha por la libertad”.
“Si tengo pocas cosas, necesito poco para sostenerlas”, razona. “Por lo tanto, mi tiempo de trabajo que dedico es el mínimo. ¿Y para qué me queda tiempo? Para gastarlo en las cosas que a mí me gustan. En ese momento creo que soy libre”.
Pero pese a su reivindicación de la austeridad, hay quienes señalan que su gobierno gasta más de lo que recauda. Y pese a su prédica anti-consumista, durante su gestión los uruguayos han comprado tantos autos y otros bienes de consumo importados como pocas veces en su historia.
“Que critiquen lo que quieran”
Según encuestas recientes, la popularidad de Mujica ha caído por debajo del 50% y la aprobación de su desempeño como presidente es menor a 40%.
Para esta uruguaya la austeridad no es sinónimo de buen gobernante.
Y como BBC Mundo pudo comprobar en las calles de Montevideo, para la mayoría de los uruguayos la austeridad no es un pasaje directo a la aprobación.
Ignacio Zuasnabar, de la encuestadora local Equipos, explica que la imagen de hombre común y corriente “es un punto muy importante de Mujica que es valorado por la gente, pero no necesariamente esto es suficiente para contener críticas sobre otros aspectos de la gestión”.
“La gestión del gobierno está presentando algunos cuestionamientos en cuanto a resultados”, dice.
También explica que el presidente tiene “un estilo que no genera consensos mayoritarios en el Uruguay”, con sectores menos educados y populares que se identifican con él y otros más educados que predominantemente lo rechazan.
Mujica dice que cayó en las encuestas “porque la gente está mucho mejor y ambiciona mucho más”.
Destaca que en su país de 3,3 millones de habitantes, hubo 850 mil que salieron de la pobreza en siete años y ahora “le exigen al gobierno y el gobierno da lo que puede”.
Pero niega que las críticas lo afecten.
“Yo voy a seguir gobernando como me parece, en el acierto o en el error. Que critiquen todo lo que quieran, para eso es la libertad”, comenta. “A mí me han criticado toda la vida”.