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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Argentina…Y Chile

El problema de Argentina nos afecta más de lo que pensamos. Más allá de que nos separa una cordillera de norte a sur, es impresionante ver cómo en el último tiempo las semejanzas entre el discurso de Cristina Kirchner y el de Michelle Bachelet se han ido acrecentando cada vez más.

Por Yasmin Gray
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Yasmin Gray es Abogada Universidad del Desarrollo

A nadie medianamente informado debería sorprenderle la multitudinaria manifestación que tuvo lugar el lunes 19 de enero pasado en Argentina. No era para menos. Eran miles de personas exigiendo justicia. Pocas horas antes había sido encontrado muerto por un impacto de bala el fiscal Alberto Nisman, que tenía en sus manos hacía más de diez años la investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, y que había arrojado como resultado la participación directa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en el encubrimiento de los responsables, los que serían parte del servicio de inteligencia del gobierno iraní, a cambio de concesiones especiales para compra de petróleo a bajo precio. La muerte del fiscal se produjo un día antes de que expusiera ante el Congreso argentino las pruebas con las cuales pretendía demostrar dicha teoría.

Todo esto, que parece parte de un guión hollywoodense o de una novela de Jeffrey Archer. Pero al parecer la realidad terminó, como en tantas otras ocasiones, superando a la ficción. Y de la peor forma: arrastrando con ello a mártires y a víctimas inocentes .Lo peor es que esto no hace más que constatar la eterna tragedia argentina: un enorme país, con un gran potencial económico (que en sus mejores tiempos llegó a ser conocido como “el granero del mundo”) arruinado institucional y materialmente por una clase política absolutamente corrupta, la que ni se inmuta en hacer ver que sólo se mueve en base a sus propios intereses, y en el caso del kirchnerismo, a costa sobre todo de los votos del casi 30% de argentinos que viven en situación de pobreza, y por lo tanto, de ser víctimas de populismos y caudillismos tan bien interpretados por Cristina Fernández y su administración.

El problema de Argentina nos afecta más de lo que pensamos. Más allá de que nos separa una cordillera de norte a sur, es impresionante ver cómo en el último tiempo las semejanzas entre el discurso de Cristina Kirchner y el de Michelle Bachelet se han ido acrecentando cada vez más. Promesas que implican en teoría un estado de bienestar que difícilmente podrá sostenerse en el tiempo, más aun tomando en cuenta que los principales referentes de la planificación social de la centroizquierda latinoamericana, como lo son los países nórdicos, están echando pie atrás en dicho modelo, toda vez que han constatado que inevitablemente los recursos siempre serán escasos y que las personas deben hacerse responsables de sus destinos en lugar de delegarlos en el estado.

Y el oficialismo chileno, al igual que el argentino, no ha dudado en responder a los cuestionamientos a las reformas que se están llevando a cabo –reformas que pretenden transformar radicalmente el modelo chileno que ha llevado a nuestro país a ser el más exitoso de Latinoamérica, pasando a llevar gravemente libertades fundamentales del ser humano- aduciendo que se trata de una “campaña del terror orquestada por los poderosos de siempre” haciendo oídos sordos a las legítimas preocupaciones sociales, gremiales e incluso internacionales sobre el rumbo que tomará el país. En Argentina, todo lo que actualmente sucede empezó de esta manera. Tristemente, la extraña muerte del fiscal Nisman revela que dicho país no aprendió nada de la experiencia que les significó una dictadura militar que al igual que en nuestro país cobró miles de muertos y desaparecidos. Ojalá Chile sepa razonar y demostrar que, al menos en este aspecto, es distinto.

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