La dramática lucha de Irak por la paz a 10 años del inicio de la “guerra preventiva”
A una década de la decisión de Bush de enviar tropas a Irak para acabar con Sadam Hussein, la mayoría de los norteamericanos dicen que la decisión fue un error. Mientras los iraquíes se enfrentan día a día a un país corrupto, sin cultura política, sistema educacional, transportes, ni agua.
El 20 de marzo de 2003 fue la fecha elegida por el presidente George W. Bush anunció el envío de tropas a Irak con la meta de acabar con Sadam Hussein. Hoy, una década después, el actual presidente de EEUU, Barack Obama, reconoció el sacrificio de los soldados y remarcó su decisión de retirar tropas.
“Honramos a los casi 4.500 estadounidenses que hicieron el sacrificio final para darle al pueblo iraquí una oportunidad de forjar su propio futuro tras muchos años de dificultades”, dijo el presidente, Barack Obama.
Además, agregó que Washington no olvidará a los miles de veteranos heridos durante una de las guerras “más largas” en la que se ha visto envuelto Estados Unidos y que requerirán costosos cuidados médicos en las décadas por venir, según las estimaciones de expertos.
Con el mismo tono, el nuevo secretario de Defensa, Chuck Hagel, subrayó que “tenemos que asegurarnos de que los más de 30.000 estadounidenses heridos en Irak reciban los cuidados y beneficios que se merecen”, consigna Infobae.
Pero estas miradas, centradas en las víctimas propias, contrastan fuertemente con la postura de los norteamericanos, quienes en una reciente encuesta de Gallup, se mostraron en contra de la invasión y la guerra. En concreto, un 53% de los estadounidenses cree que su país “cometió un error enviando tropas a luchar en Irak”, mientras que el 42% considera que no lo fue.
Cuando decidió la invasión a Irak en 2003 y dispuso más de 140 mil soldados, Bush explicó que se trataba de una “guerra preventiva”. El régimen del dictador Sadam Hussein, según dijo, amparaba a terroristas que contaban con armas de destrucción masiva.
Años más tarde, cuando Obama optó por retirar a los soldados, la cruzada de su predecesor ya se había transformado en una de las campañas militares más costosas de la historia. Y más aún no cumplió el principal objeitvo de aniquilar a las células terroristas que operan en Irak y anular sus influencias políticas.
Casi 4.500 efectivos estadounidenses y decenas de miles de iraquíes perdieron sus vidas en una guerra que comenzó con una campaña de misiles sobre Bagdad, pero luego derivó en una lucha sectaria y un aumento del número de tropas estadounidenses.
La mirada iraquí
¿Y Hussein? El derrocado líder fue ejecutado en el 2006, tras esto la violencia disminuyó, pero aún persisten focos insurgentes que deben combatir las actuales autoridades. El país no logra pacificarse, el gobierno carece de fortaleza suficiente y la economía depende exclusivamente del petróleo.
A base de alambradas, muros de hormigón, calles cortadas y comunidades segregadas según el origen étnico o la confesión religiosa, la invasión estadounidense transformó las ciudades de Irak hasta dejarla irreconocibles. Los iraquíes que antes celebraron la caída de Hussein, luego se vieron confinados a la fuerza en sus hogares. Muchos hoy hablan de dejar el país y de hecho dos millones de iraquíes ya partieron, consigna El País.
Tras 10 años y 122.000 muertos, Irak tiene poco que ver con aquel “modelo de democracia para la región” que les prometiera George W. Bush. La cifra proviene del contador del Iraqi Body Count, una organización sin ánimo de lucro que contabiliza las víctimas mortales civiles desde la invasión y que se actualiza a diario con fuentes contrastadas. Sin embrago, una tan famosa como polémica proyección de The Lancet elevaba su número a 650.000 hasta 2006, lo que haría que ahora rondaran un millón. La distancia entre las expectativas que se crearon con el derribo de Saddam y la realidad es igualmente enorme.
A pesar de los 60.000 millones de dólares que EE.UU invirtió en la reconstrucción, la única influencia visible que ha dejado el país es el look militar “estilo gringo”, que los soldados iraquíes reproducen sin complejo. Se les puede ver con con gafas Rayban y mascando chicle en los enormes muros de hormigón y miles de puestos de control para intentar frenar los atentados que todavía sobresaltan de vez en cuando a la población. Medidas de seguridad que hacen que desplazarse por la capital se convierta en un ejercicio de paciencia agotador y enervante. Sus habitantes pierden varias horas diarias en desplazamientos.
El tráfico y la penuria de los servicios públicos son sin duda lo que más irritación causa entre los iraquíes. El sistema educativo está destrozado. El transporte público es una quimera. Gran parte de la población sigue sin agua potable. Y aunque el abastecimiento de electricidad se ha duplicado entre 2004 y 2012, no ha conseguido acabar con el desquiciante ruido de los generadores y el olor a diesel que inunda la ciudad.
Así el día de los iraquíes no es cosa fácil. En vez de “un país económicamente próspero que iba a arrastrar a los vecinos” como auguraba EE.UU, Irak se ha convertido en el octavo más corrupto del mundo, según el índice que elabora anualmente Transparency International. Así que los enormes ingresos del petróleo, que el año pasado superaon los 7o.000 millones de dólares, no se han traducido en una mejora generalizada y equitativa del nivel de vida de los iraquíes.
“Tenemos una paz, una seguridad y un sistema político muy frágiles. A pesar de la nueva Constitución y las dos elecciones, no se han puesto las bases para un sistema democrático sólido”, explica Hanaa Edwar, secretaria general de Al Amal, una ONG que promueve la sociedad civil, activa desde 1992 pero que sólo en 2003 pudo instalarse en Bagdad. “Queda mucho por construir: el respeto de los derechos humanos, la igualdad de género, la justicia social. Está siendo un parto muy complicado”, puntualiza.