El clóset antijudío
No diferenciar entre una poderosa elite y un pueblo diverso y sensible ante las atrocidades de la humanidad, es no escudriñar, no entregar información correcta y nutrir el odio hacia una manera de ver el mundo más que a un hecho en particular.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Con los trágicos hechos acontecidos, y la brutalidad con la que el Estado de Israel ha llevado a cabo una verdadera masacre humana en tierras palestinas, lo cierto es que las frases para el bronce no han cesado de aparecer en todo lugar y pequeño espacio en el que puedan ser levantadas pancartas en pro de uno u otro pueblo. Lo lamentable, es que la manera en que se esgrimen argumentos muchas veces da mucho que desear, y nos lleva nuevamente a plantearnos la percepción e interpretación de la moral que algunos tienen.
Negar la brutalidad con la que todo el aparataje militar israelí se está haciendo sentir sobre el pueblo palestino, es negar un hecho, una realidad y la presencia del patriotismo irreflexivo- llamado Sionismo- circulando en las cabezas de quienes comandan el Estado del otrora llamado “pueblo errante”. Las bombas, las consignas y la eterna lucha por lograr esa “seguridad” que los ha hecho ser una de las potencias más temerarias del mundo, han transformado a un pueblo que fue perseguido durante gran parte de su vida, en un victimario cruel ante medios que no distinguen entre las genocidas cúpulas de poder y quienes portan en su sangre la cultura judía.
El patriotismo, cuando es ejercido con fuerza y con miedo, siempre es dañino para quienes están al frente, como también para quienes lo ejercen, y es evidente que las elites de poder en Israel lo utilizan como un combustible para así continuar con la alimentación de una patria que fortalece intereses y lo que éstos traen consigo. Sin embargo, no diferenciar entre esta poderosa elite y un pueblo diverso y sensible ante las atrocidades de la humanidad, es no escudriñar, no entregar información correcta y nutrir el odio hacia una manera de ver el mundo más que a un hecho en particular.
No todo judío es sionista, como se ha intentado decir por mucho tiempo. Ser sionista es levantar un oficialismo, una estructura cultural que se aleja de la realidad de lo judío. Es cosa de ver las condenas de las miles de muertes de palestinos de parte de muchos quienes llevan en su sangre de manera fuerte y no tanto, ascendencia israelí.
Pero esto muchos no lo entienden, o simplemente no lo quieren entender porque es más complejo, tiene matices y lleva a que el cerebro se active de tal manera que incluso llegue a darse cuenta de que no todo es blanco y negro, y que concebir a la humanidad de esa manera es simplemente encender los caprichos, los odios raciales y culturales con que tan fácilmente sirven de alimento para el griterío fácil e ignorante.
Acá en Chile he visto a varios que han llevando como un estandarte el término “judío”, como si fuera un insulto, una manera denigrante de referirse a personas por el actuar de quienes se han aprovechado de su identidad para hacer del terrorismo de Estado una política consistente y lucrativa. He visto a quienes se han atrevido a reinterpretar a una figura tan nefasta como Hitler dando rienda suelta a ese odio antijudío que nunca se fue, y que muchas veces unos quieren dejar fluir como una defensa de Palestina, cuando lo cierto es que solamente lo hacen por el placer de hacer florecer un antisemitismo que ha estado siempre presente como si fuera algo que muchos tienen reprimido en su interior, como una fuerza que explota al más pequeño impulso por el solo arte de odiar y materializar este odio de la manera más concreta posible.
Y es que la pureza racial que tanto desprecio y muertes que ha causado, se mantiene soterrada pero latente, guardada en un clóset que se abre de vez en cuando y del que salen con facilidad, muchos y muchas.