Así se realizan los funerales de pacientes COVID-19 en Chile
Las ceremonias pueden contar con la presencia de sacerdotes y no pueden asistir quienes hayan mantenido contacto estrecho con el difunto, entre otras medidas.
Al compás de la canción El Rey, del compositor mexicano José Alfredo Jiménez, una familia de la comuna de La Florida -cuyos integrantes están todos diagnosticados de COVID-19- despidió tras su muerte al jefe de hogar. Como no podían ir hasta el cementerio para participar del entierro, los familiares decidieron contratar a un grupo de mariachis, quienes se apostaron afuera del domicilio y entonaron a todo pulmón, cuando pasó la carroza fúnebre, “pero sigo siendo el rey”.
Otra familia, esta vez de Maipú, llegó hasta el Hospital del Carmen para retirar los restos mortales de su ser querido. Allí, pese a que en el protocolo de fallecimientos por COVID-19 se solicita no abrir las bolsas mortuorias que contienen el cadáver, decidieron de todas formas mirar al difunto por última vez. Claro, querían asegurarse que quien estuviera al interior fuera efectivamente su familiar.
Ambas escenas corresponden a funerales para pacientes COVID-19 en Chile y son parte de las historias que ha visto en primera persona Manuel Pavéz, ex presidente de la Asociación Gremial Nacional de Dueños de Funerarias (Agrenaf), y actual asesor de la Mesa Funeraria convocada por el Gobierno y funerario con más de 50 años de experiencia.
Pese a que en ambos casos existieron conductas, al menos, cuestionables, respecto al protocolo creado por el Ministerio de Salud para los funerales COVID-19, la realidad del dolor de las familias supera muchas veces lo que establecen los decretos.
Y es que después del polémico funeral del sacerdote y tío del Presidente Sebastián Piñera, Bernardino Piñera, se abrió la interrogante sobre cómo deben realizarse las ceremonias de sepultura en nuestro país cuando no se trata de una autoridad o personas de relevancia pública. También si se respetan los protocolos sanitarios establecidos para quienes fallecen por una causa asociada al coronavirus.
Previo a los funerales de paciente COVID-19
De acuerdo a la resolución exenta número 285 que la Subsecretaria de Salud Pública envió a todas las funerarias del país, lo que está claro es que el proceso fúnebre para los pacientes COVID-19 es más complejo que para cualquier otro.
Si bien el documento clarifica que no se exige el uso de bolsas mortuorias -usada cuando el difunto aún no ha sido trasladado desde el respectivo hospital- sí se exige un procedimiento especial. Los pacientes muertos con coronavirus deben ser envueltos en telas para evitar el contacto con el personal de las funerarias o “posibles salpicaduras”.
Tampoco se les puede afeitar, peinar o maquillar. Menos aún besarlos o tocarlos como es costumbre al momento de despedirse de un ser querido.
Luego, los cuerpos deben ser dispuestos al interior de un ataúd que por protocolo debe estar herméticamente sellado con soldaduras de estaño. Este es uno de los puntos por los que más se criticó el funeral de Bernardino Piñera; sin embargo, para Manuel Pavéz, no se trata de nada nuevo, porque desde 1950 se hace así en nuestro país.
Según explicó, cuando se inventó el Código Sanitario en Chile durante 1930, quedó establecido que cualquier tipo de urna usada en un entierro debe estar herméticamente sellada. Además, en 1970, el Decreto Supremo 357 hizo aún más estricta la norma y ordenó su aplicación por parte de las funerarias y cementerios.
“Para efectos de sellar el ataúd no ha importado nunca de qué murió la persona, sabemos sólo que es una persona fallecida y que debemos aplicar un protocolo de cuidado. Una urna no sellada es un foco de infección, contaminación de gases putrefactos por el estado de descomposición y eso nos puede afectar”, contó Pavéz.
Ceremonia y despedida
Ya una vez en el respectivo cementerio, se deben mantener las medidas de resguardo. De acuerdo al protocolo del Minsal sólo tienen que haber 20 asistentes y “no pueden ser quienes hayan mantenido contacto estrecho con el difunto”.
El asesor de la Mesa Funeraria de La Moneda aclaró que esta disposición busca, justamente, proteger a quienes realizan los servicios fúnebres porque “el fallecido no preocupa, su urna ya ha sido sellada, pero no sabemos muchas veces si los familiares tienen o no la enfermedad”.
Luego, y según confirmaron desde el Arzobispado de Santiago a EL DÍNAMO, en parroquias se pueden llevar a cabo las exequias, u oración fúnebre, pero con un máximo de 15 personas, siendo obligatoria la distancia física de un metro y el uso de mascarillas. Esta medida obligatoria se encuentra en los protocolos vigentes, que fueron actualizados por última vez el 16 de junio pasado.
Eso sí, respecto al sacramento de la comunión, que en el caso del tío del Presidente Piñera se entregó durante el funeral utilizando una misma copa para todos los asistentes, el Arzobispado aclaró que si un fiel lo solicita se puede dar la comunión fuera de misa, siempre en la mano. De igual forma, en sus protocolos, la Iglesia reitera el criterio general: “Está prohibido convocar y congregar fieles”.