Ocho datos que esconden los menús de los restoranes para aumentar el valor de tu consumo
Los menús de muchos restaurantes esconden pequeños secretos de marketing que juegan con nuestra psicología para "ayudarnos" a elegir (lo que al restaurante le conviene).
Uno de los panoramas favoritos por las personas es salir a comer a algún restorán y disfrutar de un rato agradable junto a un buen plato.
Evidentemente que el gran pero para muchos son los precios. Es una variable que juega un rol fundamental a la hora de escoger entre un recinto y otro.
Sin embargo, el diario El País puso especial atención en las cartas de menú que le pasan a los consumidores para decidir su pedido.
“¿Era esto lo que realmente querían pedir los clientes o una carta diseñada maléficamente ha decidido por ellos?”, fue la pregunta que se hicieron. Agregando que los menús de muchos restaurantes esconden pequeños secretos marketinianos que juegan con nuestra psicología para “ayudarnos” a elegir (lo que al empresario le conviene).
Y claro, los esfuerzos publicitarios externos son mínimos comparados a lo que sucede dentro del local. Una vez instalado el cliente, el objetivo es hacerlo gastar el máximo dinero posible y el arma principal para lograrlo es esa lista que amablemente siempre se ofrece al sentarse.
Entonces, para evitar tanta manipulación, a continuación puedes revisar 8 datos que esconden los menús para aumentar el valor de tu consumo:
1.- Las cartas en las que no aparecen los precios alineados en columnas.
Cuando el costo del plato aparece camuflado junto a la suculenta descripción, evitan que se haga un cálculo rápido de lo que costará la cuenta.
2.- Los platos que aparezcan en el lado superior derecho de la carta.
La visión humana tiende a empezar por esta zona del menú y allí siempre se encuentra lo que les interesa vender, ya sea por rentabilidad o por su alto precio. Si es un menú tipo libro hay que estar atentos a aquellos platos situados en la zona media y superior de la hoja de la izquierda.
3.- Los primeros y últimos platos de la columna de sugerencias.
Las personas solo nos quedamos con los platos que se colocan en estas posiciones olvidándonos de todos los que aparezcan entre medias.
4.- Las descripciones llenas de palabras que nos quieren enganchar.
Términos como ecológico, asado en horno de leña, del mercado, crujiente o marinado. Son palabras que excitan el apetito generando una imagen del guiso que nos hace salivar y pedir con la tripa. Palabras como frito, hervido o rebozado consiguen el efecto contrario. ¿Quién no se pediría unos “Salmonetes de la Lonja en sándwich con trufa, puerros ecológicos y su flan”? (leído en el menú de Can Fabes).
5.- Platos sofisticados y suculentos y caros situados cerca de los mas sencillos.
Al compararlos nos decantaremos impulsivamente por el que más les seduzca sin pararnos a mirar el precio.
6.- Las zonas recuadradas o subrayadas ya que es aquí donde sitúan los platos más lucrativos para el establecimiento.
Y hay que desconfiar más aún de los que pongan en la parte derecha del recuadro ya que nuestra mirada automáticamente se dirigirá hacia ellos.
7.- De las recomendaciones que aparecen adheridas al menú principal.
No siempre, pero puede que el cocinero se quiera deshacer de ciertas piezas que no ha conseguido sacar en servicios anteriores.
8.- La contraportada o de la ultima página, son el trastero de los platos.
Aquí se destierra a los menos solicitados o a los alimentos y bebidas más básicas como refrescos o cafés. Resulta parecido a lo que ocurre en los supermercados en los que la leche o lo huevos (bienes de primera necesidad) están colocados al fondo de la tienda con el objetivo de conseguir compras impulsivas de productos menos necesarios y más caros por el camino.
Una buena descripción de platos y un buen diseño en el menú puede incrementar entre un 20% y un 30% la factura de un cliente, según aseguran varias webs dedicadas al marketing hostelero. Las herramientas utilizadas son lícitas pero no por eso excluye al cliente de poder actuar con astucia y esquivarlas.
Una ultima advertencia es pedir siempre platos con ingredientes de temporada y, si puede ser, locales. No hay que ceder a las presiones de las recomendaciones del camarero y jamás devolver un plato de malas formas. Es posible que cuando vuelva a la mesa se haya colado algún “ingrediente sorpresa”.