Nosotros y Ellos
La tragedia argentina se ha profundizado y creo que a este modelo K, que vive encerrado en una caja, se le escapó de las manos el control de una división social que llevará décadas resolverla.
Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.
El 18 F se vivió otra etapa épica de lo que algunos con razón llaman la tragedia argentina.
Por que es tan emocionante como desgarrador, que un pueblo tenga constantemente que volcarse a las calles para hacerse escuchar, una y otra vez, aunque esta vez haya sido una marcha estruendosamente silenciosa dónde el único cántico fue un aplauso en homenaje a Nisman, en realidad en homenaje a todos los que somos Nisman.
Es desgarrador ver a un pueblo ansioso por conversar, por debatir en un mismo plano con un gobierno que se presenta como omnipotente y omnipresente frente a quienes deben juzgarlos por su actos. Más allá de los fiscales, es el ciudadano común el que dicta los veredictos sobre las acciones de quienes lo gobiernan.
El 18 F tiene algo especial por el silencio y la heterogeneidad de los asistentes a la marcha (y los que no asistieron pero que la apoyaron desde dónde se encontraran), pero también tiene algo en común con la tragedia argentina, en la que es un muerto (en este caso un muerto político) el centro de una convocatoria que rechaza con repugnancia las veleidades de una Presidenta y su séquito obediente que finalmente pasará a la historia por su pobrísima gestión y su voracidad por el poder.
Porque los hechos que se generaron en este gobierno pasarán a la historia como actos impunes, desagradables, inescrupulosos e ineficientes.
Pero la historia también marcará que este gobierno de CFK también profundizó la tragedia de la división irreversible entre Nosotros y Ellos.
Así como el General Perón en los años 40 planteaba de manera radical que para un peronista no había nada mejor que otro peronista, que a los enemigos no había que darles ni justicia, ese mismo Perón en los años 70 planteaba que para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino.
Y este gobierno K, pseudo peronista, quedó en los años 40 pero con la cosmética rebelde setentista de una patética “juventud maravillosa” que nunca siquiera leyó a Perón.
Ni en la economía absurda, ni en la composición de la sociedad, ni en las relaciones internacionales, este gobierno es peronista de Perón. Es una mentira infame.
Usaron su nombre y sus símbolos como fachada, así como lo vinieron usando uno tras otros los gobiernos “peronistas” desde su muerte en 1974.
La tragedia argentina se ha profundizado y creo que a este modelo K, que vive encerrado en una caja, se le escapó de las manos el control de una división social que llevará décadas resolverla.
La muerte de un fiscal, la guerra contra los medios, la intolerancia al disenso, la violencia verbal desmedida, la apropiación de bienes públicos, la utilización de símbolos que no les son propios como la lucha por derechos humanos, la corrupción sin medida.
Un terror sin fin.
Es emocionante una marcha, pero es desgarrador que siempre todo gire alrededor de suplicar una convivencia aceptable en esta democracia de papel.
Sueño, como argentino, que algún día volvamos a conversar.